Con mucha pena he llegado a concluir que cualquier esfuerzo que pretenda liderar el propósito de enfrentar a Daniel Ortega en las próximas elecciones generales debería tener como base la exclusión de toda leyenda que invoque al liberalismo. Me entristece decirlo porque soy liberal pero percibo que la gente se hartó de los falsos liberales.
En Nicaragua hay falsos liberales que están en el PLC y en el PLI que se viven matando entre sí, que están marcados por el caudillismo, que son rostros viejos pretendiendo hablar de cosas nuevas y que están pringados de manchas o estrellados contra el sentimiento popular y hay también liberales de verdad que estando afuera son la mayoría pero sin estímulo, sin norte y sin identidad porque no se sienten representados.
El liberalismo está desmembrado y desacreditado. Está el PLC con su disidencia el Movimiento Liberal Constitucionalista Ramiro Sacasa Guerrero que antes lo componían siete personas y después fueron seis y ahora son cuatro, el colmo es que uno de sus miembros, ya expulsado, reclama una representación legal que no existe. Está el PLI con tres facciones disputándose la sigla y ninguno de ellos con base ideológica. Están el Pali y el Pliun que aunque no existen legalmente hay quienes los han convertido en zombis, en muertos vivientes.
Tanta desmembración pudiera pasar desapercibida si existiese en el fondo voluntad para unirse pero lo único que hay literalmente en el fondo es la desacreditación de sus componentes que desde hace muchísimo tiempo dejaron de ser una alternativa y que se sumergieron en una campaña de aniquilamiento que es lo único exitoso que lograron pues sus posibilidades políticas quedaron simple y llanamente extintas.
Ha sido tanto el daño causado por los manchados y estrellados, en complicidad con sus rémoras, que aun logrando escamotear su falso liberalismo en cualquier cosa que surja en el futuro como adversarios del FSLN, no lograra ni hacerle cosquillas a Daniel Ortega, aunque quizás ya el fracaso visto por adelantado del 2016, sirva para aprender la lección que debimos haber asimilado en el 2006 cuando comenzó el fin del liberalismo.
Nuestro liberalismo fue una respuesta contundente a los errores del FSLN gobernando desde abajo en la presidencia de doña Violeta Barrios de Chamorro a base de asonadas. Desde Arnoldo Alemán hasta el impostor de Enrique Bolaños la fábrica de votos en la que se constituyó el PLC fue rápidamente minada por la soberbia, la corrupción, el cainismo y el transfuguismo hasta que la poderosa palabra del “máximo líder” se hizo efectiva: Solo el liberalismo vence al liberalismo.
Francamente no veo a nadie y menos al falso liberalismo poniéndole un pie al frente a Daniel Ortega en las próximas elecciones. Con todos sus defectos y concentración de poder el FSLN gobierna sin oposición. Los rojo y negros a pesar de estar altísimos en las preferencias electorales trabajan por su partido las 24 horas como si fueran a perder, mientras en la esquinita del otro lado hay más de siete membretes llamando a la unidad repitiendo desde los escritorios que solo ellos, los parlanchines de turno, son los buenos y que lo demás no sirve. Lo peor de todo es que se descalifican oficiosamente para concursar por el segundo lugar en unas encuestas donde el que está en primero se agencia para sí más del 70 por ciento de las simpatías.
Mientras esos que se llaman demócratas sean dictadores y se hagan los ciegos y sordos aquí el voto independiente va para el oficialismo y en la medida que el falso liberalismo alargue sus distancias la única crónica anunciada es que aquí hay sandinismo u orteguismo para secula seculorum. El autor es periodista
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