Juan Reinaldo Sánchez acompañó casi a diario a Fidel Castro entre 1977 y 1994, período en el que fue su escolta personal. Ahora, tras haber sido encarcelado por el régimen cubano cuando pidió su jubilación, y luego salir al exilio, Sánchez escribió un libro sobre la vida privada del líder cubano: La vida oculta de Fidel Castro.
En el libro, Sánchez no solo describe el lujo de la vida del dictador cubano, sino que también analiza otros aspectos de su régimen, la dinastía familiar, seguida por la de su hermano Raúl.
El exguardaespaldas también se centra en la costumbre que tenía Fidel de grabar a todos sus colaboradores y allegados o su intento por extender la revolución a Nicaragua.
“En contra de lo que siempre dice (Fidel Castro), nunca ha renunciado al confort del capitalismo ni ha elegido vivir con austeridad”, escribió Juan Reinaldo Sánchez.[/doap_box]
Desde que triunfó la Revolución Cubana, el primero de enero de 1959, Fidel Castro se esforzó por exportarla y para ello “teledirigió” guerrillas en diferentes partes del mundo. Hasta que, veinte años después, el 19 de julio de 1979, “el líder máximo cosecha al fin un éxito”. “A 1,300 kilómetros de La Habana se rueda un remake de la Revolución Cubana: Managua, la capital de Nicaragua, cae en manos de los sandinistas y, como Fulgencio Batista dos décadas atrás, el infame dictador Anastasio Somoza Debayle abandona precipitadamente su búnker”.
Un exescolta de Castro, Juan Reinaldo Sánchez, dice sobre aquel momento en su libro La vida oculta de Fidel Castro : “La prensa internacional celebra el triunfo de los rebeldes de Centroamérica dirigidos por dos hermanos, Daniel y Humberto Ortega. No obstante, nadie parece estar al corriente del papel desempeñado por Fidel entre bastidores. Nadie, excepto nosotros, un puñado de ministros y generales, así como su escolta”.
Según Sánchez y su libro, Castro fue vital para que los sandinistas tomaran el poder en Nicaragua: primero dice que el Frente Sandinista (FSLN) se fundó en La Habana en 1961 y luego que los guerrilleros sandinistas se formaron militarmente en Cuba. Además, Castro era consejero de los comandantes sandinistas y fue la pieza fundamental para la unidad del FSLN cuando, antes del triunfo de julio de 1979, estaba dividido en tres tendencias: Guerra Popular Prolongada o GPP, Proletarios e Insurreccional o Terceristas.
Sánchez, quien durante 17 años fue el escolta personal de Fidel Castro, recuerda que a principios de 1979 él fue testigo de una reunión en La Habana que Castro sostuvo con los principales comandantes sandinistas, entre quienes describe a Tomás Borge, “un cuarentón achaparrado”; Henry Ruiz, “Modesto”, “un matemático y leyenda por sus hazañas en la guerrilla”; Bayardo Arce, un periodista; Jaime Wheelock, “nieto de un ejecutivo estadounidense que estudió Ciencias Políticas en Chile durante el gobierno de Salvador Allende”; Carlos Núñez, “el más radical pese a su edad” y, por último, los hermanos Ortega, Daniel y Humberto.
La casa donde se realiza la reunión “es una villa con piscina”. “Cuando entramos, los nicaragüenses están arrellanados en sillones de cuero dispuestos alrededor de la mesa baja del salón. Se ponen en pie como un solo hombre en cuanto aparece Fidel. Con su metro noventa y uno parece un gigante al lado de los nicas”, escribió el exescolta. Ese día Castro le ordenó a Sánchez que grabara la conversación, como era la costumbre del mandatario cubano. El exescolta revela que Castro le daba mucha importancia al espionaje y por eso crea en 1975 el célebre Departamento América, que será dirigido por Manuel Piñeiro, “Barbarroja”. Un ejemplo del trabajo de esa instancia fue que en los años ochenta la economista venezolana Adina Bastidas fue reclutada por el Departamento América mientras era consejera del gobierno sandinista de esa época. Veinte años más tarde, entre 2000 y 2002, era la vicepresidenta de Venezuela, con Hugo Chávez como presidente, según afirma el libro de Sánchez.
La plática se extendió desde las 7:00 de la noche hasta las 4:00 de la madrugada. Mientras Castro parecía tener más simpatía por Wheelock, quien se distinguía de los demás por lo bien que se expresaba, a Sánchez le llamaba más la atención Humberto Ortega, porque “intuyo que, al igual que yo, ese hombre tiene alma de militar”, relata el exescolta.
“Compañeros, la unión sagrada es la condición indispensable para alcanzar nuestros objetivos”, les insistía Castro. “Poco a poco, el encantador de serpientes (Castro) se impone psicológicamente a su público (comandantes sandinistas), al que convence por fin”, narra Sánchez, quien afirma que todos “han escrito sobre la ayuda financiera aportada a los rebeldes por Venezuela o Costa Rica, pero no han hecho suficiente hincapié en el papel del dirigente cubano. Sin su poder de convicción las tres tendencias (del FSLN) no se habrían puesto de acuerdo tan de prisa” y la prueba es que Castro, “al no haber logrado lo mismo con el dirigente comunista salvadoreño Schafik Handal y su compatriota guerrillero Joaquín Villalobos, la guerrilla de El Salvador no logró jamás derrocar al poder durante la guerra civil entre 1979 y 1992”.
PUNTO CERO DE GUANABO
A 25 kilómetros al este de La Habana está Punto Cero de Guanabo, el campo de entrenamiento donde los cubanos han formado a guerrilleros de Venezuela, Colombia, Chile, Nicaragua y otras partes del mundo. Sánchez dice que no debe de confundirse con Punto Cero, a secas, la lujosa residencia privada de Fidel Castro en La Habana. Según Sánchez, es en Cuba donde también se formaron los guerrilleros argentinos que asesinaron a Anastasio Somoza Debayle, en Asunción, Paraguay, en septiembre de 1980.
En Punto Cero de Guanabo, Sánchez vio entrenarse a Daniel y a Humberto Ortega, aunque es de sobra conocido que fueron muchos los guerrilleros sandinistas que entrenaron en Cuba. El lugar comprende un terreno ondulado de diez kilómetros cuadrados cubierto de vegetación. Incluye “aulas, viviendas, un restaurante capaz de servir seiscientas comidas por hora, terrenos de entrenamiento con recorridos de obstáculos, tres polígonos de tiro, una cantera para la detonación de explosivos y dos armazones de avión hélice destinados a simular a escala real secuestros de aviones de línea”.
“SABOREÓ” EL TRIUNFO
El 20 de julio de 1979, las imágenes del triunfo sandinista recordaban a Castro “las de su triunfo” en enero de 1959. Pero no se va a Managua a sumarse a la celebración. Siguió aconsejando a los comandantes sandinistas, pero desde un “perfil bajo” para no “irritar” a Estados Unidos. “Hasta llega a esperar un año antes de dirigirse a Nicaragua, teatro de uno de sus éxitos más brillantes”, dice Sánchez.
El miércoles 16 de julio de 1980, por la noche, llega Castro a Nicaragua. Estuvo en el país una semana. Se fue el 25 de julio, ya que el 26 debía celebrar en Cuba el “Asalto al cuartel Moncada”. El 19 de julio estuvo en la plaza celebrando el primer aniversario de la revolución. Habló por 35 minutos y ofreció “su barba” de manera simbólica al pueblo, ya que recordó que en abril de 1961 desde Nicaragua había salido una parte de la invasión de Bahía de Cochinos y que Somoza había pedido que “le trajeran aunque fuera un pelo de la barba de Castro”.
En esa ocasión Castro recorrió casi todo el país. Un día llegó a Bluefields y otro día estuvo en la zona fronteriza con Honduras de Las Manos. Estuvo en el lago de Granada, donde “los anfitriones atraían a las lamias (tiburones de agua dulce) arrojando grandes cubos de sangre escarlata a la inmensa laguna”, recuerda Sánchez. Al exescolta lo que más le llamó la atención fue ver en el desfile militar del 19 de julio a unos “niños soldados que acababan de cumplir 10 años” de edad.
Una noche, un soldado sandinista “inexperto”, que estaba asignado al complejo donde se hospedaba Castro, disparó su fusil. “En fracción de segundos estalló un tiroteo”, narra Sánchez, quien de inmediato se puso a averiguar qué ocurría hasta descubrir que al “inexperto” soldado lo había asustado una vaca y por eso disparó. “¿Qué pasa Sánchez?”, le preguntó Castro. Cuando el mandatario cubano obtuvo respuesta, “prorrumpió en unas carcajadas como pocas veces le he oído”, narra Sánchez.
LA DERROTA ELECTORAL DE 1990
Fidel Castro apoyaba a los sandinistas con armas. Sánchez relata que en dos ocasiones, en el aeródromo de Baracoa, vio a Castro y a su hermano Raúl supervisar el envío de armas a Nicaragua. En una de esas ocasiones las armas fueron enviadas en un avión (“un antiguo pero impresionante Britannia de hélices”) “maquillado con los colores… ¡de Honduras!”
A su vez, los sandinistas trataban de serle útiles a Castro. Por ejemplo, Sánchez asegura que a través del Departamento MC (Moneda Convertible) Cuba generaba dólares con ayuda de empresas fantasmas en Panamá, México y Nicaragua.
Fidel Castro se inquietó cuando se enteró de que los sandinistas habían acordado con la oposición ir a elecciones. Sánchez dice que Castro había calibrado la impopularidad cada vez mayor de los comandantes sandinistas y le instruyó a Manuel Piñeiro, alias “Barbarroja”, que le instruyera a los sandinistas que no organizaran las elecciones. “Hay mucho que perder y muy poco que ganar”, dijo Castro”. Cuando los sandinistas perdieron las elecciones, Castro se lamentó muchas veces. Y de “Barbarroja” decía: “Uff, será inepto”.
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