La película que ahora vemos bajo el sello de Walt Disney nació como un cuento infantil de la escritora Judith Viorst. Fue publicado con buen suceso en 1972. Es una narración sencilla, que sigue las pequeñas desventuras de un niño durante un día de su vida. Alexander despierta descubriendo que tiene un chicle pegado en el pelo, y a partir de ahí, todo lo que le puede salir mal, le sale peor. El título está teñido de hipérbole, pero los desastres están apropiadamente escalados a su edad y estado en la vida.
El vívido retrato del narcisismo infantil tuvo resonancia. Generaciones han crecido con el volumen como título infaltable en las bibliotecas de niños norteamericanos. No era descabellado que alguien lo convirtiera en película. Lo extraño es que nadie lo haya hecho antes.
Debo confesar que las escenas promocionales me dejaron helado. Era una amalgama de dolorosos arrebatos de destrucción, escenificados con exageración de pretendida hilaridad. Parecía la segunda venida de Home Alone , una comedia de humillación para el público preadolescente. El remate era la absurda imagen de un canguro golpeando a Steve Carrell, como el atribulado padre que no puede más. Añada este episodio a la larga historia de publicidad engañosa. Alexander y un Día Terrible … es una película infantil que puede ver al lado de sus niños sin resentirlo. Los cambios de la página a la pantalla son ilustrativos sobre las demandas del proceso de adaptación y las demandas del cine familiar contemporáneo. Ya no basta entretener a los niños. Es necesario apelar también a los adultos. La adaptación de Rob Lieber extiende la crisis al resto de la familia, desarrollándose en dos días en lugar de uno. Alexander (Ed Oxenbould), sintiéndose solitario e incomprendido por la indiferencia de los adultos frente a sus predicamentos, desea que ellos sientan lo que él siente. Así, por arte de magia, su cumpleaños se vuelve un día terrible para toda la familia.
Alexander … recurre a genuinos factores de ansiedad en la sociedad moderna, económicos y sociales. El padre tiene meses de dedicarse al hogar y los niños por culpa del desempleo. La maldición de Alexander le complica severamente una prometedora entrevista de trabajo. Mama (Jennifer Garner) se enfrenta a un fracaso laboral cuando el libro que edita llega a las librerías con un trágico error de ortografía. Protegidos de demandas laborales, los hermanos de Alexander enfrentan desafíos sociales. Anthony (Dylan Minette) quiere pasar su examen de conductor a tiempo para llevar a un baile a su caprichosa novia (Becky Gibson). Emily (Kerris Dorsey) interpretará a Peter Pan en una obra de teatro escolar.
No hemos hablado de la fiesta de cumpleaños para Alex, en competencia con la del niño más popular de la escuela. Hay algo decididamente artificial en la acumulación de catástrofes. Pero el talentoso reparto, bajo las órdenes del director Michael Cuesta, logra crear un sentido de familiaridad, un resabio dulce bajo la exageración cómica. Casi todas las películas infantiles apuntan a un desenlace aleccionador. Eventualmente Alexander logra abandonar su ego y entender que cada quien lidia con sus propias frustraciones. La resolución llega con demasiada facilidad. No se siente como una lección ganada. Sin embargo, quizás no deberíamos pedirle tanto a una película que logra salir de la línea de ensamblaje con un poco de alma intacta. No tenga miedo de acompañar al niño al cine. Cuando el canguro aparece, patea traseros.
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