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Mario José Moncada

Mejor preparados que sorprendidos

El más reciente episodio con la tormenta tropical Hanna, que se formó sobre el Mar Caribe al este de Bilwi, Nicaragua, el pasado 27 de octubre, me hizo recordar lo ocurrido siendo yo reportero de desastres naturales en 1999 cuando la tormenta tropical Katrina también entró por el Caribe Norte nicaragüense el 29 de octubre de ese año. Además de las puras coincidencias (ambas fueron tormentas tropicales, entraron por la Región Autónoma del Atlántico Norte, en octubre y duraron algunas horas como ciclones en esta categoría), hicieron sonar las alertas nacionales. Ambas tormentas fueron como diríamos en buen nicaragüense “llamarada de tuza”, es decir pura bulla, al menos no tuvieron un impacto nacional.

Sin embargo, los nicaragüenses también solemos decir que es mejor estar preparados a que nos agarren movidos. Ante desastres naturales como los ciclones tropicales podemos prepararnos con cierto tiempo con la ayuda de los satélites y otros recursos tecnológicos, para evitar o mitigar un desastre mayor.

Las lecciones aprendidas por otros ciclones como Mitch (1998, escala 5, la peor de todas, con vientos de más de 290 kilómetros por hora y que causó más de dos mil muertos en el país), Joan (1988), Alletta (1982) e Irene (1971), son algunos de los desastres que se llevaron miles de vidas y cambiaron, en muchos casos radicalmente, la geografía nacional.

En cambio Hanna y Katrina entraron al país, descargaron algunas lluvias y sus vientos —de hasta 75 kilómetros por hora— pronto se debilitaron sobre una región relativamente poco poblada. Katrina logró sobrevivir por algunos días, hasta desaparecer el 1 de noviembre sobre la península de Yucatán, México; mientras que Hanna se disipó sobre las llanuras del Caribe nicaragüense.

No hay duda que, como país, debemos seguir mejorando nuestro sistema de alerta temprana ante desastres naturales, lo cual pasa en parte por educar aun más a la población, fortalecer el Sistema Nacional de Prevención, Mitigación y Atención de Desastres Naturales (Sinapred), la Defensa Civil y dotar al Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (Ineter) de mayor personal técnico, recursos económicos y tecnológicos.

También es vital que el Gobierno y la población en general potencien el uso de las redes sociales, además de los tradicionales medios de comunicación, para emitir alertas tempranas sobre potenciales desastres o sobre desastres naturales en desarrollo. También para educar constantemente sobre los diversos desastres a los que estamos expuestos, su prevención y mitigación. Buenos y exitosos ejemplos son los caso de @MARN_Oficial_SV en El Salvador y @onemichile en Chile, que según sea el caso emiten alertas (según las escaladas definidas por estas instituciones) para lluvias, inundaciones, desbordes de ríos, erupciones volcánicas, terremotos y tsunamis.

Nicaragua ha logrado grandes avances al fortalecer la Red Sísmica Nacional, la red meteorológica y el sistema de alerta ante tsunamis en la costa del océano Pacífico. Pero falta mucho por hacer.

La potente erupción volcánica del Cerro Negro de 1999, el somero y destructivo terremoto de 5.1 grados en la laguna de Apoyo de 2001, además del deslave del volcán Casita y la destrucción del pueblo de Wiwilí por la crecida del río Coco a causa de las lluvias del Mitch, son algunos de los desastres que me tocó cubrir y que nos deben recordar que somos un país altamente vulnerable y que día a día debemos prepararnos más, más y más. Prepararnos nunca está de sobra.

El autor es periodista y asesor en Comunicación Corporativa de Centroamérica.

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