A escondidas
Como si ya fuera poco los pactos que se negocian en secreto como ladrones en callejón oscuro repartiéndose el botín; como si fuera poco la ley de silencio, que como una omertá siciliana pesa sobre todos los funcionarios del Estado; y por si fueran poco los detenidos a la medianoche con capucha y sin ley, los crímenes impunes de los que ninguna autoridad quiere hablar; como si ya fuera poco todo esto Ahora los diputados quieren votar en secreto. Apuñalar por la espalda. Sin que se sepa quién es el malhechor. Votar y cobrar. Ya que llegamos hasta ahí, para qué andarnos con remilgos y al tiempo que se apruebe la votación secreta de los diputados en el reglamento de la Asamblea Nacional, convendría también establecer el derecho de llegar con antifaz o capucha. Para ir completos, digo.
Escoltas
¿Cuánto nos cuestan los diez policías que dice Roberto Rivas que lo cuidan? Posiblemente sean más, pero quedemos con los que él reconoce. Poniéndole un salario promedio de diez mil córdobas a cada uno, ahí nomás tenemos cien mil córdobas mensuales, solo en salario. Más el combustible, vehículos, armas, seguros y comida que gasta esta escolta. Fácilmente se duplica lo gastado en salario. Doscientos mil córdobas mensuales, tirándolos por lo bajo. ¿Es justo eso? Un barrio de Managua estaría feliz con esos diez policías y esas patrullas cuidándolo. Podrá alegarse que es jefe de un poder del Estado y la escolta es obligada, pero no creo que Mariano Fiallos o Rosa Marina Zelaya hayan usado una escolta de ese tamaño en sus tiempos. El problema es la conciencia y los crímenes que carga este señor. Y esa es la paradoja: le pagamos la seguridad que necesita por haber robado y para que exista la posibilidad que siga robando.
Los despedidos
Hay un grito que nadie de nosotros parece oír. El de los despedidos en el Estado y jamás liquidados. Desde que Daniel Ortega llegó al poder se han acumulado miles y miles de despedidos del aparato estatal. No solo los empleados que encontró de los gobiernos pasados, sino los que contrató y luego echó a la calle. No voy a entrar esta vez a discutir si fueron justos o injustos esos despidos, sino en algo más grave, que raya en lo delincuencial: el Estado les niega las liquidaciones que les corrrespoden. Nadie los acuerpa. Ni periodistas, ni sindicatos, ni diputados, ni partidos de oposición parecen darle importancia a esta masa de personas que ahí anda, de oficina en oficina, rogando más que exigiendo, algo que solo es su derecho.
Citatorios
¿Ideay? Ya se está volviendo costumbre de la Policía mandar a citar a aquellos que anuncian o participan en actividades políticas en oposición al Gobierno. Esas citas son intimidatorias y solo buscan convertir, de hecho, en delito un derecho que la Constitución otorga. Y si siguen actuando como una Policía política, al servicio de un partido, no esperen que los ciudadanos los respeten como una autoridad nacional, al servicio del país. Así de simple.
Clichés
Por miedo o conveniencia, los artistas de este tiempo, salvo raras excepciones, evitan implicarse en los asuntos que incomodan al Estado y más aún a la pareja presidencial. Ahí los vemos, evitando pisar callos y amontonándose en los clichés, en esos temas en los que hay consenso generalizado: la nicaraguanidad, el medioambiente, los derechos de la mujer y… ah, el amor. Es extraño eso en un país como Nicaragua, con una rica experiencia de denuncia y sátira contra el poder. Basta recordar a los Mejía Godoy en los años setenta aguijoneando a Somoza con sus canciones, al grupo Praxis con la pintura, al movimiento Gradas con sus poemas ¿Se acuerdan?
Vetas ignoradas
No estoy hablando de comprometerse políticamente, mucho menos partidariamente. No estoy hablando tampoco de música de protesta o arte testimonial, que podría ser (o no) de otros tiempos. No. Estoy hablando de por los menos no excluir de sus obras esa parte de la realidad que está ahí por mucho que la ignoren: los garroteados en las manifestaciones, los fraudes electorales, los abusados, los detenidos, la venta de Nicaragua en nombre de un Canal Vetas riquísimas. Eludidas. Creo que los artistas de estos tiempos le están debiendo mucho a la Nicaragua para la que cantan, pintan, filman o escriben.
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