“Debemos desarrollar un único indicador clave de desempeño en seguridad para toda la empresa”, señalaba el gerente de producción, quien mencionaba también que “a pesar que tenemos indicadores para todas las posiciones, estos son difíciles de llevar ya que representan mucho trabajo, antes me sentía mucho mejor llevando los indicadores antiguos, que eran número de incidentes, frecuencia y severidad (NFS)”, acotó.
Algunas organizaciones que aun están en la infancia en temas de seguridad, se decantan por llevar esas tres limitadas e inútiles métricas, que en realidad, no enseñan nada, no muestran ningún rumbo ni evidencia clave del liderazgo en la gestión de prevención de accidentes, pues es una simple foto en un momento del tiempo y que de una manera equivocada —muy equivocada— asume que si no hay accidentes laborales en el período a evaluar es indicativo de una buena gestión operacional.
Con este set de indicadores ingenuos se ilustra el conocido principio del bikini, del cual se dice que lo que enseña es importante, pero lo que oculta es simplemente fundamental.
Cuando se tiene ese enfoque tradicional y simplista de NFS, implica que estamos viendo como un todo amorfo una gestión que, en su nivel granular, es desarrollada a través de objetivos personales específicos, en donde cada puesto de trabajo debe tener una medición controlable, relevante y que dependa de su esfuerzo consciente, y que descarte la pasividad como sinónimo de gestión.
Es absurdo establecer mediciones que no se corresponden ni tienen vinculación con el trabajo que se realiza cada día. Usted no puede ser responsable de algo que no controla, esto es axiomático y no necesita demostración.
Supongamos un ejemplo: soy encargado de un almacén en donde se ingresa y egresa mercaderías por medio de montacargas. Si mi personal está debidamente capacitado, las instalaciones diseñadas razonablemente bien, los equipos en cumplimiento con un mantenimiento adecuado, entonces hace sentido que se me pueda medir por la operatividad correcta del personal, por el número de incidentes y casi-incidentes reportados e investigados y por la severidad de dichas situaciones. Esto es razonable, pero son simples y tristes indicadores reactivos, porque puedo esperar todo el tiempo sentado para que las monedas de los acontecimientos sean lanzadas y ver su resultado al final de año.
Pero si en vez de esas métricas, se establecieran otras basadas en el número de inspecciones de seguridad conducidas a tiempo, el cumplimiento y solución efectiva de los puntos críticos, así como las sesiones de uno-a-uno sostenidas con mi propio personal como aconsejamiento positivo, o bien, con las capacitaciones que estén bajo mi control realizar, entre otras diversas, entonces estos indicadores pasarían de ser reactivos —que no dicen nada— a ser esencialmente proactivos, ya que su cumplimiento garantiza obligatoriamente que yo como responsable deba actuar (moverme desde la inacción) ejecutar, y sobre todo, ser responsable de su marcha y cumplimiento.
Este planteamiento lógico estimulará al encargado a moverse de la zona de comodidad que supone el gastado enfoque reactivo de NFS y no esperar pasivamente —no tendría justificación— ya que eso evidenciaría el no cumplimiento con mis objetivos consensuados de previo.
Estas son las razones por las cuales los indicadores reactivos NFS son inútiles si no se complementan con un enfoque de rendición de cuentas y explicación de resultados, lo cual a algunas gerencias no les gustan porque demuestran su falta de credibilidad e hipocresía ante un valor corporativo —que como la seguridad operacional— su cumplimiento y gestión deba ser medido al igual que el resto de procesos de gestión.
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