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Donaji Peña Centeno

¿Qué pasó en Ayotzinapa?

Mis abuelos paternos, maestros rurales graduados de la Norma rural Luis Villarreal El Mexe Hidalgo, fundada por el presidente Lázaro Cárdenas fueron de las primeras generaciones. Se graduaron en 1937, año en el que comenzaron a trabajar. A lo largo del tiempo trabajaron duro, muy duro, en diferentes comunidades rurales y urbanas de Hidalgo, fueron gente de bien, gente de trabajo, contribuyeron a la formación de varias generaciones de niños de Actopan Hidalgo principalmente.

Mi abuelo trabajó 68 años para la Secretaría de Educación Pública (SEP), toda una vida. Dudo mucho que alguno de los funcionarios de la SEP tenga la experiencia y la trayectoria que él tuvo en esta institución. Él y mi abuela fueron amigos del trabajo y reacios a las manifestaciones, pero si hubiesen querido hacerlo lo hubieran hecho por una buena causa y nadie tendría que haberlos reprimido.

Mis abuelos ya no están y la normal donde estudiaron tampoco. ¿Por qué? No lo entiendo, las comunidades rurales siguen existiendo y la educación y su mejora sigue siendo una necesidad apremiante en el país, las famosas pruebas PISA lo demuestran.

Gracias al ejemplo de mis abuelos, de los maestros que fueron sus amigos y de los hijos de estos amigos, algunos de ellos la tercera generación de maestros rurales, es que tengo un alto concepto de los maestros orientados al campo y de su labor. De hecho admiro su amor y entrega por la docencia y hasta el día de hoy solo tengo cosas buenas que comentar sobre ellos.

Es por eso que el día de hoy me pregunto: ¿qué pasó en Ayotzinapa?, demando una explicación de los acontecimiento del 26 de septiembre de este año. ¿Por qué esta agresión extrema, cruel e inhumana hacia los normalistas y sus demandas? Estoy indignada ante el silencio incómodo del gobierno de México, indignada ante las excusas que presentan los políticos de los partidos que gobiernan al país. ¿Por qué después de tres semanas no aparecen los estudiantes? Me ofende hasta el límite de mi paciencia el nivel de corrupción que impera en las instituciones del Estado, la espiral de violencia en la que han sumergido al país, al igual que la impunidad que impera en todos los estados.

Me uno a la pena que embarga a los normalistas de Ayotzinapa y al profundo dolor de sus familias y alzo mi voz para exigir justicia, el esclarecimiento de los hechos y la destitución de las autoridades responsables.

Yo no voté para que las instituciones traten de esta manera a mis compatriotas y no estoy de acuerdo con el cierre de las normales rurales mucho menos con los acontecimientos recientes. Levanto mi voz porque me da vergüenza callar. ¿Cómo voy a volver a ver a la cara a tantos maestros rurales si me callo? ¿Hasta dónde tenemos que llegar para decir basta? Hace tres semanas fueron los normalistas, mañana ¿quién sigue?

Mi voz junto con la de muchos mexicanos también cuenta, mi voz no va a callar. Yo también digo “pueden quitarme todo menos mi voz”.

La autora es arquitecta, mexicano-nicaragüense.

Opinión Ayotzinapa educación archivo
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