Hace como dos años el presidente Obama de Estados Unidos y, hace poco Hillary Clinton, aspirante a la presidencia de ese país, están de acuerdo en que las armas dentro de los hogares es el principal motivo que los jóvenes y niños las usen en colegios y universidades, haciendo matanzas indiscriminadamente.
Echarle la culpa solo a las armas es lo más fácil; no se requiere profundizar buscando las verdaderas causas, además de las armas. La verdad se encuentra dentro de las mismas familias; familias que están realmente destruidas ya que más de la mitad de los matrimonios se divorcian a los pocos años de casados, quedando los niños en manos de uno de los cónyuges el cual tiene que trabajar todo el día, en la mayoría de los casos.
Realmente los niños quedan solos en hogares vacíos y sus instructores son la televisión y el internet, los cuales tienen programas no aptos para niños, contienen mucha violencia y hasta pornografía. También hay hombres malvados que proponen a los niños hacer actos indecorosos.
Cuando ocurre una de esas matanzas en colegios, nos preguntamos por qué suceden y no vamos al meollo que está realmente en hogares vacíos, sin padre ni madre que les den amor y les enseñen amar a Dios, al prójimo y a ellos mismos; valores espirituales —amor, verdad y justicia— y hacerlos salir de una orientación materialista donde las cosas han adquirido un valor más grande que la persona humana: se mata por adquirir una “tablet” o un celular.
Estos jóvenes distorsionan sus mentes y se vuelven débiles mentales y matan a otros para sentirse fuertes y llamar la atención. Tristemente no tienen padres que les guíen y no conocen a Dios.
Dios ha desaparecido del Estado y de los hogares, nadie les ha enseñado a respetar a los demás. Los enfermos mentales y personas débiles son la respuesta a esos pueblos sin Dios. Esos individuos se vuelven manipulables y por eso caen en vicios y muchos llegan a pertenecer a pandillas o a células terroristas.
Dios creó al hombre; hombre y mujer los creó que formaran una familia y les dio el mandato de poblar la tierra. La diferenciación sexual y la mutua y natural atracción entre hombre y mujer, produce como consecuencia el impulso de unirse en matrimonio. En este sentido en el que debemos considerar el sexo como un don de Dios, que se ordena a la vida, al amor y a la fecundidad.
Los gobiernos, a finales del siglo XX y ahora en este siglo XXI, están decretando leyes que violan la ley de Dios y van contra la naturaleza humana. Son leyes inicuas que constituyen una rebelión del hombre contra Dios.
En este modelo materialista y relativista, hemos olvidado que el hombre está dotado de un alma inmortal. Por este camino la vida humana se convierte fácilmente en algo que se usa y se tira.
El humanismo sacrílego decreta la muerte de Dios y erige al hombre en centro de gravedad del universo. Nietzsche llegará a exclamar: “Dios ha muerto viva el superhombre”.
La autora es ama de casa.
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