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Cristhian Zúniga cobra cincuenta córdobas por cada corte de pelo, un precio económico pero competitivo en el sector donde vive. LA PRENSA/ A. MORALES

El maquillaje de Cristhian

Cuando tenía 18 años, Cristhian Zúniga acompañó a una amiga a inscribirse en una academia de belleza, Bersy.

Cuando tenía 18 años, Cristhian Zúniga acompañó a una amiga a inscribirse en una academia de belleza, Bersy. No iba pensando en matricularse, pero cuando entró le llamó la atención ese planeta de uñas pintadas, pelos tinturados, peinados y se inscribió junto con su amiga. Pasó todos los cursos necesarios y dos años después se graduó de estilista en la academia de belleza. Su amiga abandonó la carrera en el trayecto.

Cuando se graduó ya tenía trabajo en salones. Cristhian explica que desde que son estudiantes les toca hacer prácticas en salones y por eso no fue difícil quedarse fija en algún salón.

También, desde que se estudia en las academias, tienen que irse haciendo de herramientas como tijeras, trabas, pinzas, entre otros, y eso le facilitó trabajar por su cuenta y cultivar su propia clientela.

“Tengo varias clientas a domicilio”, comenta la estilista mientras rasura a un hombre quien primero pide que no le enfoquen la cara en las fotos, y luego, cuando Cristhian termina de cortarle el pelo, le dice entre bromeando y vanidoso: “Le das mi número a la que venga a preguntarte por mí”.

Hace más de seis años ejerce el estilismo, tiene clientes en su casa pero también sale a peinar y a maquillar a domicilio.  LA PRENSA/ A. MORALES
Hace más de seis años ejerce el estilismo, tiene clientes en su casa pero también sale a peinar y a maquillar a domicilio.
LA PRENSA/ A. MORALES

Cristhian se sonríe. Además de trabajar en algunos salones eventualmente, de visitar clientes a domicilio, ella ha montado su propio salón de belleza en el barrio José Dolores Estrada, a dos casas al sur de la cervecería. Y el hombre al que le está cortando el pelo es probablemente un empleado de dicha cervecería.

De allí tienen unos cuantos clientes. Unas son mujeres, oficinistas, que a veces le piden cita para que las peine a las 6:00 a.m., porque es la única hora a la que pueden. Otros, como este, aparecen de la nada y piden que les corte el pelo.

“No se pueden hacer milagros”, comenta otro hombre, quien sigue con la mirada el corte que le hacen a su amigo. Cristhian se vuelve a sonreír.

CASA Y SALÓN

El salón es un apéndice de la casa donde vive con su mamá, dos hermanas menores y su pequeña hija de dos años.

Su mamá le cedió un pequeño espacio para que armara su centro de belleza. Se entra por la puerta principal de la casa, donde hay una vitrina exhibiendo algunos artículos. Se gira a la izquierda, se atraviesa una pequeña puerta a la izquierda y de inmediato se está en el salón de Cristhian.

Es tan pequeño que apenas caben un par de sillas con dos espejos rectangulares adosados a la pared.

La decoración del pequeño salón incluye fotos de modelos rubias y estilizadas. En una de esas fotos la modelo lleva el pelo rizado y suelto, otro usa el peinado bob, que aún sigue de moda y consiste en dejar el pelo muy corto atrás y largo adelante.

Uno de sus planes es ampliar la fachada del local.  LA PRENSA/ A. MORALES
Uno de sus planes es ampliar la fachada del local.
LA PRENSA/ A. MORALES

Es uno de los cortes con mayor demanda, según cuenta Cristhian.

El resto del mobiliario del salón lo componen un sillón naranja para los que esperan, en uno de sus bordes hay tres revistas, la de encima es una edición vieja de Vanidades. Otro mueble importante del pequeño recinto es una mesa con una lámpara, es el equipo básico para arreglar las manos.

Cuando arrancó con el salón, lo único que Cristhian tuvo, además de las tijeras y las pinzas fue un espejo que le costó cuatrocientos pesos. Ahora tiene dos más.

Hasta hace poco pudo hacerse de una silla especial de peluquería. Dice que son bastante costosas. Una nueva cuesta alrededor de 350 dólares y usada alrededor de 300 dólares. “Son caras”, comenta Cristhian, de 26 años.

Al fondo del cuarto, hay una refrigeradora y a la par un lavador de cabezas, con un pequeño estante de tarros de champús y acondicionadores.

Cristhian explica que aunque salió hace unos cuantos años de la academia, en este oficio hay que actualizarse constantemente. Siempre aparecen nuevos peinados, maquillaje, colores para pintar el pelo. Dice que las mismas casas comerciales que venden productos de belleza las invitan a seminarios de actualización, sino ella busca por su cuenta.

Cristhian tiene muchos planes para ampliar y mejorar su negocio, pero le falta capital. Dice que sus ingresos rondan entre 4,000 y 6,000 pesos al mes. “Quiero cambiarle la fachada”, cuenta la muchacha, quien todas las noches va a la universidad para estudiar Mercadeo.

BAJOS PRECIOS

Un corte de pelo en este salón cuesta cincuenta córdobas. “No se puede cobrar más en esta zona. Por aquí hay otros que hacen el corte por cuarenta y treinta córdobas”, explica la muchacha que hace unos minutos acabó con el corte de pelo y ahora espera a una clienta que se pintará las uñas. Aprovecha el ínterin para maquillarse. Dice que solo se había puesto la base en la cara y “me miro blanca (…), no me saque así”, solicita la peluquera, quien para la ocasión se ha puesto tacones, aclara que normalmente no trabaja así.

Aunque ha pensado en moverse a otra zona, cree que no le conviene. Se ha fijado que sectores como Bello Horizonte, Ciudad Jardín o Altamira ya están saturados, en cambio, en el barrio no hay tantos salones.

Ampliar el salón es el plan de Cristhian Zúniga a quien le gusta trabajar en su casa porque así puede estar cerca de su hija.  LA PRENSA/ A. MORALES
Ampliar el salón es el plan de Cristhian Zúniga a quien le gusta trabajar en su casa porque así puede estar cerca de su hija.
LA PRENSA/ A. MORALES

Los domingos, Cristhian no siempre descansa. Es uno de los días que más trabaja. Va a domicilio donde varias clientas que solo tienen ese día para arreglarse el pelo. “Son trabajadoras de oficina”, aclara la muchacha.

Enciende la lámpara de escritorio y la muchacha que acaba de llegar extiende la mano encima de una toalla. Cristhian se la toma, le extiende los dedos, extrae un frasco de pintura, de varios que tiene a un lado y con delicadeza desliza el cepillito. Las uñas transparentes poco a poco adquieren un tono turquesa.

ESTUDIANTE DE MERCADEO

Cristhian Zúniga no se ha conformado con ser estilista y actualizarse en seminarios eventuales sobre maquillaje y peinados. Hace un par de años terminó la carrera de técnico medio en Administración de Empresas y de allí siguió estudiando la carrera de Mercadeo en la Universidad Politécnica. Actualmente cursa el segundo año. Estudia todas las noches y está becada. Es duro, pero dice que le gusta mucho. Dice que el mercadeo le está dando ideas sobre cómo mejorar y ampliar su pequeño salón de belleza en el barrio José Dolores Estrada.

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COMENTARIOS

  1. yader
    Hace 9 años

    En lo personal, esta chica hace muy bien su trabajo y es muy profesional, esta muy actualizaDA a la moda, y es una madre soltera ejemplar, y trabajadora, espero que prospere en su negocio, yo siempre me corto mi cabello en este lugar,no lo hago en ningun otro sitio.

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