En la última conversación con Emilio Álvarez Montalván, este hizo énfasis en anécdota que me había contado.
Repitió: “En diálogo que sostuve con el presidente de Taiwán, Lee Teng Hui, le pregunté: ¿cómo me explica que Taiwán y Nicaragua que tenían en 1940 el mismo ingreso per cápita, de cuatrocientos dólares anuales, se encuentran ahora tan separados económicamente? Ustedes disponen en este momento (1998) de más de 8,000 dólares por cabeza (39,600 en 2013), mientras nosotros un PIB per cápita de 800 dólares, (4,500 en 2013). El presidente respondió: por tres razones doctor; educación, educación, educación”.
Nuestras habilidades son el resultado de la educación que nos dieron nuestros antepasados. La generación siguiente será un producto de nuestro ejemplo y la forma como los eduquemos. Por consiguiente, el problema medular radica en educar a nuestros hijos mejor de cómo nos educaron a nosotros.
Actualmente, la juventud demanda una educación diferente. Basta escuchar a Gloria Álvarez en el Parlamento Iberoamericano de la Juventud. El 60 por ciento de los centroamericanos no va a la escuela. Los jóvenes nos están negando el respeto que estábamos acostumbrados a recibir.
Si la generación actual no fue adecuadamente educada, ¿cómo vamos a educar apropiadamente a nuestros hijos? Es decir, los mayores tenemos que reeducarnos para poder instruir correctamente a nuestros descendientes.
Los latinoamericanos venimos de un sistema dictatorial político-religioso con conceptos errados sobre el trabajo, la investigación y la educación.
Es herencia española: refiriéndose al subdesarrollo español del siglo pasado, José Ortega y Gasset expresaba: “La raíz de la descomposición nacional está, como es lógico, en el alma misma de nuestro pueblo… peor que tener una enfermedad es ser enfermedad”.
¿Qué debemos de hacer para educar a nuestros descendientes?; trabajar, la educación es trabajo, leer libros y más libros y comprender, lo que decía Krishnamurti: “No es un signo de buena salud estar bien adaptado a una sociedad enferma”.
Lo que debemos de hacer es lo que también mencionaba Ortega y Gasset: “España es el problema Europa la solución”. Recomiendo desespañolizarnos y educarnos, inglaterrizándonos y japonizándonos; haciendo propio el legado de esos pueblos modelos del mundo.
En un periodo de sesenta años, los ingleses, japoneses y centroamericanos leen; 1,800, 2,800 y 120 libros respectivamente, por familia las cantidades se duplican: es la herencia intelectual. Nuestro bajo hábito de lectura se debe, en parte, a la censura y prohibición de libros impuesta por la Iglesia católica durante cuatro siglos, terminada en el Siglo XX. Tragedia que debemos conocer para enmendarla. Dios nunca ha prohibido libros, más bien, la naturaleza nos obligó a escribir y leer, nos dio dones para educarnos, para ayudarnos mutuamente.
Los ingleses tienen un tesoro patrimonial; un genio que legó los cimientos para la solidaridad y la conducta prosocial, Adam Smith, creador del mejor sistema moral de la Era Moderna. Los japoneses practican los legados Siddhartha Gautama, fundador del budismo, sistema no religioso con enseñanzas para vivir en armonía.
Para mejorar la sociedad, hay que educar, primero al hombre. Considero que para cumplir con nuestra obligación de la educación, y a los conceptos de derecho y deber, obligatoriamente debemos estudiar los legados de Smith y Gautama. Nos legaron conocimientos que hoy se conocen como inteligencia emocional; la empatía, compasión, cooperación, etc.
Liderazgo implica conocer los errores del pasado, estudiar los logros presentes y visualizar el futuro. La falta de educación viola los derechos humanos, debemos considerar al magisterio; la profesión sagrada.
Por 1650, La Rochefoucauld escribió: “Mostradme la lectura de vuestros hijos, quiero conocer el futuro del país”. Sabiduría cierta de ayer, hoy y mañana. El libro es la riqueza, la estatua de la libertad del individuo.
El autor es empresario y autor del libro: ¡La gran pregunta ¿Por qué los hispanos son pobres?
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