Estamos a 25 días de que inicie la “obra más grande de la Humanidad”. Sin embargo, ya Nicaragua va perdiendo.
En este, el segundo país más pobre del Hemisferio Occidental hay muchos, pobres y ricos, que felizmente —aunque no lo digan por ser políticamente incorrecto— cambiarían el Lago Cocibolca, la reserva de agua dulce más grande de Centroamérica, por buenos trabajos y buenas ganancias. De eso está tan seguro el presidente inconstitucional Daniel Ortega, que ya declaró “contaminado” el lago.
Y a pesar de que a diario cada vez más científicos no solo nacionales sino extranjeros advierten que sin estudios detallados y por ende sin los esfuerzos de mitigación adecuados, lo más seguro es que se contamine el lago para siempre, el proyecto sigue adelante y muchos nicaragüenses, ricos y pobres, siguen esperanzados en la promesa de ganar mucho dinero los unos y salir de la pobreza los otros.
Pero si los nicaragüenses debemos admitir que para muchos el aspecto medioambiental es secundario cuando hay hambre —y codicia—, entonces el análisis, a menos de 600 horas de que inicien las obras, debemos centrarlo en la parte económica, y la realidad es que ya Nicaragua ya va perdiendo.
En enero de este año el presidente de la Autoridad del Gran Canal, Manuel Coronel Kautz, calculaba que para construir la megaobra sería necesario generar un millón de empleos. O sea que el treinta por ciento de la Población Económicamente Activa del país tendría empleo directo en la obra. Esa promesa sin duda ilusionó a muchos.
Sin embargo, meses después, y sin mayor explicación, el número de empleos a generar fue “devaluado” a 250 mil. Y en la última presentación realizada la semana pasada, de nuevo sin dar explicaciones y sin hacer referencia a las fantasiosas cifras anteriores se anunció que los empleos que se generarán son 50 mil (incluyendo a los ingenieros, especialistas y obreros chinos que vendrían a trabajar en la todavía hipotética obra). De llegar a construirse el Canal, esta última cifra puede estar cercana a la realidad, tomando en cuenta que para la construcción del Canal de Panamá, a principios del siglo pasado, fueron empleadas 56 mil personas.
Pero para los nicaragüenses ilusionados con ganar dinero o salir de la pobreza, la “devaluación” sufrida es enorme. En 11 meses Nicaragua perdió 950 mil empleos, al menos en la mente de quienes estaban haciendo las cuentas de la proverbial lechera.
Pero las pérdidas también se están haciendo realidad. Las empresas constructoras de Nicaragua fueron convocadas el viernes 21 a licitar la construcción de “una carretera paralela al Canal para transportar la maquinaria”, informa hoy LA PRENSA y en cinco días las empresas prepararon el proyecto, lo presentaron a HKND, esta los estudió y decidió ayer miércoles declarar la licitación desierta.
Apartando lo fantasioso que suena que una licitación de esa magnitud se convoque, se preparen y presenten las propuestas, se estudien y se decida en términos de horas, la realidad es que las empresas nicaragüenses ya perdieron su primer jugoso contrato y, según se reporta, una de ellas “la que ofreció el precio más barato”, está negociando con HKND la construcción de “tramos de acceso”.
Así que, aunque el posible desastre ambiental que provocaría la construcción del Canal no importe a muchos siempre que el intercambio sea por ganancias económicas y trabajo, lo que se está viendo es que la megaobra ni siquiera ha comenzado y ya Nicaragua está perdiendo.