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Crucial elección en Brasil

La incógnita de la elección presidencial que se realizará el próximo domingo en Brasil no es si los votos serán contados honradamente o no. La expectativa tampoco es si el Tribunal Electoral brasileño le dará la victoria a la candidata oficialista aunque reciba menos votos en las urnas electorales, como ocurre en Nicaragua desde que Daniel Ortega recuperó el poder y sometió a su control autoritario todos los poderes e instituciones del Estado. O si dicho tribunal reconocerá o no el triunfo del candidato opositor si este resulta el más votado por los ciudadanos.

En Brasil hay una democracia solvente con instituciones respetables, sólidas y arraigadas. A pesar de que el gobierno en turno sea de izquierda o de derecha, existe la garantía y la confianza de que las elecciones son justas y transparentes, salvo el inevitable desequilibrio a su favor que siempre tiene el candidato del partido que está en el poder, sobre todo cuando aspira a la reelección.

En este sentido, por ser presidenta de Brasil en ejercicio y aspirar a la reelección presidencial, la candidata de izquierda Dilma Rousseff tiene ventaja sobre el candidato opositor de centro derecha, Aécio Neves. Pero aún así las encuestas indican que hay un empate técnico entre ellos y la incógnita es a quién favorecerá la estrecha franja de los indecisos —que según la última encuesta dada a conocer el miércoles de esta semana por Datafolha es apenas del 4 al 6 por ciento— para que se alce con la victoria en las votaciones del próximo domingo.

Por la solidez institucional del sistema democrático brasileño el rumbo del país seguirá siendo básicamente el mismo, independientemente de que la elección la gane Dilma Rousseff o Aécio Neves. Pero si ganara Neves la política internacional de Brasil dejaría de definirse por criterios ideológicos —como ha sido en los últimos doce años con los gobiernos izquierdistas de Lula da Silva y Dilma— y se determinaría más por el interés nacional brasileño. Eso es lo que asegura Andrés Oppenheimer que le dijo Rubens Barbosa, jefe del equipo de política exterior de la campaña electoral del candidato opositor.

Eso significa que Brasil podría poner fin a las relaciones preferenciales con los gobiernos izquierdistas y no democráticos, como son los de Venezuela y Cuba; y económicamente dejaría de priorizar los vínculos con el politizado Mercosur que le impiden establecer acuerdos unilaterales con la Unión Europea, con el consiguiente perjuicio para los intereses comerciales brasileños.

Otro prestigioso analista del contexto latinoamericano, el diplomático argentino Emilio Cárdenas, analizó ayer en el periódico La Nación, de Buenos Aires, que el triunfo de Aécio Neves y el consecuente cambio de gobierno en Brasil permitiría “volver a valorar la diversidad, en lugar de recitar discursos únicos y perimidos (o sea obsoletos) que nos llegan cuidadosamente ensamblados desde La Habana o Caracas… y habría oportunidad para animarnos a defender regionalmente, en serio, a la democracia, a sus libertades y a sus valores. Dejando de huir de esa responsabilidad”.

O sea que la democracia en América Latina ganaría más con el triunfo de Neves que con el continuismo izquierdista de Roussef. Por lo cual hacemos votos en favor de la victoria de la oposición este domingo en Brasil.

Editorial Brasil Elección archivo
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