“Día a día era una preocupación porque estábamos en el asunto (de decidir), primero quién iba a ser el candidato para las elecciones que habían sido convocadas, adelantadas, porque el período de Daniel (Ortega) terminaba dos años después”, recuerda a 25 años del triunfo de la Unión Nacional Opositora (UNO), Gilberto Cuadra, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) en 1990.
[doap_box title=”Incredulidad de los votantes” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]Antonio Lacayo, jefe de campaña de la Unión Nacional Opositora (UNO) en 1990, comenta que el primer obstáculo que observaron como coalición política fue la incredulidad generalizada en todos los ciudadanos de que pudieran darse elecciones libres “y de que si ganábamos que el Frente (Sandinista de Liberación Nacional, FSLN) fuera a reconocer esos resultados”.
“En Nicaragua nunca se había dado una elección que sonara a elecciones libres. Entonces nadie creía en eso, muy poca gente creía que se podía dar”, comenta Lacayo a 25 años del triunfo de la Unión Nacional Opositora (UNO).
Según Lacayo, fue importante la presencia de la comunidad internacional y los observadores electorales extranjeros para romper con la incredulidad de los ciudadanos. Comenta que la gente se sentía resguardada y protegida con la presencia de todos estos organismos durante las manifestaciones.[/doap_box]
Cuadra había sufrido como muchos nicaragüenses los embates del régimen sandinista, que al poco tiempo de derrocar a la dictadura somocista ejercía su control absoluto con la misma intensidad en todas las esferas de la vida nacional: Gobierno, Asamblea Nacional, Corte Suprema de Justicia (CSJ), Ejército de Nicaragua, Policía Nacional y medios de comunicación, declarando enemigo a todo el que pensara distinto.
“Ortega creía en el racionamiento, creía en los estantes vacíos, en la falta de oportunidades. Tres o cuatro veces hablamos (el Cosep) con el gobierno de Ortega. Una vez nos invitaron y fuimos donde era el Banco Central de Nicaragua; otra vez nos invitaron a otra reunión parecida. En una iba liderando Enrique Bolaños y en otra yo, donde hablaban de un plan de gobierno solo pensando en el Frente (Sandinista de Liberación Nacional)”, rememora el empresario, quien también recuerda las veces que estuvo preso y fue interrogado por la Seguridad del Estado sandinista, acusado de financiar a la Contrarrevolución.
LA PRIMERA QUE PERDIÓ EL ENCANTO POR LA REVOLUCIÓN
“Comencé a luchar dentro de la Junta de Gobierno por cumplir con el compromiso adquirido frente a todas las democracias de América Latina y del mundo que nos habían ayudado a botar a Somoza (…), cuando a los pocos meses observé que el rumbo prometido no correspondía a lo que se estaba haciendo y ante la imposibilidad de hacerlos rectificar me separé de aquella Junta sin escándalos, ni públicas recriminaciones, creyendo que así habría más posibilidad de enmendar los errores que se estaban cometiendo”, relata doña Violeta Barrios de Chamorro en el libro La democracia de Pedro Joaquín y presidenta Violeta Chamorro (1990-1996).
Doña Violeta había renunciado a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN) a los nueve meses de instalada, posteriormente se dedicaría a dirigir el diario LA PRENSA.
“La censura sandinista comenzó en el primer año, antes de cualquier guerra”, cita el libro a doña Violeta.
Antonio Lacayo, quien trabajaría como jefe de campaña de la UNO, comenta que la organización ya llevaba tiempo trabajando, pero no había seleccionado a un candidato.
APOYADA POR SANDINISTAS Y OPOSITORES
Lacayo recuerda que a petición de LA PRENSA, la firma encuestadora costarricense Borges y Asociados elaboró una encuesta en la que se disponía una lista de personalidades para medir la popularidad de estos. Opositores, sandinistas, independientes de las tendencias.
“La única persona que podría hacerle frente a Daniel Ortega con posibilidades de ganar era doña Violeta de Chamorro, porque resultaba muy respaldada por todos los que se definían como opositores, pero también quedaba claro que ella tenía respaldo de una buena parte de sandinistas. Cosa que no ocurría con ninguna otra persona de la oposición”, afirma Lacayo.
Para Lacayo, era necesario un candidato con las características de doña Violeta y asegura que ella jamás pensó en ser la candidata a la Presidencia. Según comenta, en la UNO se llevó a cabo una elección, que fue el 31 de agosto de 1989, la cual se interrumpió el primero de septiembre y el 2 de septiembre se continuó, resultando doña Violeta como candidata a la Presidencia por la UNO, por 10 votos de los 14 partidos.
“La UNO tenía una regla: que para tomar decisiones, diez partidos debían estar de acuerdo, no era suficiente la mitad más uno (…). Se necesitaba una persona íntegra, de una trayectoria democrática a prueba de todo, una gran heroína por el sacrificio que había significado la muerte de su marido Pedro Joaquín, una persona que había participado en la primera Junta de Gobierno cuando se derrocó la dictadura somocista y una persona que luego, cuando los sandinistas se olvidan de sus promesas en el 79 y comienzan a reprimir y a cortar las libertades públicas, Violeta se vuelve una defensora acérrima de las libertades públicas desde la trinchera de LA PRENSA”, sostiene Lacayo.
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