Correteos y gritos de felicidad de varias generaciones de niños se han visto y escuchado en el parque Las Piedrecitas, sitio que a pesar de que hoy no goza de su mejor momento, por el deterioro de sus columpios, resbaladeros y senderos, aún recibe a cientos de visitantes los fines de semana.
¿Recuerdan aquella vieja locomotora? El esqueleto de hierro ahí está todavía. Es la primera locomotora que tuvo Nicaragua y fabricada en 1904. Hoy se aprecia rayada con marcadores por todos lados y no recibe el mantenimiento para conservarse. Sigue siendo uno de los atractivos de este lugar de recreación. Si no es para tomarse una foto al lado de este viejo armazón de hierro, los niños se montan e imaginan que cobra movimiento por arte de magia y avanza sobre los rieles y hasta escuchan el silbato de este medio de transporte que un día existió en el país.
La Ronda de Niños, monumento que se levantó después de 1972 en honor a los niños víctimas del terremoto que botó ese año la capital, es otra atracción que aún sobrevive. Son 14 pequeños y un perro que sirven como fondo para tomarse una fotografía.
[doap_box title=”Limitada diversión en el parque” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]
Si alguien llega por estos días al parque Las Piedrecitas puede utilizar los pocos columpios y resbaladeros que hay. También pueden sentarse en las bancas que están ubicadas debajo de frondosos árboles que en el día dan una sombra acogedora, pero en las noches hay excesiva oscuridad. Además de los kioscos, Las Piedrecitas tiene el servicio de alquiler de bicicletas de diferentes tamaños, para pequeños y grandes.
María Gutiérrez es una de las personas que se dedica al alquiler de bicicletas desde hace 23 años en el parque. Ella antes llegaba todos los días a alquilarlas a 10 córdobas la media hora y 20 córdobas la hora; pero al disminuir la visita, ahora solo se le ve los fines de semana con 60 bicicletas.
“Nosotros somos el corazón del parque, el alquiler de bicicleta es la única actividad, es de lo poco que llama la atención. Los padres de familia que vienen saben que andar en bicicleta es lo que s puede hacer, si no estuviéramos acá sería aburrido el parque”, asegura Gutiérrez.
[/doap_box]
Las Piedrecitas, parque que se construyó en la parte sur de la laguna de Asososca y primeramente fue bautizado con el nombre de Lastenia, suma 102 años de existencia y se proyecta a cumplir más años ahora que el Concejo Municipal de la Alcaldía de Managua analiza la propuesta de “inyectarle” 15 millones de córdobas en 2015.
Con este dinero, se restablecería el área de juegos infantiles, se construirían canchas y se habilitarían bebederos de agua, servicio básico que no hay desde hace 14 años en Las Piedrecitas, pese a que es vecino de un cuerpo de agua.
[doap_box title=”” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]
“Aquí venían unos niños de Masaya y esos pobres eran de alguna comunidad y no tenían para tomar agua y me preguntaban: ¿dónde hay agua señora? Mirá le dije yo (a alguien) andá dale agua a todo ese chavalero. Tres baldes de agua se fueron ese día”.
Socorro Plazaola, dueña del kiosco que tiene 50 años en el parque Las Piedrecitas.
[/doap_box]
MEJORES MOMENTOS ESTÁN EN EL PASADO
Décadas atrás el parque era la sensación de la ciudad. Sin ser imán atraía a las familias no solo de los municipios del departamento de Managua, sino también del resto de zonas del Pacífico y Occidente nicaragüense.
Socorro Plazaola tiene un kiosco en el lugar desde hace medio siglo, casi una vida entera la ha pasado en este parque que tiene historias de todo tipo. Durante ese tiempo ha sido testigo de diferentes momentos, buenos y malos. Tiene tanto que contar del lugar que se convirtió en su segunda casa.
Sentada afuera de su negocio en una mañana de noviembre recuerda que antes, cuando el deterioro aún no aparecía, llegaban buses llenos de chavalos a pasar el día. “Venían colegios de Matagalpa, Jinotega, Chinandega, León, de Rivas. Lo que pasó hace unos ocho o diez años es que agarraban a pedradas el bus y le rajaban la cabeza a los niños y qué colegio va a querer volver si le agreden a los alumnos. Eso ha afectado para que la visita sea poca”, explica.
Y cada primero de junio, el Día del Niño, dice Plazaola, se quebraban piñatas y había títeres, y para diciembre hasta llevaban imágenes de la Virgen María y celebraban la Gritería.
“Iniser traía su bus de biblioteca y lo ponía para los niños. Todo eso terminó. Había un avión aquí, pero se lo llevaron a Alemania porque dicen que es un avión de guerra y que lo iban a llevar a un museo de Alemania porque de todos lo que habían visto el avión de guerra era el que estaba mejor y más completo”, comparte la señora que es llamada por sus visitantes como “la dueña del parque”.
Luis García, quien también tiene 50 años de ganarse la vida, pero tomando fotografías en Las Piedrecitas, sostiene que los lugares donde a la gente más le gusta la foto es en la locomotora o bajo la castilla elástica, conocido popularmente como palo de hule.
García dice que el amor que le tienen a la maquinaria las personas que llegan no sobrepasa el deterioro. “Hace unos 30 años un roble le cayó encima y dañó la campana y la caseta que tenía. Aquí hay muchos árboles grandes”.
A cualquiera que creció de arriba para abajo entre los columpios y resbaladeros del parque Las Piedrecitas, llegar y encontrarse con la realidad le estimula el llanto, al recordar que un día, cuando fue niño, la fachada era otra. El sitio era un paraíso infantil, donde lo que sobraba era la felicidad de miles de niños.
Ver en la versión impresa las páginas: 4 A