Cuando ocurre una falla que lleva a que alguien se lesione o que eventualmente se convierta en una fatalidad, siempre surge un sentimiento nos recuerda la certidumbre que sabíamos que eso nos iba a ocurrir.
Lo que nos sorprende a veces, es que se tuvieron indicativos previos para haber tomado acción y corregido los factores, pero no se hizo nada.
La seguridad industrial, o como le denomino en mi libro “Seguridad Operacional”, es una disciplina que está teniendo cada vez más profesionales devotos, quienes se dan cuenta de su capital importancia, no solamente para la bienandanza de cualquier empresa, sino también en un plano personal.
En las empresas este tópico frecuentemente se ve de medio lado, sin glamour, como un mal necesario; no obstante, en nuestro trabajo de asesorías y capacitaciones siempre notamos un interés aumentado por esta temática, cuando las organizaciones han experimentado una tragedia humana, o bien, un siniestro que costó recursos materiales invaluables; es entonces cuando se le trata de dar una importancia inmediata, de querer cumplir en un corto tiempo todo lo que se dejó de hacer. Ilusiones.
Y es que el desconocimiento es también una elección personal. Existen estándares y requisitos mínimos a cumplir dentro de las organizaciones, los cuales están establecidos no solamente en la Ley 618, de Higiene y Seguridad del Trabajo, sino también en las normativas específicas para cada industria, así como en las prácticas globales ejecutadas por las mejores empresas.
Uno de los puntos principales en que las organizaciones fallan, es en creer que lo que están haciendo es suficiente, solo porque aún no han tenido un percance serio. Esto es simplemente jugar a la ruleta rusa.
Si su organización no tiene una herramienta específica para identificar y controlar los peligros, tales como análisis de trabajo seguro, procedimientos de trabajo estándares, listas de verificación, permisos de trabajo, entre otros, estará solamente esperando a que acontezca una situación irreversible.
Se piensa también ingenuamente que el tema de la seguridad industrial no tiene nada que ver con aspectos legales, convencidos —bobamente— que todo se puede arreglar con una billetera muy gruesa, lo cual es también una visión inocente, puesto que todo incidente grave tiene implicaciones legales, y existe una avenida muy amplia que conecta las responsabilidades por las acciones y omisiones de los procedimientos de trabajo con el Código Penal o Ley 641, pero no se lo explican, principalmente, porque quienes le conducen sus formaciones, si acaso este proceso existe, no tienen experiencia técnico-legal, es decir, no son también profesionales en derecho.
Las fallas en la administración de la seguridad provienen no solamente por desconocer la normativa vigente, sino por paradigmas equivocados en donde se puede ser “inefectivamente eficiente”, haciendo mucha actividad pero sin un propósito establecido, en donde usted trabaja “a la loca”, creyendo que está realizando prácticas correctas.
Cuando no tiene evidencias que el enfoque está en verdad disminuyendo los incidentes, y lo que es peor, que frecuentemente son degradados a meros rituales para dar un falso sentido de seguridad, justificando más bien premisas que no tienen fundamento en la realidad, como pensar que entre más data usted recopile, es evidencia de una mayor prevención o cumplimiento.
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