A mí no me cabe la menor duda de que el interés de la nación está por encima del derecho de las minorías. El progreso del país no puede ser sujeto de la morbosidad de quienes manipulan una alternativa como el Gran Canal solo para ambientar falsos escenarios de rechazo a la única salida posible que tiene Nicaragua para acabar con su pobreza. La gloria de esta obra es de Dios y no debemos temer porque Él creó la naturaleza privilegiada que tenemos para hacernos inmensamente grandes y así consumar lo que ya nos fue profetizado: Nicaragua será luz para las naciones.
Desde que el tema del Gran Canal fue anunciado como una idea y su discusión fue más intensa, en la medida que aparecían evidencias de ser un sueño posible, no he percibido otra cosa que no sean elementos políticos en su contra que realidades inquietantes que resulten ser una amenaza contra el futuro del país. Dicho de otra manera una reducida partícula de la sociedad política nicaragüense que se lanza sin razón contra la mayoría, que según las encuestas apoyamos esta megaobra, pretende que nos sintamos avergonzados por habernos convertido, según su cantaleta, en nicaragüenses vendepatria.
A mí en lo particular me daría vergüenza cruzarme de brazos y creer que el crecimiento anual que nuestra economía tiene, de 4.5 por ciento, nos sacará de la miseria. Para alcanzar ese porcentaje mil maromas ha tenido que hacer la empresa privada en alianza con el Gobierno y la realidad sigue siendo la misma; solo Haití nos supera en pobreza en América Latina. Esa es una verdad irrefutable y se mantendrá si seguimos haciendo lo mismo, repitiendo discursos que ya pasaron de moda en boca de “líderes” que ya fueron molidos por el tiempo y que no son comprendidos, ni aceptados por pensamientos nuevos que no quieren saber nada de guerras, ni de “Rambos”.
Yo puedo comprender que hay interrogantes que evacuar alrededor del tema del Gran Canal y que los que tienen que ver deben ser más transparentes y sinceros para responder, pero de la misma manera no puedo aceptar que un tema de interés nacional sea manipulado por sectores que por hacer politiquería son incapaces de hacer propuestas en beneficio de la nación y que lo único que hacen es aprovecharse de algunos campesinos para trancar carreteras e ir contra el derecho de otros o para azuzarlos y animarlos para que le peguen fuego a un camión cisterna cargado de combustible.
Si los anticanal no sienten vergüenza por las posiciones que esgrimen en todo su derecho, menos que yo la tenga porque los “chinos” —como xenofóbicamente llaman— no nos invaden con tropas de ocupación, no vienen con tanques, no vienen a montar cuarteles, no nos quitan dinero, no nos matan y por eso creo que mientras hagan todo lo contrario y nos den lo que no tenemos para materializar un sueño tan postergado a través de los siglos por lo menos deberíamos concederles el beneficio de la duda.
¿Vale la pena que por posiciones políticas contrarias al Gran Canal haya quienes ambienten estados de guerra que no tienen, ni razón, ni fundamento? ¿Se logrará algo beneficioso para el país abortando la última oportunidad real que tenemos por ver materializado este megaproyecto? ¿Los del MRS y algunos grupos de la sociedad civil tienen una propuesta mejor que ofrecer para acabar con la miseria en el país? ¿Vamos a seguir haciendo lo mismo de siempre para que el mundo se siga riendo de nosotros?
Recibamos este 2015 con un nuevo propósito. Tomemos lo bueno y lo que no funcionó dejémoslo a un lado. Llenémonos de Dios, que no es difícil, y comencemos a caminar.
El autor es periodista.
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