Algunos que se hacen llamar “libertadores”, por no escuchar lo que ellos quieren, han llegado hasta recordarme a la autora de mis días en las redes sociales o en otros medios donde la característica es el estado de guerra y la receta del paredón para quienes creemos que hay alternativas que no sean las balas.
Ante esta situación he reflexionado en las últimas semanas llegando al convencimiento que las encuestas realizadas en los últimos años por M&R, Borge y Asociados y Cid/GALLUP son espejismos o visiones cuando ponen al presidente Ortega y su partido en el pináculo de las preferencias electorales mientras que la “oposición” la remontan a mil años luz.
Cómo puede ser posible que Ortega luzca tan inalcanzable al extremo que todos coinciden en que es el vencedor de las elecciones del próximo año dejando a un lado el enorme poderío estructural y organizativo con que cuenta el liberalismo; la solvencia financiera; el impresionante dominio de masas visible en las colas de gentes que madrugan en las respectivas sedes en busca de un carnet de la causa “democrática”.
Las encuestas obvian la recia personalidad del “líder” de la oposición que con un carisma que tuvo su origen en el PLC, después en el Movimiento Vamos con Eduardo, más tarde en el ALN, hasta que aterrizó en el PLI para multiplicarlo en cuatro, crearon hasta hoy una súper coalición donde la bandera de la unidad, la prédica de la reconciliación, la humildad de reconocer que todos somos importantes y que ellos son estímulos de adhesión, son los que afloran como una expresión política incluso mucho más mística que la desaparecida UNO de 1990.
Nadie que siga de cerca la “evolución” de este fenómeno duda del magistral manejo del tiempo político que tienen los adversos de Ortega pues encontrándonos a solo unos cuatro meses para que se dé el banderillazo de salida para las próximas elecciones se saben tan victoriosos que hasta no hay candidato que se preocupe por recorrer los 153 municipios del país aunque ya no haya tiempo ni para la mitad de ellos.
Mientras esos pequeños detalles se afinan el sentido del interés nacional de nuestra “poderosa oposición” debate las conveniencias de que los mismos actores que resultaron diputados en las elecciones del 2006 y 2011 repitan en el 2016 en representación del relevo del que tanto hablan.
Daniel Ortega no creo pueda conciliar el sueño, no solo por la impresionante representatividad política de nosotros como sus opositores sino que además por las amenazas de guerra de algunos “súper líderes” que ahora se gradúan de “comandantes” en Facebook y proclaman una guerra cuyas operaciones realizan desde las humeantes trincheras de sus computadoras.
Ni Daniel Ortega está acalambrado ni lo que aquí pinto de oposición es. La molestia de los últimos estriba en que no quieren críticas pero sí que los exalten inmerecidamente. Yo soy miembro del PLC y aunque me desactive partidariamente, no he dejado de opinar política y ciudadanamente sobre los temas nacionales que creo yo, afectan o benefician los intereses del país.
Institucionalmente hay deficiencias, hay desaciertos aislados que no deberían producirse y políticamente queda mucho por hacer para ambientar una reconciliación plena y cuando lo digo ensordecen. Sin embargo, cuando apoyo el Canal Interoceánico y la relación Gobierno, empresa privada y sindicatos y digo que socialmente muchas cosas se están haciendo bien y que no creo que aquí haya una dictadura, entonces los que se dicen demócratas se empinan para insinuar que estoy al otro lado de la acera.
Muchos que así se expresan son políticos vencidos y he visto a muchos desfilar al olvido. Por mí no deberían preocuparse. Desde el mundo de la “opinología” seguiré siendo un libre pensador pero deberían hacerlo por los cienes de miles que se desactivaron partidariamente del liberalismo y que a la hora de las verdades tendrán que razonar entre la estabilidad del país y sus hogares con las promesas huecas de esos rostros viejos que se arrugaron no por sabiduría sino por odio, envidia y resentimiento y que los vampirizó tanto que hoy no saben otra cosa más que lamerse la sangre entre ellos mismos.
El autor es periodista.
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