Los restos humanos llegan con cuentagotas al centro avanzado que la gendarmería francesa ha montado en Seyne-les-Alpes, donde son tratados con quirúrgica meticulosidad para identificar a las 150 víctimas del siniestro aéreo del martes en los Alpes franceses.
“Es un trabajo de relojero”, describe un responsable francés de identificación criminal. Todo se hace con escrupulosa precisión, desde la recogida de las muestras en la montaña hasta su tratamiento y atribución. Será una labor de semanas: hasta que no se complete, los cadáveres permanecerán en custodia en Seyne y solo cuando se acabe el trabajo se repatriarán para entregárselos a sus familiares.
Los helicópteros siguen llegando de forma incesante a la montaña donde el martes se estrelló el vuelo de Germanwings, que cubría la línea entre Barcelona y Dusseldorf.
La zona del accidente es tratada como “la escena de un crimen”, según el portavoz del Ministerio del Interior, Pierre-Henri Brandet, aunque otros responsables lo comparan con una “excavación arqueológica”. El terreno ha sido cuadriculado de forma cartesiana para ir explorando cada centímetro. Primero se recuperan los restos más lejanos al epicentro del impacto y se va cerrando el círculo.
40 especialistas entre investigadores y forenses están en el terreno donde cayó el avión. Los primeros buscan indicios que sirvan para aclarar los motivos de la catástrofe y los segundos se centran en localizar restos humanos.
La zona de trabajo prioritaria es una especie de triángulo con el punto de impacto en el vértice inferior y unos 250 metros de largo por algo más de cien en su punto más ancho, lo que lo convierte en una vasta zona de trabajo en condiciones difíciles.
El terreno es duro, pero el impacto fue de tanta violencia que algunos de los restos están enterrados. Las bolsas amarillas con los restos de las víctimas son trasladadas por los helicópteros a un punto intermedio de la montaña, desde el que, en furgonetas, llegan al centro de identificación levantado por la gendarmería con material procedente de su Brigada Criminal.
Allí comienza la tarea de identificación, para la que los agentes franceses cuentan con el apoyo de colegas españoles y alemanes. Ningún resto es atribuido a una víctima si no se tiene la certeza de que le pertenece. “No sirve que haya sido encontrado al lado de un carné de identidad o de un collar, tenemos que tener pruebas científicas”, afirma un responsable.
Los restos van pasando por diferentes mesas para su estudio por los forenses. En ese punto, es clave el contacto directo con el equipo “ante mortem” situado en París y que es donde están centralizadas las pruebas de ADN, dactilares y odontológicas de las víctimas.
La mayor parte de los cuerpos se recuperará incompleta y hay un riesgo “muy alto”, según un investigador, de que de algunos no se encuentre nada.
Ver en la versión impresa las páginas: 12 A