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De la Selva y el cesarismo

El Ensayo sobre Julio César del poeta y escritor nicaragüense del siglo pasado, Salomón de la Selva, que comenté brevemente en la columna del sábado 11 de octubre corriente, se refiere específicamente a la figura de César, no es un estudio del cesarismo aunque esté implícito.

El Ensayo sobre Julio César del poeta y escritor nicaragüense del siglo pasado, Salomón de la Selva, que comenté brevemente en la columna del sábado 11 de octubre corriente, se refiere específicamente a la figura de César, no es un estudio del cesarismo aunque esté implícito.

En efecto, De la Selva en su Ensayo abunda en detalles históricos sobre la vida de Roma en el tiempo de Julio César, la vida personal de este y su trayectoria militar y política. Y además traza el perfil del tirano, del tirano en general, de todos los tiranos, desde los tiempos de la antigua Roma hasta la época actual.

El cesarismo, como sabemos, es el sistema y modalidad de ejercicio del poder político que instituyó Julio César en la antigua Roma y el cual se conservó y diseminó por todo el mundo a lo largo de la historia. Y se practica hasta ahora con diversas variantes. Se trata de un “sistema de gobierno autocrático en el cual una sola persona ejerce todos los poderes del Estado”, según lo define Guillermo Cabanellas en su Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Y agrega el mencionado maestro jurídico e historiador que el cesarismo “integra una variedad de la dictadura, de la autocracia, del absolutismo, del despotismo más o menos ilustrado o tiránico…”

Salomón de la Selva, por su parte, no menciona el cesarismo por su nombre pero lo define de manera magistral al trazar el perfil del tirano, según lo cité la semana pasada.

Aproximándose al final de su Ensayo sobre Julio César, De la Selva señala que el gran dictador romano “quería establecer una monarquía hereditaria… Hereditaria de su sangre, de preferencia, pero no necesariamente tal, sino basada en el derecho de cada monarca a nombrar a su sucesor…”

Según nuestro insigne escritor leonés, para Julio César eso era muchísimo mejor que dejar a las legiones armadas la decisión de ser ellas, “en sanguinaria rivalidad unas contra otras, quienes escogieran entre sus imperatores al Emperador”. Además de que —subraya De la Selva—, “la ilusión de que el pueblo fuese quien eligiera al gobernante era vana. A lo largo de los dos mil años desde su muerte (de Julio César), ha sido un ideal nunca realizado”.

En este punto de su Ensayo Salomón de la Selva traslada su enfoque de la antigua Roma a Hispanoamérica, donde, subraya, “nunca han sido los pueblos quienes han designado a sus gobernantes. Las más de las veces estos se han impuesto. A lo sumo, en los mejores casos, los sufragios populares han escogido entre candidatos que les presentaron grupos representativos de intereses, de ambiciones y de egoísmos estrictos, encubiertos bajo el nombre engañoso de partidos populares”. Y refiriéndose específicamente al México de 1956 (donde residía cuando escribió su Ensayo) De la Selva advierte que “hay cierta amplitud para permitir que uno que otro grupo disidente designe candidatos de Oposición, una condescendencia liberal para con quienes corren tras el fuego fatuo de la democracia”.

En este caso se refería a México, como dije antes, pero igual su enfoque acerca de cómo se escoge a los gobernantes es aplicable a la Nicaragua de hoy, en el año 2014 y permite “adivinar” lo que pasará en las próximas elecciones que se deben celebrar el primer domingo de noviembre de 2016.

El estudioso español del cesarismo, Martin Hans Stutz Lucca, cita en un ensayo sobre este tema al historiador francés Jérome Carcopino, especializado en el estudio de la Roma antigua, quien observó que “es propio del cesarismo apoyarse justamente en la voluntad de aquellos a quienes aniquila políticamente”, es decir, en la gente más humilde de la población. “Por ello —asegura Stutz Lucca— el cesarismo suele derivar hacia formas populistas, basado en el plebiscito del pueblo a un césar en una especie de democracia directa, fundamentada en la movilización popular convocada por un líder carismático. El pueblo queda constituido entonces como una masa clientelística, súbdita de los planes del gobierno. Además se produce el efecto de que los marginados y excluidos se convierten en una bolsa de reserva para las autoridades, que los mantienen en su precaria situación deliberadamente”.

Tampoco estos autores se referían a Nicaragua. Pero lo que ellos expresan acerca del contenido y las formas del cesarismo retrata cabalmente al nuevo césar nicaragüense. Nuevo, digo, porque en el pasado otros individuos —como Zelaya, los Somoza, en particular Somoza García y el mismo Daniel Ortega— también gobernaron como césares

Columna del día cesarismo Salomón de la Selva archivo

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