El próximo primero de abril, por primera vez en treinta años, los productores europeos podrán producir tanta leche como quieran, una decisión ventajosa para los países nórdicos que otras naciones ven con recelo. Después de la Segunda Guerra Mundial, los países europeos estimularon la producción de leche en forma constante, pero en los años setenta, cuando los tanques comenzaron a desbordar, comenzaron a regular el mercado.
En 1984, la Unión Europea, cansada de comprar los excedentes, para mantener los precios en el mercado, decidió regular la producción estableciendo un sistema de cuotas. Treinta años después, la Unión Europea adopta una posición totalmente opuesta y liberaliza completamente el mercado con el objetivo de responder a la creciente demanda mundial de leche.
La desregulación de la producción comenzó paulatinamente a partir del año 2009, con un aumento de uno por ciento anual de las cuotas. La principal razón del cambio es el aumento de la demanda en los países emergentes. En China, especialmente debido a que los consumidores prefieren la leche para bebés producida en el extranjero, tras una serie de escándalos con los productos locales.
MÁS PRODUCCIÓN
En ese contexto favorable, los países de Europa del norte apuntan a aumentar la producción, como por ejemplo Irlanda que aspira a un incremento de cincuenta por ciento de aquí al 2020.
Irlanda, pequeño productor con una cuota de 5,400 millones de litros por año, en comparación con Alemania o Francia, exporta ochenta por ciento de su producción.
Los productores holandeses están decididos a recuperar el tiempo perdido y esperan aumentar la producción en un veinte por ciento hacia el 2020. En Alemania, primera potencia lechera de Europa, la industria lechera apunta a un aumento de la producción anual de hasta un tres por ciento.
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