III y última entrega
La lluvia que cayó en Laguna de Perlas atrasó a Ion Patterson, de 24 años. Él tenía que entregar unas verjas y un portón grande que empezó hace una semana en una casa de su comunidad, donde trabaja como soldador.
Su agenda de este mes está llena de compromisos. Desde que terminó el curso de Soldadura que se imparte en la Fundación para la Autonomía y el Desarrollo de la Costa Atlántica de Nicaragua (Fadcanic), en el instituto de Laguna de Perlas, él inició su propio negocio.
Antes no siempre tenía para comer, pero ahora dice que “a veces, cuando me sale una chamba (trabajo), yo ayudo a mi mamá. Le doy tres mil córdobas si es trabajo grande y ella compra comida”.
Por estas verjas, Patterson está cobrando siete mil córdobas y cada vez que consigue un trabajo, él aparta un poco de dinero para comprar las herramientas que necesita para seguir con su negocio.
Este joven es uno de los beneficiarios del proyecto Educación para el Éxito (EFS, por sus siglas en inglés) y aunque estuvo fuera de la escuela durante cuatro años, dice que volver fue la mejor decisión de su vida, “porque antes no tenía oportunidad de empleo y ahora tengo mi propia empresa”. Él se asume como “el soldador” de la comunidad.
Cuando “la comunidad es muy pobre (y) hay problemas de dinero”, como dice Vernie Collins, de 21 años, “la educación es buena porque nos da otra oportunidad”.
Él es aprendiz de Carpintería y Ebanistería en la Escuela Técnica de Educación Ambiental y Agroforestal de Wawashang, en el Caribe Sur, y lleva un año sin ver a su mamá porque los beneficiarios de EFS en esta reserva natural se convierten en alumnos internos.
Collins salió de la secundaria en 2010 y cuenta que el año pasado intentó estudiar Ingeniería en Sistema en una universidad de Bluefields, pero “de donde yo vengo es un lugar muy pobre” y no tuvo otra opción que abandonar la carrera tres meses después de haberla iniciado.
Durante dos años intentó de todo para conseguir dinero y ayudar a su familia, pero no pudo porque en su comunidad no hay oportunidades de empleo.
Ahora él estudia, junto con otros 285 jóvenes de las Regiones Autónomas del Caribe Norte y Sur, en el centro técnico de Wawashang y ya sabe cómo emprender su propio negocio.
Esa es la idea del proyecto escolar EFS, que llegó al Caribe Sur en 2010 y trata de insertar en la secundaria a los adolescentes y jóvenes de escasos recursos y ofrecerles una formación técnica.
En el instituto de Wawashang, Fadcanic atiende a 285 estudiantes de diferentes comunidades de la Región Autónoma del Caribe Norte y Sur. A ellos los internan mientras culminan su carrera técnica y les aseguran desde su traslado en panga hasta su alimentación.
Este centro —que abrió sus puertas en 2005— “ofrece tres carreras técnicas, pero la meta es llegar a nueve y tener ofertas relacionadas al procesamiento (de productos), energías alternativas y reparación de motores marinos, que son pertinentes para la costa Caribe”, comenta Silver Borge Gutiérrez, coordinador del programa Agenda de Innovación de Fadcanic.
Desde la reserva natural de Wawashang, donde solo se puede llegar en panga, los comunitarios y estudiantes trabajan para convertirse en un Instituto Técnico Agroforestal del Trópico Húmedo, que sea de referencia en la región y poder exportar las 12 variedades de cocos que ahí producen.
Pero además, apunta Borge, quieren mejorar la calidad de vida de las familias caribeñas y preparar a los estudiantes para que mediante la educación consigan otras opciones de vida lejos de las drogas, la delincuencia y la violencia, que son los males que aquejan a la zona.
EN MEDIO DE LA POBREZA, LA OPCIÓN ESTÁ EN LA ESCUELA
El instituto de Wawashang “es único en la Región (Autónoma del Caribe Sur)” y los estudiantes reciben el 80 por ciento de sus clases en el campo y solo un 20 por ciento dentro del aula de clases. Por eso cuando los jóvenes “salen de aquí lo hacen con un conocimiento que no lo tiene ningún universitario”, afirma Borge.
Hoy Evelia Astorga, de 20 años, recibió su diploma en la ceremonia de graduación que se hizo este año en Wawashang. Es técnico en Agroforestería y ahora dice que ayudará a su mamá a producir la finca familiar que tienen en su comunidad y que desde hace dos años está abandonada por falta de dinero.
Ella aprendió que la producción de coco, muy popular en el Caribe, puede “terminar con la pobreza” que la alejó de la escuela durante tres años. De Wawashang salen —entre otros productos— los 250 galones de aceite de coco que cada mes venden a empresas del Pacífico.
Patterson ya regresó a su casa y por primera vez entregó un regalo de Navidad a su mamá. Es una mesita de madera que él mismo hizo como aprendiz de carpintería. El otro año, él volverá al instituto porque “quiero terminar mi carrera para que mi vida sea mejor”.
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