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Sergio N. Boffelli

Alzheimer, beneficios o culipandeo

Daniel Ortega es el nuevo dictador de Nicaragua. Como los Somoza, tiene a sus pies los poderes e instituciones del Estado, el capital inescrupuloso, órganos de represión y fuerzas de choque, andamiaje de desinformación, serviles a mano llena y partidos zancudos. Quien lo niegue sufre de Alzheimer, se beneficia del poder o está culipandeado.

Y así, con su irrenunciable vocación de sepultero de la democracia y el Estado de Derecho, Ortega ha reeditado sin pudor las tres P de la dictadura somocista: plomo para los enemigos, plata para los amigos, palo para los indiferentes. Si usted requiere de pruebas que respalden esta afirmación, su situación puede estar reflejada en la última frase del párrafo anterior.

Como exageración calificaron algunas personas mi artículo ¿Milagro o cuento? publicado en estas páginas el 24 de noviembre del 2006. Pasadas las elecciones de ese año y a semanas de la toma de posesión escribí “¿de verdad creemos que el comandante ha ‘nacido de nuevo’, y que impulsará una revolución espiritual…?”, señalando que sus seguidores “no pueden disimular la satisfacción de creer que su comandante es tan hábil que nos ha convencido a todos con semejante cuento, neutralizando a muchos mientras logra el control…”

En el artículo de hace casi nueve años comenté que Ortega estaba incómodo con su representación de neo converso, “porque sencillamente es lo contrario a su propia naturaleza, cultivada en el caos y la violencia. El comandante vive en un traje que le aprieta los costados, en el que se esfuerza por guardar la compostura, pero este ropaje pacifista en cualquier momento se romperá en todas direcciones, y veremos a Daniel Ortega hablando como le gusta, confrontando a todos contra todos, fantaseando…”

No faltará quien, como el oficialismo, lo justifique con el cuento de “los gobiernos neoliberales” o “la derecha”, olvidando que en 1990 Ortega y el FSLN dejaron el país —saqueo incluido— en quiebra total y economía de 1940. Que durante la década de 1980 no tuvieron empacho en sembrar el terror cuadra por cuadra, hasta llevarnos a una guerra fratricida y negociar su impunidad colectiva. Que desde 1990 a 2006, “desde abajo”, sabotearon todo buen esfuerzo. Que han sido mentirosos, violentos y usurpadores, maquillados de nacionalismo con la figura de Augusto C. Sandino, pero ideológicamente adoctrinados, militarmente entrenados y estratégicamente dirigidos por los Castro y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Su intención no fue restaurar la libertad y la democracia, sino implantar el modelo cubano, hacer del país un exportador de revoluciones, refugio de terroristas y peón descartable durante la Guerra Fría. Hoy se trata de desmontar la democracia lograda, entregar Nicaragua a cualquiera que lo fortalezca, perpetuarse en el poder imponiéndose según las circunstancias lo requieran, y aguardar la oportunidad de volver a su agenda injerencista y desestabilizadora.

¿Ha notado que los caudillos comparten al menos una característica entre ellos y los antisociales? No existe estafador que actúe a sabiendas que será descubierto. Se creen invencibles, hasta que son atrapados. Los que han convertido Nicaragua en huaca familiar y partidaria —rojinegra, roja u otro color— van por el mismo camino, aunque hoy limpien sus narices con la Justicia.

Si usted concluye que no he escrito ninguna novedad, tiene razón. ¡Nada nuevo! Por eso, precisamente, ¿no le asombra los que viven con una sonrisita alquilada, creyéndose seguros en sus cómodas burbujas y no se dan por enterados que el dictador avanza caprichosamente una dinastía peor que los Somoza, colocándonos a pasos de mayores conflictos?

El autor es periodista.

Opinión Daniel Ortega dictadura archivo
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