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“No escribo pensando en premios”

Un nuevo galardón alimenta el fructífero recorrido de Sergio Ramírez Mercado por la literatura: Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2014. El reconocimiento, uno de los más valiosos en el mundo de las letras castellanas, le fue anunciado desde México vía telefónica y el doctor Ramírez, a como le llaman en Nicaragua los más formales en razón de su título de abogado, no niega la alegría de esa distinción por varios motivos unidos en un solo premio: Carlos Fuentes fue su maestro literario en tantos sentidos de su formación intelectual, el predecesor en el premio fue Mario Vargas Llosa, hoy Premio Nobel de Literatura que presidió la mesa del jurado y su nominación por la fundación Gabriel García Márquez, se da en el año del centenario de Julio Cortázar. Felices coincidencias para él “porque ellos cuatro guiaron mis primeros pasos como escritor”. De ese premio, del mundo y de Nicaragua habla Ramírez en esta conversación vespertina en el jardín de su casa en Managua.

[doap_box title=”Plano personal” box_color=”#336699″ class=”aside-box”] Sergio Ramírez Mercado es abogado de profesión, graduado en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, pero nunca litigó ni usó el Derecho para en un juicio o una gestión civil. Ramírez es autor de más de 55 libros, entre novela, cuento, ensayo, testimonio y otros géneros, que han sido traducidos a muchos idiomas, entre ellos portugués, inglés, francés, alemán, italiano, holandés y mandarín. A lo largo de su trayectoria ha sido reconocido con el Premio de Novela Alfaguara 1998 y el Premio Casa de las Américas 2000 por “Margarita, está linda la mar”. También ha recibido el Premio Latinoamericano de Cuento 1971 y el Iberoamericano de Letras José Donoso 2011. [/doap_box]

Un nuevo galardón alimenta el fructífero recorrido de Sergio Ramírez Mercado por la literatura: Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria 2014. El reconocimiento, uno de los más valiosos en el mundo de las letras castellanas, le fue anunciado desde México vía telefónica y el doctor Ramírez, a como le llaman en Nicaragua los más formales en razón de su título de abogado, no niega la alegría de esa distinción por varios motivos unidos en un solo premio: Carlos Fuentes fue su maestro literario en tantos sentidos de su formación intelectual, el predecesor en el premio fue Mario Vargas Llosa, hoy Premio Nobel de Literatura que presidió la mesa del jurado y su nominación por la fundación Gabriel García Márquez, se da en el año del centenario de Julio Cortázar. Felices coincidencias para él “porque ellos cuatro guiaron mis primeros pasos como escritor”. De ese premio, del mundo y de Nicaragua habla Ramírez en esta conversación vespertina en el jardín de su casa en Managua.

¿Qué significa el Premio Carlos Fuentes en su vida?

La literatura es un camino que va siendo jalonado por mojones; uno anda por ese camino sin la pretensión de detenerse a recibir un premio, que cuando viene es estupendo, pero ponerse a escribir pensando en los premios deteriora la escritura, hace que la calidad se pierda, o que quizás algunos piensen que a más lectores más popularidad y hay que aflojar la escritura, hacerla más fácil y yo creo que es todo lo contrario: el buen lector aprecia el trabajo literario que es a lo que yo me debo. Entonces en este momento el hecho de que un jurado de tanta calidad, como Mario Vargas Llosa y otros grandes escritores, me hayan elegido para esta distinción, me hace reflexionar a mí sobre mi misma escritura, lo que he logrado, lo que no he podido lograr. El premio no me dice que ya llegué al final y por lo tanto debo sentarme a cosechar, sino que es como un segundo aire, para seguir corriendo por el camino, seguir escribiendo y descubriendo los nuevos mundos que la escritura me ofrece y completando una obra que siento que no está completa y que solo se va a completar en los años por venir.

Aunque usted dice que en la literatura no se debe escribir pensando en premios. A qué más debe aspirar un escritor ¿Ha pensado alguna vez en un Nobel de Literatura?

(La pregunta lo toma por sorpresa y ríe) Nunca me he puesto a pensar en eso. No es como que me sienta yo en una lotería, esperando a ver qué premio va a caerme, no. Por supuesto que si en el futuro hay otro premio literario, otra distinción, pues será estupendo, yo me sentiré tan feliz como me siento ahora y como me he sentido con cada distinción que se me ha hecho en este largo recorrido por las letras.

Más de 50 años de vida literaria como escritor, 72 años de vida y muchos planes aún. ¿Hasta dónde llega el escritor en el tiempo?

Si uno se detiene —y estos premios sirven para eso, para ver atrás y contemplar que han sido 50 años de vida literaria y más de 50 libros escritos—, puede darse cuenta si sigue teniendo la misma pasión por querer contar a como la tenía cuando era joven, entonces no hay fecha prevista en el calendario para el retiro. Yo he sostenido mi voluntad de escritor, desde aquella vez cuando tenía 20 años y llegué a Masatepe a la casa de mi padre a presentarle el primer libro que había escrito, que era un libro de cuentos. Mi padre me había mandado a estudiar Derecho a la UNAN en León, y antes del título de abogado, le llevé un libro, así que iba temeroso de su reacción. Y cual fue mi emoción que, al contrario de lo que temía, mi padre que no era letrado sino un comerciante y agricultor que deseaba que yo fuera alguien en la vida, me alentó a seguir el camino de la literatura al decirme: “Ahora tenés que escribir una novela”. Y así he seguido la vida.

Leyendo una de sus cuentas en las redes sociales se entera que la vida de Sergio Ramírez es muy activa y tiene una agenda bastante apretada: viajando, haciendo presentaciones, dando conferencias y charlas en universidades y participando en foros de periodismo. ¿En qué momento escribe?

¡Esa es una buena pregunta que yo mismo me estoy haciendo! Yo mismo reflexiono que estoy haciendo eso que vos decís, ahora siento que es demasiado y esto es como un cubo de agua que se va llenando y cuando uno se percata ya se llenó la agenda de compromisos. Ya mi agenda del 2015 tiene muchísimas actividades y entonces voy recortando, aunque creo que voy aceptando los compromisos que considero esenciales, si yo aceptara todas las invitaciones que recibo, viviría en los aviones y aun así, siento que tengo que dedicar más tiempo a la escritura. Voy a ver si cumplo ese propósito y dedicarle más horas a la escritura, y eso que le saco más tiempo al tiempo y exprimo las horas del día, porque al fin mi oficio es escribir y no hablar de la escritura.

A propósito de su escritura ¿de qué se alimenta su ingenio en estos tiempos de redes sociales, televisión digital y noticias de entretenimiento en las pantallas cada vez más grandes de celulares y tabletas?

En primer lugar, mi primer escenario es Nicaragua, nuestra casa. Yo vivo al tanto de todo lo que ocurre en el país, no solo de la vida política como se debe pensar, sino de todo lo que ocurre en la vida social, porque mis personajes están no solo en mi pasado, sino ahí en la vida cotidiana, en las calles, los barrios, en lo que está ocurriendo al día. Y trato de penetrar en esta sociedad como hoy es con sus conflictos sociales, con los intereses contrapuestos, la pobreza, la marginación; cómo el país ha cambiado muchas veces y no para bien sino para mal. Luego mi siguiente círculo de información es Centroamérica, el vecindario, luego lo que pasa en América Latina y el Caribe y más allá, lo que pasa en el mundo. Yo trato de hilvanar mis historias con referencia a lo contemporáneo, que sean historias a través de las cuales me puedo comunicar con la gente, que los lectores puedan comprender que hablo de sus propios conflictos, que nos rodean a todos y mostrar esos hilos conductores, esos hilos negros que conducen la vida individual, social, la pobreza, el narcotráfico, las migraciones forzadas, la corrupción, la hipocresía, el falso discurso, todo eso que palpita en la vida social, son los temas y tragedias diarias que alimentan el trabajo del escritor. Alguien podría preguntarme ¿qué tienen que ver las migraciones con el escritor? Yo digo que mucho; si lo vemos en sentido masivo, el fenómeno terminará en un telón de fondo, pero si entramos en la vida de cada quien, alguien que abandona su familia, coge sus bártulos y se va corriendo peligro, ya todo eso es un drama, porque no sabemos en qué termina esa vida, aunque muchas veces vemos la tragedia que viven nuestros migrantes que cogen rumbo a Costa Rica o en su ruta a Estados Unidos, con todos los peligros que eso implica en las fronteras de México y Estados Unidos.

A propósito de México, América está aterrada con la brutalidad de los narcos con los hechos de Iguala, y más allá, en Medio Oriente, el Estado Islámico infunde terror con sus decapitaciones. En África, Boko Haram riega la tierra con sangre y roba niñas colegiales para venderlas como prostitutas. ¿La realidad del mundo está superando la ficción de las novelas?

Muchas veces la realidad supera la ficción de las novelas. Sin embargo quiero decirte algo, antes de llegar a eso. Muchas veces la historia se repite, solo que los personajes cambian de vestiduras, según la época. Por ejemplo, esos horrores de Boko Haram ya los hemos visto antes. Idi Amin, el dictador de Uganda, tenía una refrigeradora con los hígados y corazones de sus enemigos y se los comía literalmente. Y estaba el emperador de África Central, que solo la corona con la que se hizo coronar emperador costó 30 millones de dólares en un país absolutamente miserable. En fin, son historias que se van repitiendo, pero no hay dudas que hay peligros que acechan a la humanidad que me paran los pelos de punta. Esto del Estado Islámico es quizás la amenaza más seria a la civilización que he visto en los últimos tiempos, vos ves que es un estado feudal basado en el asesinato como regla, con decapitaciones transmitidas en vivo, que además recibe fondos millonarios de potencias orientales, potencias petroleras que se fingen amigo de Occidente, pero que alimentan ideologías extremistas, entonces existe el peligro de llevar el Estado Islámico a un punto donde nadie va a poder detenerlo. Son escenarios sangrientos por todas partes, donde uno mira hay amenazas latentes que hacen que el mundo sea cada día un lugar más peligroso para la vida.

Un poco más acá, a Nicaragua, ¿qué escenario peligroso o amenaza latente usted encuentra en nuestra realidad? Hay quienes dicen que el Canal, otros que una dictadura ¿usted qué ve?

Lo del Canal yo lo he visto hasta ahora como una fantasía. Quizás sea cierto y yo solo lo vea como fantasía, porque no quiero verlo como una realidad porque me parece algo completamente descabellado y el peor escenario que yo imagino es ver a Nicaragua partida en dos y dividida por un pantano, que es como terminaría el lago según la visión de la mayoría de científicos. El Canal me parece un mal sueño y quizás prefiero verlo así, porque si en verdad alguien quisiera llevarlo adelante, me parecería atroz, lo peor que le podría ocurrir a Nicaragua. Yo no lo veo como un signo de progreso, ni que todos vamos a volvernos ricos de la noche a la mañana, sentados en las riberas del Canal con los sacos de dinero a la orilla y viendo pasar los grandes barcos, que es la idea que nos han vendido y que tratan de inculcar a la gente, cuando la realidad del país es otra y más profunda que cualquier Canal.

¿Cuál es esa otra realidad, según usted?

La pobreza. Acabo de leer los estudios de la Fundación Internacional para el Desarrollo Económico Global (Fideg), que se están publicando, donde señalan que el 50 por ciento de la población es pobre, digo yo pobre de solemnidad, porque se habla de muy pobre el nueve por ciento y pobre el 41 por ciento, eso quiere decir que la mitad del país vive con menos de dos dólares al día y si vemos los resultados, en esas mismas tablas, de lo que la educación significa, vemos que ese estrato de gente tan pobre no puede pasar a la clase media porque no tiene educación. Los niveles de educación ahí están en las cifras y a la vista de todo el país, no se trata de ninguna demagogia opositora. Estamos totalmente en las ruinas en lo que se refiere a educación. Entonces de qué sirve un Canal de 50,000 millones de dólares a un pueblo que no está preparado para subir de categoría en puestos que demandan altos conocimientos técnicos, entonces lo que yo veo es que aquí hay un abismo que se abre entre un sueño maléfico y la realidad que seguimos viviendo, así no se está transformando Nicaragua.

A propósito de la educación. El rector de una universidad pública prohibió debatir el tema del Canal, alegando que esas voces solo llegan a “cuestionar” el citado proyecto. ¿Sigue viva en esa universidad la autonomía universitaria?

No existe. Se acabó. Pasó a la historia, son universidades alineadas con un criterio oficialista… es de lo más triste que le puede ocurrir a un centro de pensamiento. Yo lo he vivido en carne propia, a mí no me dejan entrar a la universidad en León a hablar de literatura; aquí en Managua me invitaron a una universidad del Estado a hablar del quehacer literario y hubo una circular diciendo que no se podía dejar entrar a una persona que critica el pensamiento oficial de la universidad, la misma universidad donde me eduqué me niega la entrada a las aulas. La universidad donde se formó la autonomía universitaria, gracias al doctor Mariano Fiallos Gil, el padre de la autonomía universitaria y quien fue mi maestro y yo fui su secretario, gracias a lo cual conocí su pensamiento al dedillo, proclamaba que la universidad fuera un centro para el debate libre de las ideas, un centro crítico donde se podían discutir todas las ideas posibles, que no habían verdades absolutas ni en religión, ni en política ni siquiera en cultura y que todos debían tener la mente abierta. Esa esencia de la autonomía universitaria ya no existe.

En abril de 2000 usted escribió un artículo titulado Los periodistas mucho joden. Ahí decía que los periodistas estaban llamados a una misión de salvamento de la conciencia crítica de la sociedad, que para bien, ya recordaría la historia de Nicaragua. ¿Cuál es la realidad del periodismo nacional?

Es de sobrevivencia. Los espacios se han ido cerrando para la prensa no oficialista, pero aún quedan periodistas muy valientes. La cantidad de medios, o periodistas que pueden ejercer su oficio de manera libre, se ha reducido drásticamente desde el retorno de Daniel Ortega al poder en 2007, radicalmente a niveles que ni en tiempos de Somoza se habían visto. Eso nos habla de la situación de pérdida de libertades públicas en el país, donde los espacios cada vez son más reducidos; si sumamos la reducción de medios y las presiones a los periodistas, la falta de autonomía en las universidades estatales y la supresión del pensamiento crítico, todo eso va en deterioro de la sociedad misma. Es una fantasía, o un espejismo, pensar que una sociedad a la que le cierran la oportunidad de pensar y debatir libremente va a progresar a un estado superior.

Si alguna vez Gabriel García Márquez dijo del periodismo que era el mejor oficio del mundo ¿qué diría Sergio Ramírez del oficio de escritor?

Pues lo mismo, es el mejor oficio del mundo porque periodismo y literatura son dos alas del mismo pájaro. El periodismo escribe y describe realidades y debe apegarse a los hechos, y la literatura de ficción se apoya en esos mismos hechos para partir hacia la imaginación, pero en los dos oficios lo que García Márquez reclamaba era excelencia, la búsqueda del lenguaje de manera eficaz, seriedad y compromiso. Por eso una literatura vigorosa y un periodismo beligerante son los dos mejores indicadores que un país puede tener para mostrar la salud de su estado cultural.

72 años de vida, doctor Ramírez, a esta hora de su vida ¿qué invento le gustaría ver hecho realidad?

¡Me la estás dejando en la mano con esa pregunta! (ríe). Tantas cosas que se han inventado y que quedan por inventar no caben en una respuesta. Yo creo que los nuevos inventos van dirigidos a la tecnología digital. Por ejemplo, un doctor que opera a larga distancia mediante un robot y una pantalla, es algo que nunca se me habría ocurrido. Ver una nave espacial que aterriza en un cometa que se desplaza a una velocidad pasmosa en el universo, era cosa que pertenecía a la ciencia ficción, pero yo lo que quisiera ver inventado hoy, más que la máquina del tiempo o la fuente de la eterna juventud, es la vacuna contra enfermedades letales como el ébola, que libre a la humanidad de esa gran amenaza, porque nos amenazan guerras, conflictos, pero también pestes, y creo que la peor peste imaginable es el ébola, que aunque está lejos y por eso la vemos como impensable, puede provocar mortandades peores que las grandes guerras, porque no hay arma ni refugio que salve al ser humano de una enfermedad para la cual no se ha inventado la cura.

“El Canal me parece un mal sueño y quizás prefiero verlo así, porque si en verdad alguien quisiera llevarlo adelante, me parecería atroz, lo peor que le podría ocurrir a Nicaragua. Yo no lo veo como un signo de progreso”. Escritor nicaragüense.

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