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Wilfredo Montalván

Las protestas y el Canal

Los nicaragüenses solemos decir que “el que se ha quemado con leche hasta las cuajadas sopla”. Y la verdad es que en el asunto del Canal Interoceánico hay mucha tela que cortar, porque el gobierno que pretende impulsar dicho megaproyecto además de ser reconocido por su falta de transparencia y por ser corrupto, no ha estado a la altura de las circunstancias dando a conocer a la ciudadanía, como es su deber, todos los alcances que de realizarse tendría para la presente y futuras generaciones el mencionado proyecto. De ahí que el problema del binomio Ortega-Murillo, podría resumirse en dos razones: falta de credibilidad y desconfianza en cuanto a los bastardos intereses que se pueden estar moviendo tras bastidores.

Empero, si tenemos que vivir de realidades y no de sueños ya es hora que elevemos los asuntos. En primer lugar, veamos cómo fue aprobado el tal engendro chino–nicaragüense. Lo envía el gobierno inconstitucional de Ortega a la espuria Asamblea Nacional para que sea aprobado sin modificaciones. Internacionalmente esto es considerado como un adefesio jurídico que no tiene pies ni cabeza, por lo que cualquier futuro gobierno que sea elegido democráticamente en elecciones verdaderamente libres, podrá desconocerlo sin mayores problemas. Esta actitud de los diputados sandinistas que aprobaron semejante barbaridad es delictiva y solo nos recuerda las declaraciones del diputado norteamericano, Mr. Valentine, quien a principios del siglo pasado mientras cabildeaba en favor de los Estados Unidos sobre la construcción del manido Canal, declaró que “en Nicaragua es más fácil comprar un diputado que una mula”. ¡Habrase visto!

En segundo lugar, la actitud del señor Wang Jing, presidente de la HK Nicaragua Development, me parece poco clara y me recuerda las andanzas del francés aventurero Philippe Bunau-Varilla, quien embarcó hasta las más altas autoridades de los Estados Unidos (Theodore Roosevelt y John Hay) logrando cercenar Panamá de Colombia, inspirado en su frenético afán de recuperar cuarenta millones de dólares por los que les vendió la concesión que había adquirido de la Compañía Nueva del Canal de Panamá, después del fracaso de Ferdinand Lesseps, al gobierno norteamericano. De ahí que al igual que el periodista de prestigio internacional Andrés Oppenheimer, muchos nos preguntamos si tras la fanfarria del Canal, ¿no será de parte de los socios Jing-Ortega-Murillo más que un cuento chino, mientras oscuros intereses de índole personal y familiar se están moviendo tras bambalinas, sin que los nicaragüenses nos demos cuenta?

El asunto del Canal es tan grande y tan complejo que no puede ser decidido por un pequeño grupo de personas. Debe hacerse público y posteriormente cuando sea del conocimiento de la ciudadanía, convocarse a un referéndum para que sea la expresión de la voluntad del pueblo, en ejercicio pleno de su soberanía, la que decida si se sigue adelante o no con el proyecto del Canal. De ahí que aprovecho esta oportunidad para expresar la más firme y fraternal solidaridad a los valientes pobladores de Tolesmayda, Santo Domingo Piche y Buenos Aires del departamento de Rivas, quienes encabezados por su presidente municipal, Octavio Ortega, han salido a protestar por los abusos que el gobierno inconstitucional pretende seguir perpetrando en contra de sus legítimos intereses comunitarios y de la dignidad nacional. Somos ciudadanos —y no vasallos de ningún rey— que tenemos derecho a saber lo que se pretende hacer con cada pulgada de nuestro territorio cobijado bajo los pliegues de nuestra bandera patria.

El autor es periodista y Secretario General de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

Ver en la versión impresa las páginas: 11 A

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