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LA PRENSA/EFE

100 años de juventud

A cien años de su nacimiento, los amantes del gran escritor argentino Adolfo Bioy Casares reivindican la asombrosa imaginación e ironía que volcó en sus obras y recuerdan su vida, que transcurrió bajo el hechizo de las letras, las mujeres y Jorge Luis Borges.

A cien años de su nacimiento, los amantes del gran escritor argentino Adolfo Bioy Casares reivindican la asombrosa imaginación e ironía que volcó en sus obras y recuerdan su vida, que transcurrió bajo el hechizo de las letras, las mujeres y Jorge Luis Borges.

Nacido en Buenos Aires, en el seno de una familia aristocrática, el 15 de septiembre de 1914, Bioy Casares fue desde su juventud un lector y cinéfilo compulsivo, aficiones que compartía con el tenis y la escritura.

Sin embargo, repudió y ocultó las seis obras escritas antes de La invención de Morel, en 1940, que tuvo un éxito inmediato y es considerada una de las obras maestras del género fantástico en lengua castellana.

Entre sus primeros títulos y la literatura inaugurada por esta novela, que escribió encerrado en una estancia familiar en mitad de la llanura pampeana, Bioy Casares conoció a Borges y la revista Sur, dirigida por la escritora e intelectual argentina Victoria Ocampo y se despojó de sus influencias literarias previas.

[doap_box title=”Tragedia” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

En 1993 murió también su mujer, Silvina, enferma de Alzheimer; su hija Marta se mató tres semanas después, en un accidente de tránsito; y él siguió sus pasos en 1999.

Quedó vacía entonces la enorme vivienda familiar en el barrio porteño de Recoleta, a la que Borges acudió para cenar entre una y tres veces por semana durante cuarenta años, pero los diálogos entre ambos, anotados minuciosamente en diarios, fueron rescatados del olvido en Borges, la genial obra póstuma de Bioy Casares.

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“En el prólogo, Borges dice que La invención de Morel es perfecta. Ese era un adjetivo muy difícil de escuchar en boca de Borges”, destacó el asesor literario de la Biblioteca Nacional, Carlos Bernatek, en diálogo con Efe.

La novela, en la que narra la llegada de un fugitivo a una isla poblada por desconocidos y en especial, por una mujer enigmática e inalcanzable, “ya contiene el núcleo poético de toda su obra”, opinó el escritor Edgardo Scott.

“Ahí están el amor, la irrealidad, la irrealidad del amor, la triste condena de las representaciones”, continuó Scott, coordinador de unas jornadas de homenaje al escritor en la Biblioteca Nacional que concluyen mañana, aniversario de su centenario.

Junto al reconocimiento literario, en 1940 también contrajo matrimonio con la menor de las hermanas Ocampo, Silvina, y su vínculo se mantuvo durante más de cinco décadas pese a las numerosas infidelidades de Bioy Casares y los dos hijos que concibió con otras mujeres, Marta y Fabián.

El género fantástico

En sus siguientes libros, Plan de evasión y La trama celeste, reincidió en el género fantástico y lo pobló de fantasmas, experimentos sensoriales y mundos paralelos que ofrecen refugio a sus protagonistas.

Según el crítico Carlos Gamerro, “sus personajes traman huidas y vías de escape de los objetos persecutorios, que para Bioy fueron el peronismo y sus amantes”.

Escritoras como la mexicana Elena Garro, mujer de Octavio Paz, y la argentina Beatriz Guido, se contaron entre estas últimas.

Gamerro señala que los personajes de Bioy Casares pasan de una realidad a otra, más soportable, para seguir siendo ellos, a diferencia de los de Julio Cortázar, para quienes el pasaje implica una transformación.

El Premio Cervantes concedido a Bioy Casares en 1990 disparó su relevancia literaria internacional y supuso una gran alegría para el autor, aunque no pudo compartirla con su gran cómplice literario, Borges, fallecido cuatro años antes en Ginebra.

Cultura Adolfo Bioy Casares centenario literatura archivo

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