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Antonio Pitura dedica su tiempo libre a un proyecto que tiene en mente, pero también disfruta de ver televisión y escuchar música.

Niño símbolo se gradúa

“Quisiera que todos puedan reír como yo”, decía el entonces niño de 7 años, Antonio Andrés Pitura. Riendo de oreja a oreja, con un brillo único en los ojos, contaba el chiste del “pollito” mientras lo entrevistaban para la primera campaña del Teletón en Nicaragua, en julio de 2001. Él junto con tres niños con […]

“Quisiera que todos puedan reír como yo”, decía el entonces niño de 7 años, Antonio Andrés Pitura. Riendo de oreja a oreja, con un brillo único en los ojos, contaba el chiste del “pollito” mientras lo entrevistaban para la primera campaña del Teletón en Nicaragua, en julio de 2001.

Él junto con tres niños con distintas discapacidades fueron los primeros “niños símbolos” para esta organización. Ahora Antonio Andrés es diseñador gráfico graduado, sonríe igual que entonces y aún cuenta chistes como cuando estaba pequeño, pues su parálisis cerebral no le ha impedido realizar sus sueños.

El 17 de enero de este año cumplió 21 años, pocos meses después se graduó de la carrera. Se levantó ese día como siempre, ayudado de barras en las paredes de todos los rincones de su casa, se bañó solo, como ha aprendido a hacerlo en mucho tiempo de terapias, vistió su toga y fue a retirar su diploma a la Universidad Centroamericana.

En el colegio estudió bajo el concepto de Educación Inclusiva, él era el único niño con discapacidad de su salón. Según su mamá, María de Jesús Largaespada, es el primer niño en Nicaragua que logra completar todos sus estudios en el sistema para “niños normales”, aun siendo discapacitado.

El pequeño Antonio, el 27  de julio de 2001 durante el Teletón de ese año. De la mano le sostiene María de Jesús Largaespada, su mamá.
El pequeño Antonio, el 27
de julio de 2001 durante el Teletón de ese año. De la mano le sostiene María de Jesús Largaespada, su mamá.
MOMENTOS DE FAMA

El chiste con el que se hizo famoso, aún sigue provocando carcajadas en su familia… “El chiste original era el de un chino que se sube a un taxi”, dice la mamá: “Lléveme al coleo”… y el taxista responde “Corea del Norte o Corea del Sur”. “Coleo Centra, dice el chino”… “El camino se hace muy largo y al hombre le da ganas de hacer pipí”, explica Antonio… “Entonces le dice al taxista: “Pale molino”, “pale molino”. El taxista lo lleva al molino… “Y el chino responde “pala qué si ya moliné”, ríe Antonio Andrés.

“Ese se supone que era el chiste original, pero la hermana lo cambió y dijo que era un pollito el que hablaba y decía que se orinaba”, ríe también la mamá junto su hijo.

Antonio estaba en segundo grado cuando participó en el Teletón y esa fue una de las experiencias que más disfrutó, cuenta el muchacho. “Ese momento me demostró que puedo hacer cosas buenas y grandes, que puedo hacer reír a la gente y me di cuenta que aunque tengo una discapacidad, también soy una persona como los demás”, dice Antonio.

El joven tiene una memoria prodigiosa, puede recordar detalles mínimos desde que estaba en preescolar, incluso en su casa “me usan como agenda”, cuando alguien más se quiere acordar de un momento o anécdota que tal vez se le escapa al resto.

Cuando estudió primaria y secundaria, asegura Antonio, lo hizo consciente de sus limitaciones, pero conforme pasaron los años vio que mucha gente estaba dispuesta a ayudarle “si yo demuestro primero que puedo”. Y eso ha hecho hasta hoy.

En los primeros años de escuela Antonio Andrés no caminaba, debía moverse en silla de ruedas. Aun así, siempre sonreía y sacaba lo mejor de su enfermedad. Para eso también ayudaron sus padres, pues le dijeron que la silla era “su moto cibernética”.

“Era un niño y sabíamos que debíamos decir cosas así para que no se sintiera diferente”, cuenta la madre del muchacho.

Así, Antonio Andrés iba a la escuela en su moto cibernética e incluso la prestaba a sus demás compañeritos a cambio de “chiverías”, recuerda entre carcajadas, pues de esta forma evitaba comerse la merienda sana que le alistaba su mamá en una lonchera y disfrutaba de lo que no le permitían comer en casa.

SU PARÁLISIS

Las primeras señales de que había “algo distinto” en él las notó su mamá cuando Antonio tenía un año. El pequeño no tenía control en la estabilidad de su cabeza y de sus manos. La mamá, quien es doctora especialista en Pediatría, de inmediato lo llevó adonde un colega, “pero como yo soy pediatra me dijeron que solo era ‘una leve afectación’, ‘no es nada que no se pueda corregir con estimulación temprana’, ‘no te preocupés’. Así. Sin detalles, sin información, sin diagnóstico”, cuenta Largaespada.

Pero ella sabía que había algo mal en el bebé. Antonio había nacido prematuro por complicaciones ginecológicas. Cuando estuvo en el vientre, cuenta su madre, hubo un momento en el que casi moría. “En ese instante que su corazón se estaba deteniendo, se afectó la parte motora de su cerebro”, dice Largaespada. En poco tiempo otra colega le confirmó que el niño tenía parálisis cerebral.

Los Pipitos fue el primer sitio donde se comenzó a atender Antonio, pero debido a la profesión de médico de su madre y el trabajo de su papá, los horarios de atención no coincidían con el tiempo de ellos y tuvo que empezar las terapias por su cuenta, pero aún el niño no podía caminar.

Fue entonces cuando viajaron a México para realizarle al pequeño una operación. “Ese fue uno de los momentos más estresantes y sucedió en el año 2000”, dice la madre. Los pronósticos eran 50-50. “Me decían que si no caminaba podía quedar hemipléjico. La operación consistió en terapia correctiva y preventiva de rodillas, tobillos y así logró caminar”.

A pesar del resultado exitoso, la parálisis cerebral que le afectó la parte del cerebro que controla los movimientos le impedía controlar las extremidades e incluso a veces los músculos de los ojos. “Él habla y expresa emociones, pero son pocas, por ejemplo, la sorpresa no la puede expresar”, dice Largaespada, quien asegura que es una lesión que no se va agravando, lo que se agrava es la manifestación y por eso es que están aún en constantes terapias.

Antonio sostiene su título de licenciado en Diseño Gráfico, junto al rector de la UCA, José Alberto Idiáquez, el pasado mes de mayo en su graduación.
Antonio sostiene su título de licenciado en Diseño Gráfico, junto al rector de la UCA, José Alberto Idiáquez, el pasado mes de mayo en su graduación.
“ES UN GENIO”

Cuando Antonio tenía 7 años y ya se había hecho famoso tanto en el círculo de amistades, como en todo aquel que hubiese visto el Teletón un año antes, le ofrecieron integrarlo a “una escuela de genios”.

Era en Estados Unidos y le dijeron a la mamá que si todo salía bien calculaban que se iba a bachillerar entre 12 y 15 años de edad. “Él era sumamente avanzado para su edad y en ese programa le iban a potenciar sus habilidades”, cuenta Largaespada. Ella dijo que no.

“Mi mamá no quería tener un hijo robot”, dice riendo otra vez Antonio. “Sí —añade Largaespada—, querían que les diera a Antonio en la mañana de los lunes y lo devolverían los viernes por la noche. No quisimos, eso no es vida”.

Doña María de Jesús también le preguntó al pequeño, quien solo supo responder “y mi abuelita, y mi prima… y mi otra prima”… “tampoco le agradó la idea, por eso aquí estamos, él en ese entonces ya había entrado al colegio y decidimos que así íbamos a hacer las cosas”, sostiene.

Fue entonces que, según la señora, Antonio Andrés pudo probar que se puede perfectamente incluir a los niños discapacitados en el sistema escolar y así potenciar la inteligencia que muchos tienen, tal como lo hizo Antonio.

En la universidad también demostró que sus habilidades van más allá de lo que parece, porque siendo su discapacidad de carácter motor, el dominio del mouse y los trazos que se requieren para diseñar fueron un reto “bastante fácil” de superar para Antonio.

Ahora quiere conseguir un trabajo como el resto de diseñadores gráficos graduados y desempleados en el país y está seguro que pronto lo va a lograr. Además uno de sus proyectos más cercanos es escribir y diseñar un cómic en el que está trabajando e invierte la mayor parte de su tiempo libre.

LOGROS

A los 14 años Antonio participó en un concurso de pintura que realiza el PNUD. Resultó ganador del primer lugar en su categoría y el segundo de todo el concurso.

El año pasado fue incluido como pasante en una agencia de Comunicación, ahí se integró como parte del grupo de diseñadores gráficos.

Asegura que él no había aprendido a subir escaleras hasta que le tocó estudiar en la universidad, pues el edificio de su carrera es de tres pisos.

Su promedio en launiversidad y el colegio destacó siempre.

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COMENTARIOS

  1. Erika Padilla Romero
    Hace 9 años

    Que genial Pitura, toda una historia grandiosa. !! FELICIDADES. *
    Sigue adelante y espero ver pronto ese comic. XD

  2. Hace 9 años

    Todo un heroe, en medio de una familia de heroes !!!

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