LA PRENSA ha publicado en esta semana amplia información sobre los costos de elaboración, instalación y mantenimiento de las grandes estructuras metálicas, aparentemente ornamentales, que el Gobierno ha construido y sigue construyendo en la ciudad capital.
No es la primera vez que nos ocupamos de esos armatostes de metal, por lo costosos, misteriosos e innecesarios que son, debido a lo cual también han llamado la atención de medios informativos de otros países. “La decisión de usar estos árboles (de metal) como elemento decorativo de Managua, fue de la primera dama de la República, Rosario Murillo, quien ha sido objeto de comentarios por su estilo extravagante y sus creencias esotéricas, las cuales también han estado reflejadas en la propaganda del partido Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), desde las elecciones presidenciales del 2006, cuando Daniel Ortega regresó al poder”, se dice en una de esas publicaciones extranjeras.
Algunas personas consideran que hay cosas más importantes de las que debe ocuparse un periódico y otras opinan que hay que apreciar los arbolatas como hermosos elementos decorativos. Pero nuestro deber es velar por el interés público, que incluye ante todo cómo y en qué se gastan los impuestos que pagan los ciudadanos.
Según las informaciones de LA PRENSA, cada uno de los 134 “arbolatas” que ya están instalados en Managua cuesta 25,000 dólares. O sea que se ha gastado en ellos unos 3.35 millones de dólares; y por su iluminación, “solo en 2015 se habrá pagado una factura de 1.1 millones de dólares”. Ese gasto excesivo, innecesario e indebido no sale de las cuentas bancarias de la familia gobernante, es sacado de los tributos que pagan todos los nicaragüenses. Con ese dinero, según opinan algunos expertos, “se hubiese podido reforestar completamente Managua este año para evitar las inundaciones o mejorado el acceso al agua potable a miles de familias del Corredor Seco o reconstruido escuelas y hospitales”.
El Gobierno oculta el significado de esos armatostes de metal, que oficialmente son llamados “árboles de la vida” y lo repiten ingenuamente muchas personas, cuando en verdad los únicos árboles que tienen y dan vida a la gente son los árboles naturales. El secretismo del Gobierno induce a suponer que los “arbolatas” tienen un significado esotérico, o sea secreto, misterioso, oculto y mágico, propio de las llamadas religiones mistéricas. Religión mistérica se dice de aquella creencia que se practica mediante ritos extraños y misteriosos, sus adeptos son cuidadosamente seleccionados y aspiran a dominar la conciencia de mucha gente, y si es posible influir en toda la sociedad.
Son fantasías supersticiosas, pero muy peligrosas porque deforman la conciencia de la persona humana. De allí que cuando el país vuelva a ser gobernado por personas democráticas y racionales será necesario desmontar esos armatostes metálicos y sustituirlos con árboles naturales, verdaderos dadores de vida. Y tal vez dejar en pie alguno de esos arbolatas, como experiencia y recuerdo de un régimen estrafalario que no solo fue caudillista y dictatorial, sino también ocultista y mistérico.