A raíz de los incrementos del precio del petróleo a niveles históricos, que alcanzaron un pico en julio del 2008 cercano a los 147 dólares, y conscientes del impacto negativo para la competitividad y la atracción de inversiones que significaría trasladar estos precios a la tarifa, se tomó la decisión de intervenir la misma aumentando solo una parte de estos incrementos y financiando el diferencial para lograr así un precio tarifario más competitivo.
El objetivo de esta decisión en aquel entonces fue promover un contexto económico que atrajera nuevas inversiones al mantener los costos energéticos bajos para las actividades productivas, lo que a su vez se traduciría en la ampliación de las fuentes de empleo, y en el aumento de la demanda interna a través de la mejora de los ingresos familiares. Todo lo anterior se traduce en mayor crecimiento económico.
Por el otro lado, en un escenario de precios de petróleo altos, se empezó a trabajar hacia la transformación de una matriz energética que fuera más renovable y menos térmica. Esta decisión tenía como objetivos buscar por un lado energía más barata en relación a los altos precios del petróleo de ese momento y por el otro lado tener independencia energética al depender de nuestros propios recursos y no de las importaciones de un producto tan volátil.
Los resultados han mostrado que las medidas han sido acertadas. La apuesta por una tarifa eléctrica competitiva aumentó las inversiones, incrementó el empleo formal e hizo crecer al país.
Sin embargo, desde junio del 2014 el escenario ha cambiado ya que los precios del petróleo han caído de manera drástica. Como lo refleja SIECA, en su Policy Brief No. 9 de febrero, el precio promedio de $$48.09 observado en enero del 2015 es 49.2% menor al precio promedio de enero de 2014.
La misma nota de SIECA hace notar que “en cuanto a los efectos de la caída en los precios del crudo como tal, son los combustibles y la energía los elementos que necesitan de especial atención, pues estos recursos son condicionantes directos tanto de los niveles de competitividad de un país como del poder adquisitivo y la renta disponible per cápita de su población”.
En los países importadores de petróleo, esta caída de los precios deberá beneficiarlos ya que debe producir una reducción en el precio de la tarifa, un aumento del ingreso en los hogares, una menor inflación, una mejor posición externa al reducirse la factura de importaciones de petróleo, y una mayor competitividad.
Lo anterior debería aplicar para Nicaragua tanto en los costos de combustibles, que si están bajando, como en el costo de la energía, donde nuestra matriz todavía es aproximadamente 50% térmica, pero que todavía no baja por el financiamiento pendiente de pago.
En este nuevo escenario de precios de petróleo bajos, para Cosep lo que no ha cambiado es el objetivo de seguir promoviendo un contexto económico que promueva la competitividad. Más aún si los países de la región con la excepción de Panamá están bajando el costo de la energía.
Es por ello que le hemos planteado al Gobierno la necesidad de mantener a nuestro país competitivo, y para esto, nuestra posición es que debe trasladar parte del ahorro a tarifa y parte al pago de financiamiento. O al menos establecer una política energética diferenciada que promueva la inversión. No hacerlo sería un error.
La revisión del pliego tarifario no debe seguir esperando.
Aquí queremos ser claros en relación a que una reducción de la tarifa energética se reflejaría en la facturación del 20% de los consumidores que incluye a las empresas que generan empleo. Esto no debería tener impacto en los consumidores que ya son subsidiados que representan el 80% del total.
Igualmente, una reducción de la tarifa tampoco significa que los precios de los productos van a bajar automáticamente. Algunos lo harán, especialmente los que en sus estructuras de costos son altamente intensivos en el uso de energía, pero otros no.
Lo importante es que la apuesta a la competitividad, a la atracción de inversiones, a la generación de empleo que hicimos hace cinco años, no debe cambiar y para ello es necesario no solo que se reduzcan los precios de los combustibles sino también el costo de la energía.
EL AUTOR ES PRESIDENTE DEL COSEP.
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