Con las últimas novedades chinas se ha fortalecido el escepticismo de algunos acerca del megaproyecto del Canal Interoceánico en Nicaragua, así como también la certeza de quienes están seguros de que la obra no se va a construir.
Las novedades son, por un lado la gran crisis bursátil de China que ha puesto en evidencia la fragilidad financiera de la potencia económica asiática, y por otra parte el descalabro en las finanzas de Wang Jing, el concesionario chino del proyecto canalero que bruscamente perdió el 84 por ciento del valor de sus acciones en bolsa. Ante esas situaciones, reflexionan muchos, ¿quién querría correr el riesgo de unirse con Wang Jing en esa costosa aventura del proyecto canalero que, además, se ha manejado con extremo y sospechoso sigilo y del cual hay más sombras y dudas que luces y certezas?
También en estos días la empresa china concesionaria del proyecto del Canal, HKND, puso a disposición pública, en su página web, tardíamente, un Resumen Ejecutivo del Estudio de Impacto Ambiental y Social (EIAS) y unas Presentaciones para Consultas Públicas del mismo. Los documentos parecen elaborados para inducir a creer en la bondad y viabilidad del proyecto, siempre y cuando se resuelvan los obstáculos de gran magnitud que se interponen en su camino. Sin embargo, la firma británica ERM que es responsable del estudio de impacto ambiental y social, salva su responsabilidad estableciendo que “Este EIAS no recomienda ni se opone a la construcción del canal: esa una decisión política del Gobierno de Nicaragua”.
Pero no solo el pretendido canal interoceánico chino en Nicaragua está envuelto en dudas y contradicciones. El de Nicaragua no es el único proyecto canalero chino en América Latina. China tiene en Colombia el proyecto de construir un “canal seco”, o sea un ferrocarril que conecte al mar Caribe con el Océano Pacífico. En Honduras impulsa otro proyecto de “canal seco”, que incluye construir dos grandes puertos y una línea ferroviaria de 375 millas de un mar a otro. Y además existe otro proyecto chino de canal ferroviario que cruzaría los territorios de Brasil y Perú, el cual sería diez veces más largo que el de Honduras.
Estos megaproyectos canaleros, igual que otras gigantescas infraestructuras proyectadas por los chinos en América Latina, están prácticamente paralizadas por diversos factores, algunos propiamente latinoamericanos como la corrupción política y la resistencia ambientalista, y otros derivados de los sismos financieros en China.
Sin duda que el Canal de Nicaragua sería de mucho beneficio para la economía futura de Nicaragua, si fuera cierto que se puede construir sin arruinar el medioambiente ni echar a perder el lago Cocibolca, y más bien salvándolos, como dice el relato chino de HKND.
Pero eso no está seguro aún. Además, el mayor problema es que por ese proyecto el orteguismo ha hipotecado el territorio y la soberanía nacional. O sea que ha vendido la patria para hacer un negocio que tal vez podría ser muy lucrativo, pero que a todas luces es indigno y espurio.