El 9 de noviembre de 1989 la República Democrática Alemana salió a las calles para celebrar la caída del Muro de Berlín, precedida por un decreto que les permitía viajar a su vecina República Federal Alemana.
Entre el júbilo de esa celebración estaba un nicaragüense que se contagió de aquella felicidad. Justo César Ramírez Arvizú estaba estudiando Medicina en aquel entonces y estuvo entre los miles de alemanes que hicieron fila para pasar a la Alemania capitalista de aquel entonces.
Acompañado de cuatro amigos de estudio, recibió sus primeros cien marcos alemanes (dinero), para ir a gastarlos en las cosas que no había en la Alemania Democrática.
Ramírez nunca se habría imaginado estar en ese lugar aquel año histórico, pues desde un principio en Nicaragua no esperaba tener la oportunidad de estudiar en Alemania una carrera de Medicina.
En 1979 fue nombrado jefe de la Policía de Estelí y poco después asumió el cargo de segundo responsable de Orden Interno bajo el mandato del comisionado Cristian Pichardo, según cuenta Ramírez.
Dice que no era un cargo que le apasionara, pero tras el triunfo de la Revolución Sandinista era lo único a lo que podía optar para sobrevivir mientras realizaba estudios de Psicología en la UNAN-Managua.
Dos años después, en 1981, tuvo la oportunidad de optar a una beca ofrecida por el Ministerio del Interior de la República Democrática Alemana para estudiar Medicina en ese país. Él y otro nicaragüense, de quien solo recuerda que se llamaba Miguel, viajaron en octubre de aquel año para empezar una nueva carrera.
Los primeros tres meses en la ciudad de Leipzig fueron duros, cuenta Ramírez. Les tocaba aprender a hablar Alemán y para ello solo tenían tres meses de clases intensivas.
Miguel tenía problemas para aprender, recuerda Ramírez, pero a él se le facilitó el idioma y pudo continuar con los estudios tras una actualización del bachillerato.
A los extranjeros residentes en la Alemania Democrática no se les permitía inmiscuirse en asuntos de política, pero Ramírez cuenta que en las aulas de clase tenían hasta más libertad para opinar o criticar al Gobierno que los mismos alemanes.
En las manifestaciones callejeras no podían “ni asomar las narices”, indica Ramírez, pues si alguna autoridad los llegaba a ver, podían perder la beca de estudios.
Para 1983 en Leipzig se dan las primeras manifestaciones para exigir la libertad de viajar de la Alemania Democrática hasta la República Federal Alemana, lo que hasta ese entonces estaba prohibido.
Se calcula que entre 1946 y 1961 más de tres millones de personas abandonaron la Alemania Democrática para pasarse al lado capitalista. Entre más personas se iban, más duras eran las restricciones para impedir el abandono del territorio comunista.
El 9 de noviembre, el Gobierno de la RDA anunció que se permitía a los ciudadanos viajar a cualquier país que quisieran, incluso a la Alemania capitalista.
Ramírez refiere que ese día vio la noticia en la televisión desde el internado de la universidad y se llenó del mismo sentimiento de alegría que todos los alemanes.
Viajó a Berlín junto con cuatro de sus compañeros de estudio para ver cómo la gente se desbordaba en las fronteras para pasar a la Alemania Federal. Dado que en ese entonces tenía una residencia indefinida, aprovechó el momento para hacer fila junto con sus acompañantes para gozar de un beneficio que otorgaba la Alemania capitalista.
A cada ciudadano de la RDA que lograra llegar a territorio Federal, se le entregaba cien marcos alemanes, eso era una cantidad considerable de dinero que Ramírez también logró.
Así fue como cruzaron las fronteras y su primera compra en la Alemania Federal fue un paquete de cigarros, dado que fumaba mucho, recuerda. Le costaron 2.50 marcos y posteriormente se fueron a comer a un restaurante de comida rápida.
El dinero que les entregaron se terminó ese mismo día después de una fiesta y regresaron a la Alemania Democrática para continuar con su vida.
En 1990 terminó la carrera de Medicina y en 1995 tuvo la oportunidad de optar a una nacionalidad alemana por un beneficio extendido en aquel entonces a todas las personas que tuvieran diez o más años de vivir en Alemania.
De esta manera empezó a ampliar sus horizontes y decidió meterse en la vida política con el Partido Social Demócrata.
Así también decidió involucrarse en actividades sociales y fue presidente del Club Rotario en dos ocasiones y también logró un acercamiento con la comunidad de Greifswald.
En mayo del 2014 fue electo concejal por esa misma ciudad para ocupar un cargo en la Alcaldía.
La respuesta fue mejor de lo que esperaba. Detalla que lo escogieron con un 32 por ciento de los votos. “Le digo a los alemanes que ni ellos sacaron tantos votos como yo”, afirma Ramírez con una sonrisa en el rostro.
Ahora dice que prepara una serie de proyectos sociales para desarrollar en su comunidad.
Ya tiene 33 años viviendo en Alemania. Está con su esposa nicaragüense y sus dos hijos nacidos allá, en una casa que construyeron en el 2003.
A sus 59 años casi no viene a Nicaragua, salvo cada tres o cuatro años. Dice que se le olvidan algunas palabras en Español porque se ha acostumbrado demasiado a hablar en Alemán.
Pero una cosa curiosa es que le sigue resultando más fácil acostumbrarse al clima de Nicaragua que al clima de Alemania. Manifiesta que en uno o dos días se siente tranquilo en el país, pero cuando va de regreso a su trabajo puede tardar hasta una semana para que su cuerpo se adapte nuevamente al clima.
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