John Lasseter, fundador de Pixar y cabeza de los estudios de animación Disney siempre ha reconocido la influencia del gran cineasta japonés Hayao Miyazaki. Grandes héroes , su nueva producción para el emporio de Mickey Mouse, puede ser su más sentido homenaje al gran maestro nipón. En la moderna ciudad de Sanfrantokyo, el adolescente Hiro (Ryan Potter) dedica sus talentos para la robótica a participar en peleas ilegales entre robots a control remoto. Su hermano Tadashi (Daniel Henney) lo motiva a participar en un concurso que le permitiría entrar a su selectiva universidad, donde una pandilla de talentosos inventores hace cosas increíbles bajo la guía del profesor Callaghan (James Cromwell).
Hiro construye un enjambre de robots diminutos que pueden unirse en formas variables, pero su noche de triunfo se convierte en una pesadilla. Después de rechazar la oferta del millonario Alistar Krei (Alan Tudyk), un incendio cobra la vida de Tadashi y destruye su codiciada invención. Meses después, una figura enmascarada aparece en la ciudad, utilizando la tecnología con fines nefastos. Hiro, en compañía de Baymax, un robot-terapeuta creado por Tadashi, se apresta a descubrir el misterio.
La primera conexión con Miyazaki es superficial. La acción se desarrolla en una ciudad futurista que mezcla los nombres y la estética de San Francisco y Tokyo. El truco garantiza la identificación de las audiencias de dos grandes mercados, pero también reinventar el futurismo multicultural en clave amable. En clásicos de la ciencia ficción como Blade Runner ( Ridley Scott , 1982), la presencia de elementos culturales asiáticos supone algo siniestro y alienante, que subraya el aislamiento del héroe. Sanfrantokyo, en contraste, es invitador y reconfortante. Hasta las secuencias nocturnas están teñidas de tonos cálidos. Vea una alocada persecución en las calles de la ciudad, donde la oscuridad está teñida de rojo y rosa.
El espíritu de Miyazaki es más poderoso aún en el diseño y concepción de Baymax. Su redondez y suavidad —física y anímica— está en sintonía con el humanismo del director.
Baymax transmite serenidad e inocencia, y mantiene esa nota aún cuando la trama se adentra en terreno familiar. Grandes héroes funciona también como “historia de origen” de una nueva estirpe de superhéroes. Es una gentil sátira de los parámetros mitológicos de la escuela de Marvel.
La conexión es reconocida por la presencia simbólica de Stan Lee —asegúrese de quedarse al final de los créditos para una escena extra—. La belicosidad del superhéroe moderno y el pacifismo del “Disney” nipón coexisten en tensa armonía. Puede sentir cómo los guionistas luchan por encontrar la rima entre los dos estilos.
En buena medida, lo consiguen. La película funciona. Y admiro su compromiso a la hora de hablarle al público infantil, sin traicionar su espíritu para atraer al público adulto. Los animadores también rinden homenaje a Miyazaki. El enjambre de nano-robots pulsa con vida propia. En magnitud y plasticidad, recuerda al espíritu herido del bosque en Princesa Mononoke (1999), la aparatosa fortaleza titular de El castillo móvil de Howl (2004), y el gigantesco bebé que devora todo en Chihiro y los espíritus (2001). Si no sabe de qué le hablo, busque las películas. No se arrepentirá.
Debo cerrar agradeciendo a quien haya decidido programar la última tanda del día de Grandes héroes con audio en inglés y subtítulos en español. Los adultos —y los niños que saben leer— merecen ver las películas animadas en versión original. Si prefiere versión doblada al español, dispone de cualquier otra tanda a lo largo del día. Hay lugar para todos, como en una película de Miyazaki.
Ver en la versión impresa las paginas: 19