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Juan Bosco Cuadra

De la poesía a la música y viceversa

“Lo que producen los genios trasciende el espacio y el tiempo; sus creaciones permanecen para siempre”.

Decía Leonardo Da Vinci que la más divina de las artes era la pintura porque “abarcaba todos los objetos visibles” mientras que, para Schopenhauer, era la “música”.

Dos genios opinando sobre el arte tuvieron diferente opinión. La razón es muy sencilla: en el tiempo de Leonardo no existían los medios para grabar las melodías musicales, solo se escuchaban y, en el acto, desaparecían. En cambio, la pintura era más permanente. Las circunstancias históricas les hicieron opinar de una manera diferente. Cinco siglos hacen esta diferencia: Leonardo perteneció al Renacimiento y Schopenhauer al siglo XIX.

Tengo vagos recuerdos de mi niñez y adolescencia cuando en el colegio escuchábamos declamar los poemas más importantes de Rubén Darío, a saber: Caupolicán, La Marcha Triunfal, A Margarita Debayle, Los motivos del lobo , etc.

Hoy en día todo ha cambiado, los medios de comunicación han invadido nuestra vida y aquellas declamaciones de antaño se pierden en el bullicio de la TV o en las ruidosas discotecas. En otras palabras, los paradigmas culturales han cambiado radicalmente.

En el año 1910, cuando Rubén Darío visitó Montevideo, en el Uruguay, los teatros se llenaban para escuchar al fundador del Modernismo. Hoy en día, son los músicos los que aglomeran a una enorme cantidad de gente, especialmente jóvenes y adolescentes.

Desde hace algunos años, me he venido dedicando a la música con mucha pasión, pero fue la poesía dariana la que me cautivó para realizar un magno proyecto. Cuando leo los poemas de Darío, capto una musicalidad intrínseca en ellos, que me hizo figurarme la posibilidad de cantarlos con las melodías correspondientes.

En Chile le pusieron música al Himno de los Bomberos ; en Montevideo, al poema Montevideo y, en su libro Historia de mis libros , Rubén cuenta que, su panegírico, José Enrique Rodó, le aconsejó ponerle música, con voz de mujer, a su poema, Sonatina .

Estos ejemplos históricos despiertan la posibilidad de emprender un proyecto musical que haga más accesible la poesía dariana al gran público.

He observado también, que recientemente algunos músicos nicaragüenses han estado haciendo un trabajo en esta línea. ¡Encomiable labor! Pero, lamentablemente, sus melodías no están correspondiendo a la melodía de cada poema. Los estilos musicales que les aplican a los poemas destruyen el significado de la poesía y dejan mal parada a la melodía.

Por otro lado, me he encontrado también posiciones bastante recalcitrantes de parte de algunos intelectuales que he llamado “dariistas”, contrarios a los “darianos” que admiran, alaban y siguen las huellas del genio de las letras castellanas. El no aceptar la posibilidad de poder musicalizar algunos poemas del poeta, es no entender la poesía, ni mucho menos la música. Y no digamos del arte en general, que permite hacer estas fusiones con preciosos y bellos resultados. Sus reacciones ultraconservadoras y dogmáticas les impide aceptar y creer en la posibilidad de esta “creación artística”.

Lograr la “sinergia” y la “simbiosis” entre la melodía musical y la melodía poética, no es tan fácil. Se requiere de parte de los músicos, un “oído poético”, antes de imponer un estilo musical determinado. Solo en este sentido se podrá cumplir con las mismas intenciones del Príncipe de las Letras Castellanas.

En conclusión “declamar” ha dejado de ser un paradigma cultural solo aplicable a los especialistas. La poesía hoy en día adolece de expresividad; la música, de melodía y contenido. Juntemos ambas y estaremos creando un nuevo “paradigma cultural” acorde a estos tiempos que nos han tocado vivir.

El autor es filósofo y catedrático universitario.

Opinión música Opinion Poesía archivo
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