Los manifestantes prodemocracia en Hong Kong exigieron ayer que el jefe de Gobierno local, Leung Chun-ying, los reciba y amenazaron con ampliar sus medidas de fuerza, tras su declaración ayer de que China no dará marcha atrás en su decisión de limitar las reformas electorales en el centro financiero de Asia.
Los miles de manifestantes que reclaman un sufragio universal sin cortapisas y rechazan que en las elecciones de 2017 Pekín mantenga el control sobre los candidatos a jefe del Gobierno local, acudieron a Central y Admiralty, el pulmón financiero de la ciudad, no lejos de la sede del Gobierno local.
Leung Chun-ying, quien habló por primera vez desde los incidentes del domingo, instó a Occupy Central, la principal organización prodemocracia, a cesar de “inmediato” el movimiento y permitir que la ciudad recobre un funcionamiento normal.
“Los fundadores de Occupy Central dijeron en varias ocasiones que si el movimiento se volvía incontrolable, pedirían su cese. Les pido ahora que respeten su compromiso y pongan fin inmediatamente a su campaña”.
“Creo que seremos más de cien mil personas”, replicó el director de un fondo de inversiones y activista de Occupy Central, Ed Chin. “Si Leung Chun-ying anuncia su dimisión, esta ocupación cesará, al menos provisionalmente”, declaró el cofundador del movimiento, Chan Kin-man, en conferencia de prensa.
“Si Leung Chun-ying no sale a la Plaza Cívica antes de medianoche (…) creo que inevitablemente más gente saldrá a la calle”, dijo Alex Chow, secretario general de la Federación de Estudiantes, organizadora de los boicots a las clases que derivaron en protestas callejeras.
Los manifestantes rechazaron cesar sus protestas en vísperas de la fiesta nacional que conmemora la proclamación de la República Popular de China en 1949 y juran que ocuparán el corazón de la ciudad hasta que las autoridades de Pekín concedan las reformas políticas prometidas tras la retrocesión a China de esta excolonia británica en 1997.
El presidente chino Xi Jinping, intransigente ante cualquier amenaza percibida al poder del Partido Comunista, juró en un discurso por el Día Nacional, “salvaguardar con firmeza” la prosperidad y estabilidad de Hong Kong.
El Gobierno chino ha calificado de ilegales las protestas, pero no ha intervenido abiertamente, dejando el manejo de la crisis al Gobierno semiautónomo de Hong Kong.
“No tenemos miedo a la Policía, no tenemos miedo a los gases lacrimógenos. No nos iremos hasta que renuncie Leung Chun-ying”, dijo el dirigente estudiantil Lester Shum a una multitud cerca de los muelles.
Ayer en la tarde intensas lluvias cayeron sobre Hong Kong. “Hemos pasado más de una semana bajo el sol, atacados con gas pimienta. Podemos soportar la lluvia”, aseguró Choi, un estudiante de primer año de universidad.
“La revolución de los paraguas”
El paraguas, que ha servido de escudo contra el gas pimienta de la Policía china en las manifestaciones de Hong Kong, se ha convertido en un símbolo de la forma pacífica en que se desarrollan las protestas.
Están en cada esquina y sus usos son múltiples: a modo de sombrilla para combatir el sofocante calor, de refugio ante las lluvias que caen sin previo aviso en esta isla de clima tropical o como pancartas, con eslóganes en diversos idiomas que llaman al mundo a hacerse eco con “la revolución de los paraguas”.
Los parasoles fueron el refugio de los manifestantes durante la violencia policial el fin de semana, pero también su posterior fuerza. La imagen de una hilera de paraguas tras los que se protegían los estudiantes de los gases lacrimógenos corrió como la pólvora en Hong Kong y despertó el enfado de muchos, jóvenes y adultos, quienes decidieron ponerse en pie y defender a sus conciudadanos, hijos o compañeros.
Se produjo un punto de inflexión cuando la represión atrajo a más personas y cuando se bautizó al movimiento haciendo alusión al improvisado escudo de los estudiantes.
Las redes sociales son también clave en la rebelión. La extensa red de distribución de máscaras, alimentos, bebidas y remedios contra la deshidratación responde a una lista de peticiones que se van subiendo a internet a través de aplicaciones como documentos de Google o en páginas de Facebook, que, a diferencia del resto de China, aquí no están censuradas.
Aunque la manifestación sea organizada, tenga símbolo y un nombre, no posee un líder claro, pero ya se ha producido alguna división de opiniones que, como auguran analistas como Maya Wang, de Human Rights Watch, puede hacer que “la revolución de los paraguas” acabe fracasando.
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