Impunidad
Más que los crímenes, es la impunidad la que está desangrando a Nicaragua. ¿Qué castigo recibieron los policías que sin orden de juez alguna detuvieron y cargaron a Milton Arcia? ¿Cuántos asesinos purgan condena por la masacre de El Carrizo en noviembre de 2011? ¿Cómo va el proceso contra la agresión y robo masivo a los muchachos de OcupaINSS? ¿Dónde están los funcionarios de este Gobierno que han salido en medio de escándalos de corrupción? Los Walter Porras, los Nelson Artola, los Yasser Martínez… ¿Dónde están los que han garroteado y robado a quienes protestan? La lista es larga… ¿Dónde estarán el próximo año quienes masacraron a la familia Reyes en Las Jagüitas? Ay Nicaragua, Nicaragüita…
Vergüenza
No es casualidad que una universidad mexicana haya colocado a Nicaragua como uno de los cinco países con peores índices de impunidad en el mundo. Y es extraño que en este concierto de preguntas sin respuestas, donde la impunidad de tan descarada ofende, salga el subprocurador de Derechos Humanos, Adolfo Jarquín Ortel, diciendo que todo es una campaña mediática, que en Nicaragua no hay impunidad porque aquí impera la ley. ¡Qué vergüenza de funcionario!
Decálogo
Este es un país donde nos quieren convencer que se puede vivir bien, vivir bonito inclusive, siempre que se sigan ciertas reglas no escritas:
1. Reconocerás a Daniel Ortega como única y suprema autoridad posible. Es delito de blasfemia pensar que alguien que no sea él, o quien él designe, pueda gobernar este país.
2. El derecho a la protesta está reconocido en esta ley no escrita, siempre y cuando esas protestas no sean contra el Gobierno, contra los negocios de la Familia y no busquen cuestionar el punto número uno.
3. Se reconoce asimismo el derecho ciudadano a votar, pero no a elegir. Las cuentas siempre tienen que terminar en correspondencia con el punto número uno, base fundamental de esta nueva sociedad.
4. Los derechos ciudadanos terminan donde la autoridad decide que terminen. Para eso mandan.
5. Los ciudadanos se dividen en dos categorías: los alineados y los no alineados. El Estado dispondrá los beneficios para unos y los castigos para los otros.
6. La justicia se aplicará con un estricto doble rasero: condescendiente con los alineados que puedan haber cometido algún delito, e implacable con los no alineados, para que sirva de premio a unos y de escarmiento a los otros.
7. Se reconoce el derecho a hacer negocios, siempre que esos negocios no entren en contradicción con los esfuerzos empresariales de la Familia. El Estado premiará a aquellos empresarios que voluntariamente incluyan a la Familia en sus ganancias.
8. El Estado garantizará a los ciudadanos la educación en las calidades y cantidades suficientes, para que nunca el reclamo de los derechos sea más importante que el hambre que puedan sentir.
9. El Estado procurará los pescados para el pueblo. Las cañas de pescar son ilegales.
10. El ciudadano que no proteste, que haga su trabajo y pague sus impuestos, vivirá bien. El ciudadano que se encargue de que otros cumplan, por la buenas o por las malas, este decálogo, vivirá bonito.
El loco del barrio
Hay una especie de consenso social de que este Gobierno es capaz de cualquier cosa y muchos creen que es su derecho. No hay límites legales ni escrúpulos morales que lo detengan en algo. Daniel Ortega funciona como si fuese “el loco del barrio”, ese personaje que un día se le ve dócil y hasta inspira ternura, otras puede estar ausente (ido, como decimos), pero sobre el que siempre recomendarán porque ya lo conocen en el barrio: “Cuidado, no lo provoquen”. Puede garrotear a alguien por solo pasar cerca, puede desatar su furia y romperle la cabeza de una pedrada a cualquier cristiano que lo contradiga o atacar sin motivo alguno al grupo de la esquina. Y nunca será la culpa del loco, sino de quienes lo provocaron.
Juicio
Más que nueve policías, con la masacre de Las Jagüitas está sentado en el banquillo de los acusados todo el sistema de justicia de Nicaragua. La Policía, la Fiscalía y los jueces. Cada uno se está poniendo en evidencia, incriminándose con sus actuaciones. ¿Queda algo aún del sistema de justicia que ha demolido pedazo a pedazo Daniel Ortega? ¿Ganará otra vez la impunidad, y con ella el crimen, y no la justicia? Usted, yo y todos daremos el veredicto.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A