La extinción de una raza se parece a esto: rodillas débiles, esperma incapaz de fecundar, quistes ováricos. Solo quedan cinco rinocerontes blancos del norte y siguen vivos gracias al zoológico checo de Dvur Kralove, que es su propietario.
La desaparición de la especie es inevitable. Los científicos y defensores del medioambiente esperan que un día se los pueda resucitar de forma artificial, que se puedan concebir por fecundación in vitro “bebés rinocerontes probeta” que se implantarán en madres portadoras de otra subespecie. Todas las esperanzas están puestas en los óvulos y el esperma congelados en los últimos años, cuando las esperanzas de una reproducción natural se desvanecieron.
“Quiero pensar que queda una esperanza de salvarlos. Lo mejor que podemos hacer es recoger esperma y óvulos para futuras fecundaciones in vitro, y esperar a que la tecnología esté lo suficientemente desarrollada para darnos una oportunidad de reproducirlos”, expresó Jan Stejskal, del zoo checo.
Sudan, que vive con las hembras Najin y Fatu en Ol Pejeta, reserva de 35,000 hectáreas en el centro de Kenia, es el último macho. A sus 43 años, superó la esperanza de vida de los rinocerontes y su esperma ya no es muy efectivo. De todas formas, Najin, de 25 años, no puede ser montada, ya que sus patas traseras son demasiado débiles. Y fracasaron todos los intentos de fecundar a Fatu, la cría de Najin, de 14 años. En San Diego (California) Nola ya no es fecunda. Y en Dvur Kralove, Nabire, de 31 años, tiene quistes ováricos.
Los tres rinocerontes blancos de Ol Pejeta llegaron en 2009. El zoo checo pensaba que, al acercar a los animales a su hábitat natural, se reproducirían mejor. Pero no fue así.
“Hicimos cierto número de apareamientos y, en un momento dado, de verdad pensamos que Fatu estaba preñada”, cuenta Peter Morkel, veterinario experto en rinocerontes que trabaja para el grupo de defensa de los animales Back to Africa. “Creo que estuvimos muy cerca” de conseguirlo.
“Hay posibilidades de que asistamos a la desaparición de una especie. Esa es la realidad, morirán aquí”, resume Richard Vigne, director general de la reserva keniana. “Es un símbolo de lo que los humanos le hacen al planeta, no solo concierne a los rinocerontes”, asegura.
Aunque todo parece demostrar lo contrario, Mohamed Doyo, guardabosque que se encarga de Sudan, Najin y Fatu, quiere seguir pensando que lograrán reproducirse de forma natural. Cuando habla, los rinocerontes lo escuchan.
“Perder a un animal será como perder a un hijo”, dice, muy cerca de Fatu, que da buena cuenta de los cuatro kilos de zanahorias y plátanos que le acaba de lanzar.
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