A un día de su primera defensa como tricampeón mundial, las alas de los sueños de Román Chocolatito González están infladas de codicia sobre su singularidad, hasta el punto que ciernen sobre el mundo entero. El boxeador ya se ha entretejido con su persona. Prefiere ser el púgil al ser sin fama, el cual ha pasado las fronteras de la impunidad. Su vida está llena de gestas en el cuadrilátero y su figura con guantes suena la música de triunfo desde antes de sonar la campana.
Hablar de Román es conjeturar sobre alguien que no necesita jueces para saber que ganó la pelea. El filipino Rocky Fuentes, su próximo rival, perdió la brújula de su carrera al ser derrotado en su última pelea ante Amnat Ruenroeng. Fuentes está desesperado porque necesita un zumbido de la fortuna. Perder con el nicaragüense de una forma que el combate termine con saldo rojo y deje mucho éxtasis en las personas significaría el nuevo aire del filipino.
Los jueces son los siguientes: Annette Hong Kong Khan (Tailandia), Don Griffin (Estados Unidos) y Bong-Dae Lee (Corea).
Ambos boxeadores mostraron respeto en el cara a cara.[/doap_box]
Wilmer Hernández, preparador físico de Román, ha mencionado que el nica se verá aún más rápido que en sus últimas peleas por la manera en que han estado empleando ejercicios en los entrenamientos; sin embargo González tiene una imagen grandiosa como la de todos los cuadros de la historia, ha mostrado toda sus facultades y hablar de algo nuevo es como pensar que el oro puede tener mucho más esplendor o que las combinaciones perfectas de Chocolatito sigan al infinito colosal.
En su memoria todavía está la del niño en el patio bajo el árbol, quien golpea una bolsita de leche llena de arena. Ahora solo esperará el día D para destrozar al oponente que aseguró tener una barbilla los suficiente fuerte para batallar de tú a tú.
Entre los rivales que ha enfrentado Román, Fuentes es mejor que Juan Purísima, Juan Kantún y Oscar Blanquet. El filipino dará mucho espectáculo por su técnica y precaución vista en peleas anteriores al evitar entrar al camino sinuoso de los golpes.
No se puede derrotar a un fenómeno en su punto de máxima expresión, que cuando golpea hace vibrar los vidrios.
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