No se puede boxear sin manos. Un coto al ataque que se enfrió en medio de la nieve. José Quiebra Jícara Alfaro apareció en Rusia pagando la culpa de una trayectoria esforzada. El día D de su vida era ayer en Moscú. Cayó tendido en el tercero (se levantó) y luego en el quinto asalto se desplomó en el piso del cuadrilátero con un ataúd al lado para sepultar su carrera, la cual llegó a su fin como alguien con aspiraciones para continuar a la espera de una redención. El ruso Eduard Troyanovsky peleó a su antojo y se engolosinó en la quijada del excampeón nicaragüense.
No es trágico perder, lo fatal es la forma. Luego de que en el primer round Troyanovsky respetara al pinolero, la debacle inició desde el segundo. Cuando el ruso sintió que al frente tenía un nombre más que alguien preparado para una pelea exigente, dispuso de distancia, midió con jabs constantes y preparó sus rectos fulminantes para terminarlo con volados de derecha.
La historia del muchacho que quebraba jícaras en Nagarote, apodado de esa manera por su papá, estuvo amarrado durante toda la pelea. No atendió las indicaciones de pelear en corto y su cuota de oportunidad se vio en la lona al esconder su izquierda, que lo llevó a tener el prestigio alcanzado.
El ruso elevó su récord a 19-0, con 16 nocauts y ganó el título internacional de la AMB.
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