El columnista internacional Andrés Oppenheimer retó al presidente de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama, a que diga en América Latina lo que dijo la semana pasada en África. Oppenheimer se refiere al discurso que el presidente Obama pronunció el 28 de julio en la sede de la Organización de la Unidad Africana, en Adís Abeba, capital de Etiopía.
“No entiendo por qué buscan estar tanto tiempo (en el poder), en especial cuando tienen tanto dinero”, dijo Obama a los gobernantes africanos. “El progreso democrático de África está en peligro cuando los líderes se niegan a hacerse a un lado cuando sus mandatos terminan”, aseguró el mandatario estadounidense.
Obama también fustigó la corrupción. Reconoció que “existe en todo el mundo, incluso en los Estados Unidos Pero en África —dijo— la corrupción drena miles de millones de dólares de economías que no pueden permitirse ese lujo Eso es dinero que podría ser utilizado para crear empleos y construir hospitales y escuelas”.
Es obvio que al criticar a los gobernantes que se aferran al poder a pesar de que tienen mucho dinero, Obama se estaba refiriendo a que han obtenido su riqueza mediante la corrupción y por eso mismo no quieren dejar el poder.
Pero lo que dijo en África el presidente Obama debería decirlo con igual franqueza en América Latina, donde también hay gobernantes que se aferran al poder y son tan corruptos como los africanos. Tal es el reto que le plantea el columnista Oppenheimer, quien además señala que al presidente de Estados Unidos no le tomaría ningún trabajo extra decir ese mismo discurso en América Latina: “Simplemente tendría que literalmente copiar y pegar el texto, y sustituir la palabra ‘África’ por América Latina”.
Andrés Oppenheimer tiene razón al asegurar que “En muchos países latinoamericanos, al igual que en África, hay una corrupción endémica, la libertad de prensa se reprime de forma rutinaria, y los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Colombia y varios otros países han cambiado sus Constituciones recientemente para permanecer en el poder por tiempo indefinido” .
Pero el presidente Obama no ignora que en estos países latinoamericanos existen las mismas lacras africanas que denunció en su discurso de Adís Abeba. ¿Por qué, entonces, el mandatario estadounidense no denuncia con igual franqueza a los gobernantes corruptos latinoamericanos, que se niegan a entregar el poder y cometen cualquier clase de tropelías para no abandonarlo? La explicación, según escribe Andrés Oppenheimer, podría estar en los grandes negocios e inversiones que tiene Estados Unidos en la región y en el temor de Obama a que lo acusen de intervencionista, de lo cual de todas maneras no se escapa.
Nadie espera ni debería esperar que Estados Unidos propicie los cambios democráticos que necesitan los países sometidos por el autoritarismo, como Nicaragua. Lo que se le pide al presidente estadounidense es que sea coherente en su discurso, que así como ha dicho que los africanos tienen derechos que son universales, como elecciones libres y equitativas, libertad de expresión y de prensa, y libertad de reunión, diga también que los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua tienen esos mismos derechos que son negados por dictadores y autócratas como Raúl Castro, Nicolás Maduro y Daniel Ortega.
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