14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Edmundo Jarquín

El no de Escocia

Desde el punto de vista internacional, las dos más importantes construcciones políticas-institucionales del siglo XX fueron, casi sin duda, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y la Unión Europea (UE). Ambas tienen de alguna forma el mismo origen, las dos pavorosas guerras mundiales, ambas generadas en Europa, y la necesidad de garantizar la paz y seguridad internacionales.

En el caso de la Unión Europea, además del objetivo de la paz y seguridad, convirtiendo viejas rivalidades en las “solidaridades de hecho” de que hablaron Schuman y Monet, considerados entre los padres del proceso de unificación europea, junto con Adenauer de Alemania y De Gasperi de Italia, estaba el objetivo explícito de afianzar las causas de la democracia y la libertad, en el contexto de una economía de mercado (la salvedad hay que hacerla, pues puede haber economía de mercado sin democracia, como en China, y es la tentación de otros autoritarismos, como el de Ortega).

Pues bien, la ecuación ONU más UE, resultante en paz, seguridad y democracia, estuvo en grave riesgo con el referendo de Escocia en que, afortunadamente, un mayoría significativa optó por no separarse del Reino Unido. Si el relativamente tardío ofrecimiento del conservador primer ministro David Cameron del Reino Unido para mayores grados de autonomía administrativa de Escocia se hubiese anticipado, y los escoceses, abrumadoramente socialdemócratas, no desconfiaran tanto de los conservadores, no hay duda que el no al separatismo sería bastante mayor.

Pero se trata de analizar las implicancias del riesgo a que el mundo, sí, el mundo, ha estado sometido con el referendo de Escocia, en términos de los grandes valores subyacentes a la Organización de las Naciones Unidas y la Unión Europea: la paz, la seguridad, la democracia y la libertad.

En los límites orientales de Europa, Ucrania y Siria-Irak, están las dos mayores amenazas a la paz y la seguridad internacional. Un sí de los escoceses habría tenido graves implicancias en otros procesos de segregación —se mencionan los casos del este de Ucrania, precisamente, pero también el de Cataluña, entre varios otros— redibujándose las fronteras que surgieron de la Primera y Segunda Guerra Mundial, con enormes riesgos de conflictos y confrontación. Y qué decir de los casos de Oriente Medio, con la anarquía reinando en Libia, borradas las fronteras entre Siria e Irak por el Estado Islámico, y donde las alianzas y preferencias —siempre de origen étnico y religioso— cambian según sea el tema en discusión.

Pero lo más grave, por sus consecuencias en toda la civilización occidental, es que la salida de Escocia del Reino Unidos provocaría enormes tensiones sobre la capacidad de la Unión Europea de continuar asentando un modelo de organización social y política basada en la libertad y la democracia, como lo advertía Mario Vargas Llosa en un artículo publicado el domingo pasado en este periódico ( Las guerras del fin del mundo ). En otros países europeos las tendencias en contra de la Unión Europea van de la mano de movimientos populistas y xenófobos, generalmente de tinte fascistoide como el Frente Nacional de Francia, con lo cual las amenazas son por partida doble: a la paz y seguridad, por un lado, y a la democracia y libertad, por otro.

El separatismo no es la única amenaza a la Unión Europea. También está el prolongado estancamiento económico que ha disuelto los consensos básicos en las principales sociedades europeas. Pero viendo hacia atrás, los desafíos que enfrentan los dirigentes europeos son bastante menores que aquellos que enfrentaron los que diseñaron y dieron impulso político a la Comunidad del Carbón y el Acero, primero, y la Unión Europea, después. Estos dirigentes tenían la lección de las recién pasadas guerras. Los actuales saben que están asomados al abismo y es de esperar tengan la capacidad de adoptar las políticas que recuperando la economía y el bienestar social, recuperen la ilusión y la esperanza de sus ciudadanos en el proyecto europeo. Si es así, se salvarán tanto la Unión Europea como las Naciones Unidas (difíciles de imaginar con una Europa en desintegración y conflicto), y de paso los proyectos de libertad y democracia en el mundo. El autor fue candidato a vicepresidente de Nicaragua.

 

Ver en la versión impresa las páginas: 11 A

Opinión Escocia Naciones Unidas Unión Europea archivo

COMENTARIOS

  1. Hace 10 años

    Buen comentario sobre un hecho importante internacional para ilustrar con información valiosa a los lectores.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí