14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

William Frank Gentile. LA PRENSA/Jorge Torres

“Nicaragua marcó mi vida profesional y personal”

Entrevista con Bill Gentile, el fotógrafo estadounidense que se coló entre las filas de contras y revolucionarios para retratar las guerras que han desangrado a Nicaragua.

William Frank Gentile retrató como nadie dos de las guerras que han desangrado a Nicaragua. Muy pocos siguieron la insurrección contra Somoza y la posterior guerra entre contrarrevolucionarios y el Ejército Popular Sandinista tan de cerca como él y vivieron para contarlo. Con 28 años, Bill Gentile fue el fotógrafo estadounidense que se coló entre las filas de contras y revolucionarios para retratar desde las montañas del norte los combates que estallaban, hasta los campamentos en Honduras donde entrenaba la contra y las bases sandinistas donde se gestaban ataques.

[doap_box title=”Sensible y temerario” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]Bill Gentile, de 64 años, llegó por primera vez aquí en 1977, aunque se estableció en 1989 como corresponsal de United Press International (UPI). Reportó el conflicto para NBS Radio y sus fotografías le dieron la vuelta al mundo en portadas y reportajes de Newsweek Magazine.

Estuvo en la guerra civil de El Salvador, en la invasión de Haití, en la Guerra del Golfo Pérsico y en combates de Irak y Afganistán. Luego de su paso por Nicaragua se consagró como un sensible y temerario fotoperiodista.

Actualmente Gentile es catedrático en la American University de Washington, sigue trabajando como periodista independiente y documentalista y dirige el proyecto de “Periodismo de Mochila”.

En su visita en marzo Bill Gentile, invitado por la Embajada de Estados Unidos en Nicaragua, impartió talleres a universitarios y fotógrafos.

[/doap_box]

Gracias a sus imágenes el mundo vio las batallas que se libraban en Nicaragua desde finales de la década del setenta y vio la revolución sandinista desde sus entrañas. Con 64 años, Bill Gentile regresa otra vez a Nicaragua, siempre con su cámara, pero esta vez cargando a cuestas su proyecto Periodismo de Mochila. Es una visita rápida, pero llena de recuerdos, Gentile habla de sus experiencias en el país que inmortalizó en su libro Nicaragua” (1989) con cada toma salpicada de sangre en la montaña, mujeres de rostros desencajados de dolor y pueblos tranquilos donde la vida intentaba seguir su curso entre caminos polvosos, ríos del Caribe y canastos coloridos de frutas.

“Nicaragua era guerra, pero también lo recuerdo como un país lleno de gente solidaria, amable, trabajadora. Nicaragua marcó mi vida profesional y personal”, dice Gentile.

En Nicaragua es la primera vez que cubre conflictos. ¿Qué tal la experiencia?

Antes de llegar aquí nunca había visto un muerto en la calle. Fue un impacto grande. Me desperté políticamente, humanamente, personalmente. También estuve en El Salvador, fue una guerra civil muy cruel, extendida en todo el país, ahí vi lo crudo. Pero Nicaragua me enseñó qué es un pueblo que decide tomar las armas y cambiar su destino. La revolución sandinista es una de las revoluciones más profundas en las que yo he estado, trataron realmente de cambiar una sociedad entera. Fue muy importante para mí en muchas maneras.

¿Qué conocía de Nicaragua antes de cubrir el conflicto?

Yo trabajaba para la United Press International (UPI), estaba en México que era la sede de la región y lo único que sabía de Nicaragua era lo que mandaba Leonardo Lacayo Ocampo, un experimentado periodista y corresponsal nicaragüense. Que había un grupo guerrillero que quería derrocar al presidente. Había escuchado que eran un grupo de izquierda, que querían botar el Gobierno, que se había desatado una guerra…

Y cuando llegó, ¿qué encontró?

Me impresioné. Ni los sandinistas sabían cómo iba a salir el experimento de la revolución, porque había tres tendencias. Entre los comandantes, que eran nueve; tres en cada tendencia, había pugnas… No se sabía qué pasaría tampoco luego del triunfo, pero estaban claros que había que sacar a Somoza y lo sacaron.

¿Cambió su manera de ver a los sandinistas?

El triunfo de la revolución fue algo conmovedor. Yo estuve en la plaza, pero también vi salir a los somocistas que quedaban. Era una mezcla de sentimientos. Ellos intentaban un cambio profundo, no solo un cambio de presidente o de los impuestos, era un sistema social no solo político. En los ochenta vino la parte difícil.

¿Qué tan fácil o difícil era ser corresponsal de prensa estadounidense?

Al inicio contamos con el apoyo del periodista Lacayo Ocampo, “el hombre”. Él tenía un radio de onda corta y desde ahí podíamos escuchar comunicaciones del mero Somoza con su gente. Ahí escuchábamos de los combates, las bajas que tenían, qué tropas necesitaba municiones. Lacayo era nuestra arma secreta. Ya en los ochenta los contrarrevolucionarios y los sandinistas necesitaban también de la prensa; unos para mostrar al mundo lo que según ellos era comunismo y los otros para tratar de demostrar que luchaban por una causa justa. En ambos casos recibí el apoyo de las tropas.

¿Tuvo algún conflicto personal por la posición del presidente Ronald Reagan con Nicaragua y su apoyo a la contrarrevolución?

Yo logré una visión más humana del conflicto. Yo tenía contactos aquí, tenía mi familia nicaragüense, viví aquí siete años después de la insurrección y pasé mucho tiempo en la montaña. Los campesinos no tendrán mucha educación, pero son poéticos, son seres humanos bellísimos, y eso me dio un feeling especial con la revolución. No es fácil cubrir una guerra, pero saber que tu país está involucrado lo hace más difícil, no solo como corresponsal, también como persona. Aunque otros colegas estaban presionados por sus propios medios.

¿Cuál era la posición de Newsweek en la cobertura?

Nicaragua fue un tema bastante volátil en Washington. Tuvo la malísima suerte de ser el último campo de combate de la Guerra Fría. Teníamos al presidente Reagan , bastante conservador, que decía “estos tipos son comunistas y los vamos a arrasar”. Si alguien escribía en contra de eso, había muchos ataques políticos, mucha polémica, los grupos antisandinistas eran fuertes, pero también había prosandinistas. Estábamos entre dos fuegos también allá, mucha gente sufrió censura.

Yo tuve la excelente suerte de tener editores que recibían mi material con las manos abiertas. Y una foto es una foto, un combate es un combate, un herido civil es un herido civil, es algo que se ve y no se puede cambiar. Para los redactores era un poco más difícil, una palabra mal puesta y desataba polémica. Eso sí, yo siempre traté de mostrar las dos partes del conflicto, la guerra es lo que es.

¿Cómo veía usted a los contras y a los soldados sandinistas?

Esta no es una respuesta solo personal, es algo que veían también organizaciones de derechos humanos, sin partidos. Los sandinistas violaron derechos humanos, pero no tanto como la contra. La contra fue acusada por las organizaciones más respetadas en el mundo de cometer crímenes en contra de los derechos humanos con mucho más frecuencia que los sandinistas. Los contras eran exmiembros de la Guardia Nacional y campesinos sin educación, que eran muy maleables. Los contras reclutaron campesinos y les metían ideas contra los sandinistas, ellos caían en la trampa o los obligaban.

El Ejército sandinista también reclutó campesinos, es cierto que reclutó jóvenes, pero también había gente con educación básica, más preparados, eran más organizados en su lucha, y muchos estaban convencidos. Aunque al final de cuentas muchos eran jóvenes matándose entre sí…

¿En algún momento se inclinó por algún bando?

Mi trabajo no era de juzgar. Yo vine aquí sin saber qué era la guerra, pero tomé conciencia que mi trabajo era documentar lo que pasaba. No podía decirle a la gente qué pensar, pero podía mostrarle lo que pasaba de un lado y del otro, pero fueron lo suficientemente inteligentes para juzgar por sí mismos, como ahora. Por eso hay que seguir mostrando estas fotos. Es difícil mantener el balance, pero no perdí mi conexión humana cuando cubría sandinistas o contras. Ahí está el resultado. (Muestra en su libro las fotografías de dos jóvenes armados, en la misma pose y casi con la misma expresión). ¿Quién es contra y quién es sandinista? Todos eran nicaragüenses.

Después de Nicaragua, siguió haciendo cobertura de guerras…

No me considero un fotógrafo de conflictos, he estado en muchos, cierto, pero me he dedicado a hacer otras cosas en periodismo, como ahora. En la guerra siempre se teme, cuando iba a El Salvador o a la montaña aquí, pensaba que iba a regresar en caja. Siempre me tomaba mi tiempo y pensaba en qué pasaría si perdía un ojo, un brazo, una pierna… Pero aquí aprendí que mi trabajo, la posibilidad de enseñarle al mundo lo que estaba pasando era importante, más que mi seguridad. Valió la pena. No invito a los periodistas a ir a cubrir conflictos, sería irresponsable, pero cada quien sabe si puede o no aportar y cómo se siente comprometido o útil en un lugar. En cada conflicto que he estado, desde Nicaragua, ha sido porque siento que mi trabajo tiene un valor humano, que no solo se trata de noticias, sino de historias que contar.

De las historias que vio aquí, alguna que lo conmoviera en especial.

Lo que más me duele hasta la fecha es la acumulación de oír mujeres llorando. Llantos en la montaña, llantos en el entierro de sus hijos, llantos cuando no regresan… Hasta la fecha es muy difícil recordar eso…

¿Usted volvió a Nicaragua a contactar a algunas familias que retrató?

Sí, en el 2002 para un documental llamado The World Stopped Watching (El mundo dejó de mirar). Fue una experiencia muy fuerte. Volver a las montañas, reencontrarme con esas familias y ver que el dolor de una madre no disminuye con los años. Familias que retraté en 1986 u 87, madres en la vela de su hijo, mientras la joven viuda amamantaba al bebé y los hermanos seguían con uniformes del Ejército. La peor cosa que le puede pasar a una madre es que se muera su hijo. Después las madres más viejas, los huérfanos, las heridas que nunca cierran.

¿Cómo ve a Nicaragua ahora?

Con excepción de algunas cosas, como la pobreza, he tenido la gran alegría de conocer a los nicaragüenses fuera de una guerra, fuera de conflicto. Es algo maravilloso. Hablo de que el país no esté en guerra, no tengo que preocuparme cómo hablo de los sandinistas, ni de los contras. Se puede respirar, he conversado con gente tranquilamente. Pero vengo de afuera, no podría decirte cómo están las cosas por acá.

Puede interesarte

COMENTARIOS

  1. Gabriel Arana
    Hace 9 años

    Soy estudiante de la carrera de Comunicación Social, primeramente quería felicitar a quien escribió esta entrevista; pero ¿Por qué esta se encuentra en la sección de reportajes? Algo que además quería señalar es que este señor fotógrafo mencionó la palabra feeling, toda palabra de origen inglés y transcrita al español debe escribirse entre comillas según la RAE. Eso es todo, muy buenas tardes.
    Att: estudiante de segundo año de Comunicación Social

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí