Rubén Darío amaba las islas, y las islas fueron pródigas con él, dándole la paz y el sosiego que su espíritu necesitaba. Esa paz, ese sosiego los encontró en tres islas emblemáticas en su vida: la isla de Martín García, en Argentina; El Cardón, en Nicaragua, y Mallorca, la mayor de Las Baleares en el Mediterráneo español.
La isla de Martín García situada en el estuario del Río de la Plata a 30 kilómetros de Buenos Aires, con 9 kilómetros de largo y casi lo mismo de ancho, usada en aquel tiempo como lazareto que dirigía el doctor Prudencio Plaza y actualmente convertida en fortaleza militar, es donde Darío llega en abril de 1895, destrozado del alma y enfermo del cuerpo.
Ha perdido el cargo de cónsul de Colombia en Buenos Aires a causa de la muerte del expresidente colombiano Rafael Núñez , su protector, acaecida en 1894. Rubén vivía el desastre y ruptura de su matrimonio con Rosario Murillo; arrastra los efectos de una larga bohemia, hasta que un amigo, el poeta boliviano Ricardo Jaimes Freyre lo rescata en una barriada de Buenos Aires, lo envuelve en su propio abrigo y lo embarca hacia Martín García.
Buenaventura para Rubén fue que el doctor Plaza, director del sanatorio, es persona sensible, amigo de poetas y sobre todo apasionado de la música clásica, en especial de Wagner. Acoge al joven poeta de 28 años y lo trata clínicamente; pero más que cura para el cuerpo le da cura para el alma con largas conversaciones y largas sesiones musicales. Darío era sensible a todas las artes, pero la música estaba más cerca de su espíritu que guardaba toda la armonía del mundo.
Darío recuperado hace incursiones de cacería por la isla y vuelve a escribir. Envía al amigo Jaimes Freyre una deliciosa carta en castellano antiguo, escribe puntual sus colaboraciones semanales a La Nación de Buenos Aires y cuando el periódico le pide un poema que conmemore la Independencia del Río de la Plata el 25 de Mayo, Darío da a luz la inmarcesible Marcha Triunfal , que recoge y reproduce en versos el compás y la armonía de la música wagneriana. Jaimes Freyre declama en el Ateneo de Buenos Aires el poema que es acogido con devota admiración por escritores y poetas y en la calle, por el pueblo de Buenos Aires que lo lee agradecido en las páginas de La Nación el 25 de mayo de 1895.
La islita de Martín García fue testigo y coautora de uno de los grandes poemas de Darío que regresa recuperado a Buenos Aires y de ahí parte para Europa.
Mallorca es la mayor y más importante de las Baleares, situada frente a Barcelona. Bellísima es esta isla, con mucha historia. Patria de Raymundo Julio el monge alquimista y legendario que entró a caballo al templo siguiendo a Blanca de Costelo, la amada de su juventud. Paraíso donde los pinos y los rosales casi se meten al mar. El embrujo de la Cortija sedujo siempre a Darío desde su primera estancia en Mallorca. Dos veces estuvo Rubén en la isla. La primera visita fue en el invierno de 1906 y se prolongó hasta mayo de 1907.
Darío viaja a Mallorca en 1906 por su propia cuenta, aunque invitado por Gabriel Alomar pintor y poeta mallorquín. Le acompaña Francisca Sánchez y la jovencita María, hermana de Francisca y hasta lleva una empleada doméstica llamada Genoveva.
En esta ocasión, Darío vive el esplendor de su gloria. Ha publicado todos sus libros célebres y su situación económica es buena por primera y última vez. Solo está cansado de halagos y banquetes durante su viaje triunfal al Congreso de Poesía de Brasil. En la isla, Darío de 39 años, alquila una villa, donde pasa meses paradisíacos. Escribe Oro de Mallorca , que en realidad son crónicas para La Nación, pagadas puntual y generosamente por el periódico. También escribe allí La canción de los pinos . Vive una especie de encantamiento ante “el mar latino” evocando en esa parte del Mediterráneo gestas de navegantes latinos y griegos. También escribe su Espátula a la señora de Lugones , considerada por algunos críticos como su autobiografía. Se relaciona con los intelectuales de la isla, el propio Gabriel Alomar, Juan Alcover y Juan Sureda quienes lo celebraban con entusiasta admiración. En la primavera (mayo de 1907) regresa a París.
El Cardón: Esta isla está situada frente a Corinto en el mar de Chinandega. Los escolares de hace ochenta años dibujábamos la isla que tenía un faro, casualmente, también fue leprocomio, como Martín García. Hoy El Cardón es destino turístico y algunos propietarios han construido bonitas mansiones.
En 1908 llega Darío a El Cardón, invitado por el doctor Luis Debayle, médico leonés, a quien le gustaba quemarse en la gloria del poeta. La familia Debayle Sacasa y sus otros invitados colman al poeta de afecto y atenciones. Esta isla tropical hierve entre el mar y el sol. Darío escribe en El Cardón Retorno, dedicado a doña Blanca de Zelaya. Redacta un periódico manuscrito en el que colaboran los otros huéspedes, Debayle y el propio Rubén, naturalmente. También nace allí su famoso poema A Margarita , tan conocido y declamado por los niños nicaragüenses. Este poema fue publicado en Canto errante, con el título de Cielo y Mar y por primera vez en el Diario de Granada en el Nº 526.
De la isla El Cardón, luego de pasar unos breves días en León, Darío embarca en Corinto hacía Europa de donde solo regresa en 1915 “buscando el cementerio de su pueblo natal”.
La autora es maestra.
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A
