La crisis griega ha tocado fondo y la responsabilidad sin duda recae sobre los políticos griegos, quienes no han tenido el valor de enfrentar las realidades económicas y asumir los planes de austeridad que le propone la troika, compuesta por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional para mantener abierta la fuente de oxígeno que a duras penas mantendría a flote a la caótica economía helena.
En lugar de asumir sus responsabilidades, adoptar las muy necesarias medidas de austeridad y cumplir con el pago de 1,600 millones de euros para el martes 30, el partido de Gobierno, el izquierdista Syriza, liderado por el hoy primer ministro, Alexis Tsipras, decidió el viernes convocar a un referéndum el próximo domingo 5 para que fuesen los griegos los que decidieran si aceptaban las medidas de austeridad que le exige la troika a Grecia para mantenerla a flote.
La táctica dilatoria de Tsipras, casi infantil, colmó la paciencia de los acreedores y el Banco Central Europeo rechazó ampliar hasta que se realice el referéndum del financiamiento de emergencia. En otras palabras, o Grecia abona mañana martes o no habrá más oxígeno.
La reacción no se ha hecho esperar de los pocos griegos que mantienen cuentas saludables en los bancos. Los retiros han sido masivos, al punto que como medida desesperada ni los bancos —ni la Bolsa— abrieron hoy para evitar que las bóvedas queden vacías.
A pesar de que hoy el gobierno griego culpa a “los acreedores” por supuesta intransigencia, la verdad es que si de algo es culpable la Unión Europea es de excesiva paciencia. Esta historia inició mal desde que Grecia falsificó sus cuentas para poder entrar al euro, movida que fue descubierta por la Unión Europea en 2004 y que claramente indica que hay una responsabilidad compartida de toda la clase política griega —no solo del populista Tsipras— por este desastre.
Desde entonces las cosas han venido empeorando, particularmente con la crisis mundial de 2008 y la insistencia de Grecia de mantener subsidios y beneficios a sus ciudadanos que no puede pagar.
No son el Banco Central Europeo ni el FMI ni Francia ni Alemania los responsables de mantener la economía griega saludable. Son los griegos los responsables de su salud económica y no pueden esperar que los contribuyentes europeos —quienes en última instancia son los que aportan los fondos de la troika— les mantengan sus jubilaciones anticipadas y un Estado heleno excesivamente grande.
Es cierto que existe un factor humano más allá de las frías cifras en este caos. Millones de griegos vienen enfrentando grandes dificultades económicas, desempleo y pobreza. Las consecuencias son impredecibles, pero es momento de que los griegos asuman sus responsabilidades y no culpen a otros por sus malas decisiones.
Tal vez la paciencia de Europa ha sido excesiva y la debacle inicie un efecto dominó que golpeará a Chipre, los Balcanes, Italia, incluso España y Francia. Sin embargo, las cosas han llegado a tal punto que la Unión y el euro están probablemente más seguros con la salida de Grecia del euro.
La verdad es que un esfuerzo ejemplar como el de la Unión Europea requiere del aporte y la actitud responsable de todos sus miembros, no es posible que unos miembros se recuesten sobre la fortaleza financiera de otros para garantizarse beneficios que no pueden pagar. La irresponsabilidad de uno podría dar al traste con un esfuerzo de unidad que ha sido ejemplo para la humanidad y es momento de tomar decisiones duras.
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