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A 16 años del suceso que estremeció al país, el culpable del triple asesinato en el barrio reparto Schick, ha cambiado mucho físicamente. Ha aumentado de peso, se rapó totalmente la cabeza y endureció sus gestos. Sin embargo, aun suele bajar la vista y

La ira del carnicero

En la foto de los periódicos lucía sereno mientras era conducido con los brazos esposados hacia atrás y la cabeza pelada a rape, por dos policías gruesos de rostro cubiertos y dedos sobre el gatillo, que lo empujaron hacia el vehículo que lo habría de llevar de retorno a la cárcel, donde guardó prisión diez años, diez meses y 15 días por un crimen tan espeluznante que todavía hoy sigue doliendo.

Óscar René Espinoza Martínez fue conducido al penal La Modelo, bajo un fuerte dispositivo policial, para terminar en la cárcel la condena de 30 años de presidio.
Óscar René Espinoza Martínez fue conducido al penal La Modelo, bajo un fuerte dispositivo policial, para terminar en la cárcel la condena de 30 años de presidio.

En la foto de los periódicos lucía sereno mientras era conducido con los brazos esposados hacia atrás y la cabeza pelada a rape, por dos policías gruesos de rostro cubiertos y dedos sobre el gatillo, que lo empujaron hacia el vehículo que lo habría de llevar de retorno a la cárcel, donde guardó prisión diez años, diez meses y 15 días por un crimen tan espeluznante que todavía hoy sigue doliendo.

Óscar René Espinoza Martínez, conocido como “El Chacal del reparto Schick”, se veía sereno el día de la foto, el pasado 18 de noviembre. Un zoom a su rostro y uno quizás podía percibir una señal de desafío en su mirada, pero ya una vez a bordo de la patrulla policial 339, ocupada por cuatro agentes de la Dirección de Auxilio Judicial, la mirada se le tornó triste como aquella tarde de agosto de 1998, cuando pisó por primera vez los juzgados de Managua.

El país estaba indignado al extremo de llevar a la discusión pública la instauración de pena de muerte, mientras Espinoza Martínez, pálido y delgado, con esa mirada triste que alternaba con miedo, avanzaba rodeado de policías en medio de forcejeos con una masa iracunda que buscaba hacerle pagar con sus propias manos el crimen de haber degollado a una niña de 11 años, a un niño de 5 y la nana de ambos, de 35 años.

La historia se contó en audiencia en los antiguos y abarrotados juzgados de Managua, a través de la propia y trémula voz de Espinoza Martínez, quien luego de confesar el triple asesinato a cuchillo, recibió el bautizo de “Carnicero” y “Chacal” del reparto Schick, barrio donde hace 16 años ocurrió la masacre.

Martínez Espinoza tenía cuatro años de relación formal con Ruth Grisel Polanco Vallecillo, quien producto de una relación anterior, habría procreado dos criaturas: Miurel McFields Polanco y Walter René Polanco Vallecillo.

Al tercer año de juntados la pareja decidió contraer matrimonio civil y ahí comenzaron los problemas. Óscar René empezó a cambiar. Se volvió hostil contra los niños, reclamaba por todo y empezó a hacerle la vida imposible a los hijastros, sobre todo a Miurel, quien le respondía los insultos e informaba de todo a su madre.

De acuerdo con los relatos de la época consignados en los archivos de LA PRENSA, que entrevistó a la madre de los dos niños días después del crimen, la relación entre Óscar René y Ruth se agrietó más, pues siguieron los conflictos del padrastro contra los niños.

Él les gritaba groserías y ellos le ponían queja a la mamá; una vez, la niña le contó a su madre que Óscar René se paseó desnudo por la casa y eso fue la gota que derramó el vaso: ella decidió poner fin a la relación y lo corrió al menos un mes antes del suceso.

Eso provocó una reacción en el hombre que ella, en aquellos años, entendió como una grave señal de que sería difícil salir de esa relación: el tipo hizo teatro dizque queriendo suicidarse con una sábana, fue llevado al hospital Bautista y sometido a calmantes.

El doctor pronosticó depresión y estrés, sugirió tratamiento médico a base de calmantes y orientó terapia psicológica para el control de la ira.

El episodio postergó la salida de Óscar René del hogar y le permitió planificar fríamente el crimen. La mañana del viernes 21 de agosto, él salió temprano de la casa rumbo a Napa Autopartes, kilómetro cinco Carretera Norte, donde se desempeñaba como asistente financiero. La madre de los niños se fue más temprano a su trabajo en la Zona Franca, Carretera Norte, donde laboraba como gerente de calidad de la empresa Rocedes, pero antes había enviado a la niña y al niño al colegio María del Socorro Ponce Chavarría, ubicado en el barrio René Polanco, contiguo al centro de salud, en la cuarta etapa del reparto Schick, donde ellos vivían.

Una vez en su trabajo, él salió a realizar unas diligencias en varios bancos y antes del mediodía se regresó a la casa donde cometería la masacre. Ingresó a eso de las 12:30 meridiano, la niña, aún en ropa de colegio, le reclamó recordándole que no debía estar ahí cuando su mamá no estuviera.

Él la ignoró y se metió al cuarto que compartía con su esposa, rebuscando algunos papeles, luego se fue a la cocina, tomó dos cuchillos y los puso sobre una mesa. Tomó uno de ellos, el más grande y se fue a buscar a la niña. La encontró sentada frente al televisor en una silla mecedora, mientras el niño estaba a unos metros sentado en una sillita plástica.

Se fue directo a Miurel y le pasó el cuchillo por el cuello; la niña no pudo gritar, pero el niño sí y empezó a llorar, entonces Óscar René lo levantó de la silla y le clavó el cuchillo en la boca del estómago, luego lo degolló, subió todo el volumen al televisor y salió rápido hacia al patio donde Alba, la empleada doméstica, lavaba y escuchaba música en un pequeño radio de batería.

Ahí no se explica cómo apareció un pequeño machete en la mano derecha del asesino, pero las investigaciones policiales encontraron el arma con manchas de sangre de la mujer que, aparte de un machetazo en la nuca, recibió varias puñaladas en el cuello y el abdomen.

Una vez en el piso, el hombre tomó a la mujer de los pies y la estaba arrastrando al cuarto, cuando vio que la niña, trastabillando, se dirigía hacia la puerta de salida. Soltó el cuerpo de la mujer, corrió hacia donde la niña, la jaló del cabello y con el machete “terminé lo que había empezado”.

Luego acomodó los cuerpos boca arriba, con los brazos abiertos en cruz y las cabezas juntas, como formando un trébol que en vez de tres hojas, lo componían tres cuerpos. Después se bañó, cambió de ropa, metió en una bolsa la camisa ensangrentada y salió apurado. La camisa manchada la pasó dejando donde su exesposa Damaris Estrada, a quien le inventó que había tenido un pleito y por eso había sangre en la camisa.

Luego regresó a trabajar normalmente. A las 5:00 p.m., después de revisar unas cuentas del día, tomó una ruta y fue buscar a su esposa. La esperó y se vino con ella en un bus, luego caminaron a la casa, la cual yacía a oscuras.

A ella, ver su casa sin luz, le despertó una inmediata reacción de miedo, de tal modo que no encontraba las llaves dentro de su cartera para entrar, pero no fue necesario porque Óscar René, fingiendo preocupación, ingresó rápido a la casa que estaba sin candado, corrió al cuarto donde estaban los cuerpos tal y como él los había dejado y antes de regresar a dar la noticia de la dantesca escena, Ruth ya estaba a sus espaldas gritando.

En medio del llanto, llegaron los vecinos, los curiosos, luego las patrullas policiales y los medios de comunicación. En medio del dolor, Ruth acusó a su esposo del crimen: “Vos fuiste Óscar, vos mataste a mis niños”.

El tipo se puso pálido, nervioso, no supo responder y se dejó llevar dócilmente por los policías que lo esposaron como primer sospechoso luego de las acusaciones inmediatas de su esposa.

Esa noche hubo redada. Al padre biológico de los niños, Noxoli McFields, lo llegaron a apresar a su vivienda, a unos vecinos que ingresaron primero, tras estallar el escándalo, los llevaron detenidos y dos vagos más de la zona, “Racumín” y “Paparapa”, fueron capturados y llevados a investigación como sospechosos.

Menos de 48 horas después, Óscar René había confesado.

Fue llevado a audiencia el 25 de agosto, ante el Juzgado Séptimo de Distrito del Crimen de Managua, a cargo de la juez Ada Benicia Vanegas Ramos. Iba con la mirada atenta y cabizbajo, pálido y sudando a mares, en medio de un contingente de policías que lo protegía de la muchedumbre indignada que quería arrebatarlo de la custodia para “ajusticiarlo” ahí mismo.

Finalmente logró entrar y sentarse frente a un secretario y su máquina de escribir, la cual tecleaba ágilmente con tres dedos de cada mano para ir anotando cada uno de los dantescos detalles del crimen que iban saliendo de la voz trémula del hombre que, llorando tras cada detalle, confesó que había cometido el crimen porque la niña impedía fortalecer la relación con Ruth y eso le martirizaba la vida. Al niño lo asesinó porque empezó a llorar y a la empleada “para no dejar testigos, pues de inmediato me arrepentí”.

Llorando convulsivamente, cerró su declaración diciendo esto: “Siento que no merezco siquiera el aire que estoy respirando”.

La madre de las víctimas vendió la casa donde ocurrió la tragedia en 1998. La vivienda fue reconstruida y ocupada unos años por una organización, pero actualmente se encuentra deshabitada.
La madre de las víctimas vendió la casa donde ocurrió la tragedia en 1998. La vivienda fue reconstruida y ocupada unos años por una organización, pero actualmente se encuentra deshabitada.
16 AÑOS DESPUÉS

La casa donde ocurrieron los asesinatos ha cambiado desde aquella trágica tarde de 1998. Los vecinos siguen siendo los mismos y todavía recuerdan con nitidez los detalles de aquel momento.

La vivienda ahora es “una casa elegante”, según la descripción de quienes señalan donde ocurrió el hecho sangriento.

Un pequeño jardín en el frente y una decoración, que asemeja azulejos en las paredes, oculta lo que ahí ocurrió hace 16 años. No importa cuánto se insista, del interior de la casa no sale nadie y solo se alcanza a ver desde el frente una puerta abierta al fondo. Un rótulo, que dice que la casa es resguardada por una compañía de seguridad, recibe a los visitantes.

El día que ocurrieron los asesinatos, Cruz Zamora, vecino de Polanco, y Óscar René, terminaba su turno nocturno como bombero de una gasolinera en Managua. Era de mañana, recuerda ahora sentado en una silla de madera en el porche de su casa modesta.

En aquel entonces regresó cansado del trabajo, mandó a sus niñas a jugar donde la abuela y decidió acostarse a descansar, cuenta Zamora. Durmió un rato, casi hasta el mediodía, cuando escuchó unos gritos. Medio dormido se levantó de la cama y se asomó desde el patio de su casa hacia el patio de los vecinos, y dice que solo vio a la empleada de la casa lavando la ropa. “A él lo miro que va hacia la puerta del patio, pero al niño ya no lo escuchaba llorar”, relata Zamora.

En la tarde fue a buscar a su esposa, doña Martha, quien se encontraba enferma en el centro de salud. Cuando regresaron dice que salió a comprar una libra de carne y a su regreso miró pasar a Ruth y Óscar René tomados de la mano.

Momentos después, la paz de esa calle que hoy Zamora asegura que está libre de delincuentes, borrachos y drogos, se perdería por completo.

Nuevamente escuchó gritos, esta vez gritos de terror, según recuerda. Corrió al otro lado para ver de qué se trataba y si podía ayudar en algo. Al entrar en la vivienda dice que miró a “El Chacal”, moviendo una silla mecedora una y otra vez, nervioso, mientras Ruth estaba llorando a gritos en la cocina.

—¡No, Dios mío! Exclamaba Ruth.

—¿Qué fue? ¿Qué pasó? —preguntó Zamora.

—Mis niños, en el cuarto, en el cuarto. Vaya, vaya a ver… era todo lo que ella alcanzaba a decir.

El hombre se movió entonces hasta la habitación y empujó la puerta. El lugar estaba oscuro porque ya estaba anocheciendo, y Zamora no logró ver mucho. Cuando la mirada se acostumbró a la penumbra, se le aceleró el corazón al ver la escena: los tres cadáveres estaban en el suelo en forma de cruz.

“La señora estaba acostada en medio y los niños a los lados”, explica. En ese momento, Cruz se dio cuenta que había pisado la sangre que había en el cuarto y que no vio al entrar. Salió de la casa y se fue donde su esposa a decirle que llamara a la Policía, porque había ocurrido un asesinato grave.

“Como a los 15 minutos llegó la Policía, en los microbusitos esos que parecen huevitos”, describe, pero el lugar ya estaba lleno de curiosos vecinos que llegaron antes.

Zamora entonces decidió salir de la casa y dice que lo último que escuchó decir a Polanco era que se llevaran a su pareja, Óscar René, porque de él era quien sospechaba. “Ahí nomás lo agarraron a él, lo enchacharon (esposaron) y lo metieron” a la patrulla.

En ese barrio pocos tenían contacto con “El Chacal”, un tipo serio y apartado. Zamora recuerda que varias veces llegó a su casa a prestarle herramientas. Siempre andaba cabizbajo y no tenía problemas con nadie, lo cual ante los ojos de los vecinos, lo hacía inocente de los hechos atroces que se le imputaban.

SE VOLVIÓ CRISTIANO

Espinoza Martínez fue sentenciado a 30 años de presidio por el delito de asesinato atroz el 2 de febrero de 1999, según el expediente 000140-ORM1-2008-PN.

Años después, el reo se había convertido en la cárcel del sistema penitenciario La Modelo, de Tipitapa, en un locuaz consejero cristiano, quien trabajaba en una computadora propiedad de la Pastoral Penitenciaria, llevando un control de los privados de libertad que participaban de la catequesis, los rezos, las meditaciones, retiros y seminarios.

“Tomó una actitud ejemplar a lo interno y eso le valió ganarse la confianza de las autoridades”, dice hoy un activista de derechos humanos, quien lo visitó en La Modelo en 2005.

El reo obtuvo una orden de libertad condicional el 17 de diciembre de 2009, en un proceso plagado de vicios que lo puso fuera del sistema penitenciario el propio 24 de diciembre de ese año.

El abogado de Espinoza, Virgilio Flores, solicitó la libertad condicional alegando que su defendido había cumplido ya 22 años y ocho meses de presidio y por lo cual, con base en la ley penal que resta un día de pena por cada día laborado en régimen carcelario, merecía el beneficio de libertad condicional.

Ante las gestiones del abogado de Espinoza, la juez tercero de Ejecución de Sentencia y Vigilancia Penitenciaria, Gertrudis Rosario Gaitán Pavón, mediante resolución número 292-2009 del 17 de diciembre de 2009, de oficio modificó la pena y otorgó libertad condicional al reo.

La juez registró la obligación del reo de señalar dirección del domicilio donde residiría e informar a la autoridad de cualquier cambio, “dejando señalado el sentenciado mediante Acta de Fianza que su domicilio sita en Bello Horizonte, de la iglesia Pío X dos cuadras al lago, media abajo, casa S-16”.

A la Fiscalía le llovieron críticas, sobre todo cuando respondió: “No hay nada que hacer frente a la resolución”.

La juez giró instrucciones a Migración y Extranjería para impedir su salida del país por nueve años y dos meses y se le prohibió perturbar de cualquier forma, medio o vía a los familiares de las víctimas.

Cuando Espinoza Martínez salió de La Modelo en 2009, Ruth acusó al hermano del convicto, de nombre Róger Espinoza Martínez, entonces y todavía funcionario administrativo de la Corte Suprema de Justicia, de usar tráfico de influencia para beneficiar al asesino.

Domingo consultó vía telefónica al aludido funcionario, pero se excusó de responder: “No tengo nada que decir”. Sin embargo fuentes del poder judicial confirmaron que se realiza una investigación en torno al papel del citado funcionario y de la juez Gaitán, a petición de la Fiscalía, ya que se sospecha que tras la liberación hay algo más grave que el propio tráfico de influencia.

¿Por qué se pide revocar su libertad hasta cinco años después de salir libre? La fiscal general de la República, Ana Julia Guido, explicó que solicitó una revisión del caso al enterarse que el reo estaba violando las condiciones impuestas en 2009.

Por ejemplo, cambió de domicilio sin notificar a la autoridad. Al momento de su detención estaba en otra vivienda y no en Bello Horizonte, como registró al salir bajo libertad condicional.

Además, tras la queja del Ministerio Público, se detectó lo que no se vio en el irregular proceso de 2009: los cómputos indicaban que él no había cumplido las tres cuartas partes de la pena que le dieran el beneficio de libertad condicional; además, en esa audiencia para libertad condicional no fue notificada la madre de los niños, la víctima principal del crimen.

Así las cosas, la misma juez que encontró méritos para devolverlo a la calle el 17 de diciembre del 2009, mandó a traerlo de regreso el 17 de noviembre del año en curso.

382-DOM-REPORTAJE,photo05“En la presente causa se ha determinado fehacientemente, tanto por esta autoridad como por el Ministerio Público, que el beneficiado Espinoza Martínez ha violentado las medidas impuestas en cuanto a informar a esta autoridad de cualquier cambio de domicilio al señalado en Acta de Fianza, ya que de autos se desprende que habita en el barrio El Pilar, de Raspados Loli tres cuadras al Sur”, justificó su resolución la juez.

Espinoza Martínez deberá cumplir en prisión los restantes 14 años que le quedan de la pena original y salir en el año 2029.

¿QUÉ HIZO “EL CHACAL” EN LOS CINCO AÑOS DE LIBERTAD?

Después de salir de prisión, Óscar René tuvo un hijo con su actual pareja Maritza Umaña, quien habita en la casa donde lo capturaron al condenado. Domingo buscó a Umaña en su casa de habitación, pero se nos dijo que ella no se encontraba y que no sabían a qué hora regresaba.

Umaña interpuso un recurso de exhibición personal en el Tribunal de Apelaciones de Managua, para que Espinoza Martínez pueda salir libre, pero la gestión no ha sido resuelta.

En el nuevo vecindario era un total desconocido y salvo la familia de su pareja, nadie más lo visitaba y no se sabe qué actividades realizaba todos los días. Se supo que en algunas navidades, posterior a su salida del 2009, regresó a compartir bebidas y alimentos con sus otrora compañeros de celda, hasta que las mismas autoridades penitenciarias le prohibieron su ingreso al penal.

382-DOM-REPORTAJE,photo07“NO QUIERO REMOVER EL PASADO”

Ruth Polanco Vallecillo tuvo que despedirse para siempre de sus hijos y de la maternidad. Ahora, con solo recordar el caso, revive su dolor. Domingo intentó entrevistarse con ella para este reportaje, pero no accedió a una visita. Explicó que respondería por teléfono, pero en poco tiempo confesó que no se siente capaz de remover el pasado y que todo lo que quiere es superar todo de una vez.

Brevemente dijo que aún siente el dolor de aquellos días y que nunca más pudo volver a ser la madre que fue. Y que gracias a atención psicológica, y con la ayuda de Dios, trata de sepultar el episodio.

“Pero, la verdad es que ya no quiero que se divulgue nada… Uno vuelve a recaer. Ya no quiero estar así”, dijo casi en susurro, antes de cortar la llamada. (Colaboración de Mónica García)

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COMENTARIOS

  1. candi da
    Hace 9 años

    No debería estar vivo este hombre es un perdonable lo q hizo la pena de muerte han pasado años pero eso no se olvida es un dolor tremendo

  2. Hace 9 años

    siempre e mantenido mi humilde oponion que si dormiran en paz tanto los fiscales como los dicho juezes que los culpables son inocente y los inocentes son culpables por mientras hay dinero de por medio uno puede hacer lo que quiera con la justicia

  3. rafael mendoza
    Hace 9 años

    que Dios en su misericordia decida que es lo que ese deemonio merece la vida de
    es personas merecen mas que cadena perpetua y que Justicia la de nuestro pais deja mucho que desear

  4. Sara
    Hace 9 años

    No tiene nombre lo que hizo ese hombre. La jueza que lo absolvió fue demasiado ineficiente. Su castigo no debe levantárselo nadie, solo Dios puede perdonarlo o quien sabe!

    Que Dios le de fortaleza a la madre que vive el calvario.

  5. Policia Nacional
    Hace 9 años

    que va, mejor era lo que hacia la POLICIA NACIONAL de la administracion de Tacho Somoza, que nos llego a convertir en el GRANERO de C.A y en el pais mas SEGURO de LATINOAMERICA, la Policia Nacional y los MATA-PARASITOS-Mano Blanca, los mandaba a ajusticiar a esos malditos asesinos, violadores, tira bombas, secuestradores, cuatreros alla en la cuesta del plomo donde amanecian con los ojos llenos de hormiga, en la actualidad mas bien los reciclan como turbas sandino hitlerianas a esos asesinos

  6. Carcel
    Hace 9 años

    A ese sicopata y la jueza que lo soltó deberían de darles cadena perpetua porque esa jueza es un peligro para la sociedad al soltar a un tipo con semejante historial.

  7. Treinta por tres es igual a noventa
    Hace 9 años

    Son 30 anos por cada asesinato lo que equivalae a 90 anos en total de la sentencia dada a este criminal. Aunado a ello hay que agregarle los 5 anos que estuvo fuera de la carcel mas otra sentencia por violacion de su libertad condicionada. Su hermano deberia ser sentenciado por complicidad corrupta en su cargo de la corte suprema. Que se espera en Nicaragua para imponer la pena de muerte? Un dia estos otro criminal hara lo mismo contigo y quizas manana me toque a mi esa suerte.

  8. María Leiva
    Hace 9 años

    Hola todo lo q paso en ese año fue espeluznantes no es justo q esa tal jueza lo haya soltado como se olvidaron el sufrimiento de esos niños y la empleada. Qué horror las leyes de mi pais… le truncaron el futuro de esos pobres angelitos, espero pague x lo q hizo; esto es indignante Dios mio. Q descanze en paz esos niños y la empleada :'(

    a q lo soltaron sin

  9. Locke
    Hace 9 años

    A este tipo le debian de haber dado cadena perpetua.

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