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Wilfredo Montalván

Protestas y decoro nacional

Desde hace algunas semanas la expectativa mundial ha venido creciendo, en torno a las masivas protestas que se están produciendo en nuestro país, por la arbitraria e inconsulta construcción de un Canal Interoceánico en nuestro territorio nacional. Lo que se percibe es que la gente está en contra del megaproyecto por la forma dictatorial con que está procediendo el binomio Ortega-Murillo asociado con un consorcio chino de dudosa reputación. Como en la famosa fábula del lobo, no temen solo que este va a llegar sino que ya está ahí y que si se descuidan, en aras de una falsa ilusión, no solo los van a dejar sin tierras y posiblemente, hasta sin el pan nuestro de cada día que con fervorosa devoción solemos pedir a Nuestro Señor. Pueblos que antes eran desconocidos por la opinión pública internacional como Potosí, El Tule, San Jorge, Nueva Guinea y otros más, ahora son enaltecidos no solo como defensores de sus legítimos intereses comunitarios, sino como abanderados de un país cuya dignidad estaba por los suelos.

Porque hay que decirlo sin ambages:

Sea porque no existe una oposición unida; sea porque la corrupción imperante ha penetrado hasta la médula de los huesos de los partidos políticos llamados a hacer oposición; sea porque nuestro pueblo está cansado, hastiado y decepcionado de tanto dirigente banal y venal; sea por lo que sea, la verdad es que la triste imagen que proyecta Nicaragua en el concierto internacional es la de un pueblo sometido y resignado a sufrir los vejámenes de una dictadura, respaldada por una Policía y una guardia pretoriana, sin un sólido respaldo popular (igual que en los tiempos de los Somoza). Y que no nos vengan con el cuento de las llamadas encuestas pagadas con los petrodólares venezolanos, porque eso ni ellos mismos se lo creen. A propósito de esto es bueno recordar lo que nos decía el célebre escritor Abelardo López de Ayala hace algunos años: “Triste suerte la del gobierno que nadie acusa en público, porque todos lo acusan en privado”. Y si Daniel Ortega es tan popular como dice la señora Murillo, ¿por qué tiene que robarse las elecciones? Las espontáneas manifestaciones públicas de protesta que se han producido en varios municipios del país, de acuerdo con la información que manejamos, están plena, total y absolutamente justificadas. Nicaragua no es la hacienda particular de la familia Ortega-Murillo para que ellos dispongan olímpicamente de nuestro destino como nación. ¡Basta ya de abusos!

Hace dos mil quinientos años, el filósofo chino, Confucio, se preguntaba y él mismo se respondía: “¿Cuál es la esencia de un buen gobierno? No resolver los asuntos con precipitación y no buscar el propio provecho” ¿Por qué los patrocinadores del proyecto en mención actuaron con vertiginosa precipitación? ¿Qué oscuros intereses se están moviendo para que el usurpador y sus secuaces atropellen con brutalidad inaudita los derechos fundamentales del pueblo nicaragüense?

Hegel, en su célebre obra Filosofía de la Historia señala que: “cuando el espíritu de una nación reclama una cosa no hay poder alguno que lo acalle”. Y ese espíritu, que ya se posesionó de algunas comunidades, tenemos fe que va a extenderse más temprano que tarde a toda la población consciente de la nación nicaragüense. Porque no solo está en juego el patrimonio de unas cuantas familias en las comunidades afectadas por el huracán canalero, sino la dignidad y el decoro de todo un pueblo que tiene pleno derecho a ser consultado en los asuntos que le atañen directa o indirectamente ¡Los pueblos dignos y libres protestan, los esclavos solo doblan la cerviz! El autor es periodista y Secretario General de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE)

Opinión decoro nacional protestas archivo
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