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Álvaro Gutiérrez durante la presentación de El autor y su obra que promueve el Festival de Poesía de Granada en compañía del escritor Anastasio Lovo. LA PRENSA/LIZA VILLAGRA,

“El niño que juega con el mundo”

Álvaro Gutiérrez (Santa Teresa, 1944) con su obras,

Álvaro Gutiérrez (Santa Teresa, 1944) con su obras, Asociación para delinquir (Centro Nicaragüense de Escritores, Managua, 1997) y Cantares del hombre solo (Centro Nicaragüense de Escritores, Managua, 2011), se constituye en un nombre imprescindible y trascendental para la escritura nicaragüense. Estas dos joyas de la bibliografía nacional son, en mi modesto entender, obras con las cuales Gutiérrez alcanza un magisterio como escritor, único en nuestro quehacer literario.

[doap_box title=”Canción de alta traición a la patria” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]No voy a gastarle la lectura al poeta, pero no puedo sino citar estos extraordinarios versos del poema Canción de alta traición a la patria, donde el hablante enuncia la pertenencia a una patria que no es ninguna nación-estado llamado Nicaragua, sino que es la Madre. Cito: Digo patria, madre,/ como un desgarramiento sin rumbo/ y a merced de salvadores/ que nos dieron una piedra de matar/ para ser héroes sin pan./ Me quedo sin himnos, madre,/ a oscuras con mis banderas rotas:/ apenas/ con el solar de tu niñez y dos/ o tres ríos/ que fluyen en la memoria./ Permanezco en vos, mamá/ mía en el calostro donde mamé/ otro modo de llover en la escritura/ y de amar/ a pesar de los pesares./[/doap_box]

Álvaro Gutiérrez en su labor de escritor ha logrado a punta de economía verbal, translucidez reveladora, visión sesgada, más veladuras y opacidades —no en balde el niño es pintor—, entregarnos una visión de mundo real con una atmósfera de humor, de ironía, de sátira, de iconoclastia e irreverencia y sarcasmo, pero desde los ojos de un creador competente –que como todo creador— contemplará al mundo con la infinita ternura de un niño. Gutiérrez siempre es un niño que juega con el mundo.

Las cosas y asuntos que Álvaro devela en su obra son terribles, pero en su visión no hay lugar para la mala leche o la mala sangre, el humor en el tratamiento de estos motivos trascendentales (el poder, la corrupción, la soledad, el desamor, la muerte, la poesía, el arte, etc.) le proporcionan al autor y lector, un distanciamiento crítico y una felicidad neblí al leerlos.

Poesía de influencia vallejiana

Cantares del hombre solo es un texto polifacético de cegadora brillantez dotado de la unidad lumínica que posee un diamante. Cada poema, cada epigrama, cada verso y cada frase de Cantares del hombre solo , iluminan, develan y ocultan. Una poesía —esta la de Gutiérrez— de honda raíz vallejiana en su autenticidad, de filiación epigramática clásica (griegos y latinos) en su implacable humor deconstructivo y de una hijitud mejiasanchezca en su perfecta belleza.

La luz que emite el diamante de Cantares del hombre solo , nos sirve para alumbrar el sendero poético y vital que este texto marca. El texto se abre con una dedicatoria del autor a su padre, el poeta Juan Francisco Gutiérrez; inscribe dos epígrafes, uno de Lawrence Durrell y otro del Génesis, transcribe el magnífico poema de don Juan Francisco Gutiérrez titulado La advertencia y el ángel ; y el mismo autor se permite hacernos una advertencia sobre la interdicción de reproducir por cualquier medio este texto.

Los epigramas

Los Cantares del hombre solo , haciendo camino sobre un sendero infinito marca cinco estancias que son como cinco facetas de un pentágono diamantino:

Epigramas. Lugar donde en una apertura joyceana, así como Buck Mulligan inaugura el Ulises con la frase Introito al altare dei, Gutiérrez abre la marcha por el sendero desde el divino altar de la fina ironía epigramática.

La tercera estancia, el hablante lírico la nombra, Lección de urbanidad . Contiene las posibles lecciones de una ética poética que nos permite la convivencia en la polis, en la urbe, en lo urbano por no decir lo civil, lo citadino, lo ciudadano. El primer texto de esta sección, el poema titulado Lección de urbanidad es un magnífico monólogo que el hablante entabla con la misma poesía, a quien llama —mordazmente— señora. Sra: este texto-poema, prosa cortada/ ¡vaya Ud. a saber!/ no declara amor alguno/ ni aclara la correspondencia nocturna/ de la luna con el mar./ (…) En fin, Sra,/ sigamos así en gerundio hablando/ de esta amistad que entre Ud. y yo/ es una manera de amar/ venida a menos./

En los otros poemas de esta sección, la poesía se convierte en mujeres objetos del amor, la pasión, el deseo o la decepción del hablante o poeta, Lesbia, Esther o La Maga, y se canta a la ausencia, al desdén, al desamor, al olvido y a la soledad. Todo ello cantado desde una estricta e irónica visión de la urbanidad de un poeta enamoradizo y solitario.

La cuarta estación es la sección del más grande amor filial donde se congloban bajo la ternura más dolorosa, dos poderosos símbolos para el hablante: la madre y la patria. La sección lleva por título La Moncha, manera cariñosa o coloquial con que nosotros conocimos, quisimos y llamamos en esta ciudad a esa extraordinaria mujer llamada Ramona Rodríguez, La Moncha.

La quinta y última estancia, pertenece a la sabiduría oriental y el hablante la tituló Manual del Jardinero. Aquí culmina una parte del sendero en el jardín del amor al hijo Álvaro Marcelo, a los amigos Erasmo Aguilar, a las amigas la Lichita y Silvia y a las flores. Un viejo sabio este Li Tai Po que ahora reencarna en la palabra escrita y la voz del poeta y maestro Álvaro Gutiérrez, a quien tengo el honor de dejar con Ustedes. Pero cuidado, no es recomendable quedarse con Alvarito.

Ver en la versión impresa las páginas: 7 B

Cultura Álvaro Gutiérrez Poesía archivo

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