El Movimiento Renovador Sandinista (MRS) celebra hoy el veinte aniversario de su fundación.
Surgido en mayo de 1995 de una escisión del FSLN, el MRS es, seguramente por eso mismo, la formación política más odiada por el sandinismo orteguista que detenta el poder. Por eso lo despojó de su personería jurídica dejándolo sin derecho a participar en las elecciones de manera independiente.
Pero, curiosamente, el MRS también es aborrecido por un sector de la derecha que lo considera más peligroso que el FSLN, con cuyo gobierno mantiene una colaboración provechosa. Es un contrasentido que personas demócratas prefieran una izquierda políticamente caníbal, devoradora de la democracia, como es el sandinismo orteguista gobernante que ha socavado la institucionalidad democrática y desvirtuado el Estado de Derecho, y repudien en cambio a una izquierda moderada que se ha alineado con la derecha política democrática en la lucha por la recuperación de la democracia liberal.
Una lectura desprejuiciada de los documentos programáticos del MRS, o de los planteamientos cotidianos de sus dirigentes sobre la problemática nacional, permite apreciar que este partido es de izquierda democrática y, por lo tanto, es una reserva política para la reconstrucción de la democracia en Nicaragua. Inclusive en lo económico, los objetivos del MRS no apuntan contra la economía de libre mercado ni a la abolición de la empresa privada, solo proponen regulaciones como las que practican los gobiernos social-demócratas o socialistas democráticos en diversos países, sobre todo en Europa occidental.
En la actualidad, igual que sucedió en tiempos de la dictadura somocista y de la dictadura sandinista del siglo pasado, no hay —y seguramente no habrá— ninguna fuerza política que de manera aislada pueda derrotar al orteguismo. Y mucho menos que tenga posibilidad y capacidad para impulsar, desde el poder, la reconstrucción de la democracia y generar un proceso de desarrollo económico nacional en libertad y con justicia social.
No existe esa fuerza, pero se puede y se debe construir. Esto es indispensable para transformar la cultura política tradicional, nicaragüense y latinoamericana, que rinde culto a un caudillo o líder carismático y tiene “un concepto corporativo y casi místico del Estado, como una entidad que encarna la soberanía popular por encima de las conciencias individuales”, según lo señala el politólogo mexicano Enrique Krauze en un artículo de opinión. Lo cual viene a ser lo mismo que el “pragmatismo resignado”, del que habla el filósofo político nicaragüenses Andrés Pérez Baltodano, que según él significa subordinarse siempre a lo circunstancialmente posible, ajustarse a la realidad del poder para “atemperarse a las circunstancias”.
Nicaragua no puede llegar a ser un país moderno, democrático y equitativo, mientras la sociedad política y económica siga atrapada en las redes de esa cultura atrasada y dominada por el “pragmatismo resignado”.
Para salir de esa trampa es necesaria la formación o el fortalecimiento de fuerzas políticas —de derecha, de izquierda y de centro— que tengan una nueva visión del presente y el futuro de Nicaragua. Y en el flanco izquierdo de esas fuerzas está, o debería estar, el MRS.
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