Los medios de comunicación han puesto sobre la agenda pública una serie de hechos que reflejan una actitud intolerante de funcionarios migratorios, policiales, judiciales y recientemente, de autoridades universitarias; estas últimas en detrimento del ejercicio efectivo de la autonomía y de la libertad de cátedra que tienen que estimular las entidades de educación superior.
Dichas actuaciones “intolerantes” tienen un impacto negativo para el ejercicio de derechos humanos y libertades fundamentales de los ciudadanos, y tienen y han sido por ello, legítimamente cuestionadas por Cosep, organismos de derechos humanos y de la sociedad civil, medios de comunicación y académicos.
Se trata de actuaciones que definitivamente no pueden pasar desapercibidas por una sociedad que ha sido víctima de la intolerancia que nos llevó a la confrontación política y la destrucción económica. Para nosotros los nicaragüenses practicar y fomentar la tolerancia no solo es un deber moral e histórico, sino además una exigencia política y social impostergable que nos imponen las actuales y nuevas generaciones.
No podemos ignorar que la tolerancia fue la virtud que hizo posible la reconciliación y contribuyó a sustituir la cultura de la guerra por la cultura de la paz en nuestro país. De ahí que sea un imperativo que la tolerancia la practiquemos los individuos, las organizaciones y el Estado.
Y por ello, no es casual que las Naciones Unidas hayan establecido el Día Mundial de la Tolerancia, haciendo un llamado universal al respeto, la aceptación y el aprecio a la rica diversidad cultural del planeta. Y la Unesco haya llamado a ampliar la tolerancia e imponerla como un sistema de vida en el mundo, para evitar las guerras y mejorar la convivencia.
Dicha declaración constituye un hito en el avance de la comunidad mundial hacia la definición tanto del concepto como del papel de la tolerancia en los planos internacional y estatal, en la sociedad civil y en la educación; debiendo en ese sentido adoptarse todas las medidas positivas necesarias para fomentar la tolerancia en nuestras sociedades, por ser esta necesaria para la paz y el progreso económico y social de nuestras naciones.
Y lo tenemos que hacer, porque es necesario desarrollar la capacidad de aceptar una cosa con la que no estamos de acuerdo o es diferente a nuestros valores. Lo tenemos que hacer, porque en nuestras sociedades encaramos intolerancia social, civil, religiosa y técnica. Porque convivimos cotidianamente con la intolerancia expresada en múltiples formas. Así lo revelan datos proporcionados por Naciones Unidas que muestran que la intolerancia a nivel mundial alcance un 30.5 por ciento por nacionalidad o etnia; 15 por ciento por discapacidades físicas o mentales; 11.5 por ciento aspecto físico; 10.7 por ciento género; 9.2 por ciento edad; 8.5 por ciento nivel socioeconómico; 8.0 por ciento credo religioso; y 6.0 por ciento ideas políticas o gremiales.
El reto que nos debemos plantear, es que la tolerancia sea practicada por el Estado y sus funcionarios, a quienes debemos exigirles actúen con justicia e imparcialidad, para que toda persona pueda disfrutar de iguales oportunidades económicas y sociales que le garanticen su desarrollo integral.
La propuesta es que debemos trabajar para instaurar una sociedad más tolerante. Todos debemos coincidir en que la tolerancia es necesaria entre los individuos, dentro de la familia y de la comunidad. El trabajo por hacer es fomentar la tolerancia y la inculcación de actitudes de apertura y solidaridad en las escuelas y universidades, y también en el hogar y en el lugar de trabajo mismo.
La misión cultural a la que nos tenemos que abocar, es a facilitar un diálogo y un debate libre y abierto, difundiendo la cultura de la tolerancia y poniendo de relieve los peligros que representa la indiferencia al auge de grupos, funcionarios e ideologías intolerantes que pueden amenazar nuestra paz; estando conscientes de que sin tolerancia no puede haber paz, y sin paz no puede haber desarrollo ni democracia en nuestro país.
Y en esa lógica hagamos eco del llamamiento que hiciera el secretario general de a ONU, Ban Ki-moon, a todos los pueblos y gobiernos para que “combatamos activamente el miedo, el odio y el extremismo con el diálogo, la comprensión y el respeto mutuo. Luchemos contra las fuerzas de la división y unámonos en pos de nuestro futuro común”.
El autor es máster en Derecho Público.
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