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Nicolás Navas reúne parte de sus poemas que dialogan con la naturaleza, el amor, y el yo interior de su ser poético, versos que cantan a la profundidad de las cosas y de la condición humana.

Versos de agua y viento

Nicolás Navas reúne parte de sus poemas que dialogan con la naturaleza, el amor, y el yo interior de su ser poético, versos que cantan a la profundidad de las cosas y de la condición humana.

Yo no soy yo

Auscultando al silencio miro
que yo no soy yo
Soy este otro, audaz, cosmogónico
con el que me refocilo a diario
con el que me libero a ratos.
Al que conozco y desconozco
al que odio con todo mi amor
al que amo con todo mi odio.
Con el que me escondo detrás de los saludos
con el que me abrazo detrás de los abrazos
con el que beso y con el que muerdo
con el que sueño que vivo
con el que vivo hasta la muerte.

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Ars

Dadle una palabra.
Una palabra que no diga nada,
que lo diga todo.

Estrújala en tus manos;
barájala;
combina las sílabas;
saca una a una
las letras.
Ahora está bien.
Tú tienes la palabra?
Tírala, poeta!
Que no digan después
que olvidada dejamos la palabra.

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No sabía

Cuando creía que la vida
es eterna fiesta,
charanga, pasiones, orgía
y sabrosa alegría.
Juro que no sabía
que en la vejez lo pagaría.

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Si me amaras Marina

Si me amaras, Marina, si me amaras
y en estatua de carne convertida,
no la mujer de Lot, sino lacustre,
que siendo tú, también ya eres mía.

Que mía siendo más en ti viviendo
uno solo somos y dos en uno.
Umbilical pasión nos lleva asidos
tu siendo ya mía y yo siendo tuyo.

Que siendo tú y ya entregada mía
y siendo yo, más entregado tuyo
ya solo queda la fatal espera.

Unidos en la vida siempre iremos
de la mano de Dios, yo de la tuya
que siendo dos nos entreguemos uno.

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Como las hojas secas embriagadas de verano

Reviso el parqueo de mi memoria.
En el archivo de mis neuronas esculco.
Vienes por un sendero de ecos recién nacidos
que traen tu nombre insertado en la vigilia.

Hay un desnudo proyector fantasma
mostrando tu imagen de arcoíris
como ilusión asomada en la arboleda chancomida

Te busco en las mañanas runruneantes
y vienes montada en una flor de azucena virgen,
imagen opaca de la ilusión perdida
desgranada en su pureza
y mientras te busco te escondes en las sombras
de tu orgullo silvestre
porque ya te olvidaste del olvido desquiciado
que corre como un río loco
y manosea las entrañas del deseo y el amor.

Te llamaré en las tardes que saltan los tejados
de la memoria
cuando corren en lo etéreo como perros desbocados
los triste pensamientos
repartiendo ausencia y llevándonos de la mano
del querer que vuelvas, del regreso huérfano.
Qué sabrás entonces de la amargura que huye
y la indecisión que lubrica tu mirada?
Traerás en tu mano la humildad desgajada
como fruto celeque, incompleto en su madurez de amor?
Recobrarás la semilla íngrima
para la nueva germinación de la ternura?
Abrirás los surcos para olvidar la simiente y sus brotes?

Aquí se envejecerá mi cuerpo con la espera inútil
y el suspiro de la noche me empujará insistentemente
hasta rodar por siempre sobre la pedregosa senda
como las hojas secas embriagadas de verano.

Cultura Literaria literatura poemas Poesía archivo

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