Desde hace varios meses Cinemark ha programado ciclos de películas clásicas. Sábados, domingos y miércoles, una proyección por día. Ya van tres ciclos, con una selección que es generosa a la hora de aplicar el adjetivo “clásico”. Pero en el peor de los casos, las producciones de los años ochenta nunca se estrenaron teatralmente en Nicaragua por coincidir con los años de la guerra y el bloqueo establecido por la administración de Ronald Reagan contra la Revolución Sandinista. Si su única experiencia de Cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984) fue un Betamax pirateado traído de Panamá, pues, ¡está de suerte!
Hoy presentan una película cuya calidad no es cuestionable. De hecho es considerada por buena parte de la crítica y la academia como la mejor película de todos los tiempos. Se trata de Ciudadano Kane (1941), la ópera prima de Orson Welles, un joven prodigio del teatro neoyorkino que respondió a los cantos de sirena de Hollywood con una bomba de tiempo. La película, inspirada vagamente en la vida del magnate mediático William Randolph Hearst, explotó en la cara del cineasta. El millonario se dio por aludido y usó todo su poder para obstaculizar los prospectos comerciales del filme. Sin embargo, con el tiempo todo eso se convirtió en ruido blanco. Los experimentos narrativos y técnicos de Welles revolucionaron el lenguaje del cine.
He perdido la cuenta de las veces que he visto Ciudadano Kane . Y la veré de vuelta, quién sabe cuántas veces más. Este tipo de películas se prestan a nuevas visitas. La primera vez la narrativa monopoliza su atención. Las siguientes veces el subtexto aflora con nuevas revelaciones o tu experiencia de vida permite descodificar nuevas ideas, experimentar nuevos sentimientos o descubrir un tesoro que por alguna razón se te había pasado por alto. En la reciente proyección de Casablanca (Michael Curtiz, 1942) quedé pasmado con la actuación cómica de Claude Rains, quien maneja como un virtuoso los matices de luz y sombra en su personaje. En El Exorcista ( William Friedkin, 1973) aprecié como nunca la estructura que divide a la película en partes distintivas: la primera es casi un siniestro documental etnográfico; la segunda, el melodrama de una madre soltera (Ellen Burstyn) tratando de cuidar a su hija; la última, un filme de horror sin tapujos, cerrando una meditación sobre el bien y el mal y la política de género en la Iglesia. A veces basta la pantalla grande para revelar nuevas dimensiones de significado. No ha vivido realmente El Resplandor (Stanley Kubrick, 1982) si no ve los magníficos espacios del Hotel Overlook en escala superior a usted mismo.
Agradezco a Cinemark la oportunidad de volver a ver estas películas como debe ser, en el cine. Y por eso, deseo que mejoren la promoción del evento. Hasta el momento apenas lo anuncian en su perfil de Facebook. Me atrevo a especular que el público meta no se está dando cuenta de la oportunidad. Fui a ver Centauros del Desierto (John Ford, 1956) en una sala virtualmente vacía. También sería ideal si se aumentara el número de tandas. Con solo tres a la semana es demasiado fácil encontrar coincidencias en la agenda que obligan a dejarlas pasar. Ya era hora de que un cine local explotara este filón de contenido que contribuye a diversificar la cartelera nacional, dominada por películas infantiles y adolescentes. Ojalá los Cinemas entraran también en el juego. Hay tantos clásicos por ver que alcanza para todos. * Ciudadano Kane se proyecta en Cinemark Metrocentro hoy domingo, a las 3:00 p.m. Miércoles 15, a las 7 p.m. Únicas tandas.
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