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La juventud: una perspectiva necesaria

Ante la falta de cohesión social que conduce a nuestro país a la fragmentación y a la configuración de “la sociedad disociada” hemos insistido en la necesidad de un diálogo intersectorial que involucre al Estado, los partidos políticos y los diferentes sectores a fin de tratar de establecer criterios fundamentales comunes sobre aspectos, como la institucionalidad, el Estado de Derecho, la democracia, la educación, la salud, el empleo, el combate a la pobreza, el desarrollo económico, entre otros, que desemboquen en un proyecto de nación que vaya más allá de los intereses partidarios y personales y que sea capaz de construir un acuerdo base sobre el cual sustentar el quehacer político, económico y social del país.

Ante la falta de cohesión social que conduce a nuestro país a la fragmentación y a la configuración de “la sociedad disociada” hemos insistido en la necesidad de un diálogo intersectorial que involucre al Estado, los partidos políticos y los diferentes sectores a fin de tratar de establecer criterios fundamentales comunes sobre aspectos, como la institucionalidad, el Estado de Derecho, la democracia, la educación, la salud, el empleo, el combate a la pobreza, el desarrollo económico, entre otros, que desemboquen en un proyecto de nación que vaya más allá de los intereses partidarios y personales y que sea capaz de construir un acuerdo base sobre el cual sustentar el quehacer político, económico y social del país.

El panorama político y social de Nicaragua expresa la existencia de un conjunto de intereses sectoriales, sin una integración que trascienda las expectativas fragmentarias y sin la visión de una estrategia global que involucre a toda la nación. Cada día observamos diferentes temas que dividen sin que haya respuestas que tiendan a superar las diversas situaciones que se presentan. No se trata de que existan problemas, eso es natural e inevitable, sino de que no hay propuestas de soluciones estratégicas que vayan más allá de lo táctico e inmediato, cuyo interés concierne a un sector político o social determinado, salvo algunas excepciones que merecen todo el respaldo que requieren.

En este momento ha regresado el tema del Canal Interoceánico, momentáneamente desplazado por otros asuntos de impacto colectivo, particularmente en lo que se refiere al justo reclamo de los propietarios de tierras que ven amenazados sus derechos de propiedad, a causa del riesgo de expropiación y de los derechos desmesurados que la Ley 840 y el Tratado Marco confiere a los concesionarios de la obra. Este es un problema de nivel nacional que requiere una consideración responsable y seria, pues concierne a los derechos de propiedad amenazados por la falta de una adecuada tutela jurídica, sin perjuicio de los riesgos medioambientales y del peligro de contaminación del Lago de Nicaragua.

Un asunto de esta naturaleza requería de un diálogo y de una consulta nacional, al igual que otros asuntos de importancia exigen la participación de la ciudadanía como ejercicio necesario de la democracia.

Pero más allá de los hechos puntuales, por trascendentales que estos sean, se requiere de una concertación y de un acuerdo nacional que siente las bases que permitan una coexistencia libre, democrática y pacífica. Pienso que sin perjuicio del diálogo intersectorial, que necesariamente debería realizarse, se requiere de un diálogo intergeneracional que permita, con una visión de mayor alcance, integrar las visiones distintas que diferentes generaciones tienen sobre aspectos de interés nacional. Es aquí donde es fundamental escuchar a la juventud nicaragüense, y no solo escuchar, sino dialogar y debatir, si fuese necesario, para integrar visiones complementarias que puedan ayudar a configurar un plan de nación.

Sé muy bien, lo sabemos todos, que gran parte de la juventud ha perdido la fe en lo que hasta hoy han sido los valores generalmente aceptados en la cultura, la política, las instituciones, en los dirigentes, en los distintos campos de la vida nacional y que esto en buena parte es responsabilidad de las generaciones adultas, entre las cuales me incluyo, que no han sabido construir un mundo mejor y que más bien, en no pocos casos, han contribuido a ensombrecer el futuro y a debilitar la esperanza en el mañana.

Pero también esa crisis es consecuencia de una serie de factores mucho más complejos que han conducido no solo a una serie de “cambios en el mundo, sino a un cambio de mundo”. El vacío que de alguna manera hoy se percibe se debe en buena medida a que la mayoría de las generaciones adultas sobreviven en un mundo que va desapareciendo. La perspectiva de la juventud es diferente. Su actitud ante el mundo y la vida se caracteriza más por la búsqueda de la tierra firme del presente que por la ilusión del futuro y la nostalgia de un pasado que no sienten que les pertenezca.

No obstante las consideraciones hechas, ellas no liberan a los jóvenes de la responsabilidad histórica que les corresponde hoy y sobre la cual serán interrogados mañana por otra juventud que les preguntará y esperará respuestas que tendrán que dar, así como nosotros intentamos hoy dar las nuestras.

Cada generación tiene una responsabilidad histórica que no debe eludir. La juventud actual tiene el compromiso de contribuir a forjar los valores del mundo que les tocará habitar en la plenitud de su vida y la juventud nicaragüense tiene el deber de contribuir a reconstruir la nación que ha venido siendo destruida con una constancia digna de mejor causa.

Uno de los temas más sensibles es el de la educación. Los jóvenes que no tienen acceso a la educación son brasa ardiente en la conciencia de todos. Quienes tienen la fortuna de poder estudiar no deben olvidar jamás a los miles de jóvenes y niños que no pueden hacerlo. La educación debe llevar a una actitud de encuentro y convivencia entre los nicaragüenses y contribuir a forjar la cultura del consenso y el diálogo que sustituya la de la intolerancia y la confrontación.

Debemos luchar todos para que la juventud nicaragüense pueda estudiar y forjarse en el conocimiento, la reflexión y la ética, sin aislarse de los problemas de nuestro país. El desconocimiento de la propia realidad es el primer paso a la insensibilidad y la indiferencia. Hay que preservar y consolidar la pureza de los valores naturales a la juventud para defenderse con ellos, como con una coraza moral, de las acechanzas de un tipo de pragmatismo utilitario, deshumanizado y cínico, tan generalizado en esta época.

No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos contribuir a construir el futuro y como el mañana se construye (o se destruye) hoy, es este el momento para tomar conciencia de la necesidad de corregir la ruta y reorientar el rumbo.

Los jóvenes envejecen, pero la juventud permanece y esa permanencia es la que hace posible un futuro mejor que debe ser reinventado por cada generación. Es por todo ello que pienso que sería muy provechoso, como ya lo he expresado en diferentes ocasiones, propiciar o fortalecer el diálogo intergeneracional. Ello permitiría integrar las distintas perspectivas que surgen de la ubicación en una determinada época, que equivale a decir, en una determinada generación. Integrando visiones y particularmente el punto de vista de la juventud puede contribuirse significativamente a forjar una plataforma ética y una escala de valores necesaria para el desarrollo libre, digno y humano de nuestro país. Esa es la esperanza y ese el desafío.

El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

Columna del día democracia fragmentación juventud archivo

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